#MAKMALibros
Llibreria Ramon Llull
Corona 5, València
Premio Boixareu Ginesta 2022 al librero del año
Otorgado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE)
De niña, Almudena Amador no soñaba con ser librera. Siempre le gustó leer, pero en su primera juventud sus intereses se centraban en el trabajo social, temas relacionados con migración y extranjería, por lo que estudió Derecho.
Pero el contacto diario con los libros y el trato con los autores y los lectores –mientras trabajó durante cuatro años en Punto y Coma, una librería universitaria situada en el campus de Tarongers de València– le inoculó la pasión por un oficio en el que ha llegado a la cumbre.
Porque Almudena Amador y su pareja, Francisco Benedito, son los propietarios de la Llibreria Ramon Llull, que recibió este verano el Premio Boixareu Ginesta 2022 de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), que la sitúa en el top de las librerías, precisamente cuando cumple veinte años de existencia. Un galardón que recibirán en la feria Liber de Barcelona a principios de octubre, carente de dotación económica pero que otorga un gran prestigio.
Situada en la calle Corona del barrio de Carmen –cerca del IVAM y de la Beneficiencia–, la Ramon Llull es mucho más que una excelente librería, dotaba con un fondo de aproximadamente once mil volúmenes, con rincones selectos dedicados a sellos punteros como Acantilado o Atalanta. Sobre todo, es un punto de encuentro, un foco y foro de actividad cultural que aglutina, a través de presentaciones de títulos, aulas de humanidades y un sinfín de eventos, a una cohesionada comunidad literaria.
«Ha sido una sorpresa enorme recibir este premio», afirma Almudena Amador, que vive unos días de locura entre la euforía y el trabajo acumulado de fin de curso. «Ha sido un subidón profesional y personal. Estamos asombrados, felices y agradecidos. Es cierto que hemos trabajado mucho, pero celebramos que nuestra labor se reconozca».
El éxito no se le ha subido a la cabeza a esta mujer, que emana inagotable energía. «Hoy día existen en España una red de magníficas librerías, cada una con su propia idea y sus propios proyectos. Cada una es un mundo que combina la librería física y la programación cultural».
Llegar hasta aquí no ha sido, precisamente, un camino de rosas. Amador ha superado diversas crisis y grandes cambios desde lo analógico a lo digital. «Cuando los dueños de Punto y Coma, Marina Gómez y Gaspar Laso, se jubilaron, decidí comprar la librería junto a una socia, y fue entonces cuando Laso, mi mentor profesional, me sugirió que la llamara Ramon Llull, en referencia al nombre de la calle donde se encontraba, para no perder a la clientela habitual. Al principio, el nombre no me acababa de gustar, pero con el tiempo le he tomado cariño».
Amador se lanzó con entusismo a reconvertir una librería de manuales en otra de perfil más literario, pero empezaron las dificultades. Se reducían las ventas, aumentaban los gastos y su socia tiró la toalla. Pero de las crisis surgen nuevas oportunidades, y con el apoyo de su pareja, Paco Benedito –al que conoció como cliente–, se trasladaron al barrio del Carmen. «Fue un golpe de suerte encontrar este magnífico local. Tuvimos una acogida maravillosa por parte del vecindario y hemos creado estrechos lazos con la gente. Incluso nos mudamos a vivir aquí».
Una de las claves del éxito de la Ramon Llull es el armonioso reparto de tareas y horarios en perfecta compenetración entre Amador y Benedito. «Paco está de cara al público y se ocupa de la web, mientras yo me centro en la contabilidad y el almacén. La parte que más me gusta de mi trabajo son los libros y la gente, los autores, lectores, el público. Esa red de relaciones humanas que se entabla bajo nuestro techo me estimula y emociona. A veces, después de la presentación de un libro u otra de nuestras actividades, siento una especie de euforia».
Pero también tiene que asumir la otra cara de la moneda, la más ingrata para ella: el farragoso papeleo, el trasiego de libros almacenados en cajas, pedidos y devoluciones. «A veces se hace duro y pienso: ojalá tuviera las tardes libres y un mes entero de vacaciones. Por otra parte, este es un negocio precario; aunque vaya bien, genera escasos beneficios y debes ponerlo por encima de tu vida».
Los escasos ratos de ocio de los que la pareja dispone los dedican a leer, a urdir planes y proyectos para la Ramon, que es como si fuera un hijo que crece fuerte y sano, pero que exige constantes cuidados. Un hijo compuesto de millones de palabras e historias y, en torno a él, una familia numerosa, la comunidad de la Llull, ramonianos de pro vinculados a las actividades que organizan a lo largo de todo el año.
Superadas diversas crisis, incluida la pandemia, «que puso las cosas en su sitio», Amador contempla el futuro de las librerías con serenidad. «Tal vez peque de ingenua, pero creo que, en un mundo cada vez más virtual y tecnológico, se hace necesario tanto la ficisidad del libro de papel como los encuentros presenciales entre autores, lectores, editores y todos aquellos vinculados a este sector. Hoy día existe un tejido de magníficas librerías y una red de sellos independientes que publican auténticas obras de arte. La gente necesita hablar, intercambiar y compartir ideas, y las polémicas presenciales son siempre civilizadas, respetuosas y tolerantes, a diferencia de las broncas que se montan por las redes sociales».
Tras la emoción del premio y el asedio de los medios comienza para Amador y Benedito un paréntesis de asueto en Asturias, donde disfrutarán de las delicias gastronómicas y literarias. «Me llevo una maleta cargada de libros; siempre tengo la impresión de que me quedan muchos pendientes de leer», confiesa Amador.
«Si no fuera librera, me pasaría gran parte de mi tiempo libre en las librerías de otros», concluye esta mujer que de niña no soñaba con ser librera, pero que aprendió a amar a los libros como si fueran una prolongación de sí misma.
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