Gabriel Alonso y Antonio Gadea. Mano a mano
Estudio Gabriel Alonso
C / Denia, 23. Valencia
Hasta noviembre
Gabriel Alonso (Ceuta, 1969) y Antonio Gadea (Valencia, 1965) hace ya tiempo que decidieron colgar los guantes de boxeo al que parece abocar el arte de vanguardia (Ramón Gaya lo llamó artes marciales de vanguardia), para explorar viejos territorios figurativos, actualmente en decadencia por el exultante dominio de la abstracción, ya sea analítico racionalista o pasional y desgarrada. Porque hubo un tiempo, sobre todo Gadea, en que ganaban incluso premios practicando cierto informalismo. Hasta que decidieron que el arte contemporáneo, brillando con una luz cegadora que impedía ver sus alargadas sombras, lejos de ofrecer libertad al artista, lo constreñía.
Así lo reconoce el propio Gabriel Alonso, valedor de lo que ha dado en llamar la “desvanguardia”, que vendría a ser lo siguiente: “El progresivo afán de muchos artistas de nuestra generación en pintar cada vez más figurativo, como si de lo que quisiéramos liberarnos fuera de la “libertad” que nos daba la abstracción (o exhibición del lenguaje en sí mismo) que por entonces imperaba en las aulas de bellas artes”. Y como “desvanguardia” sonaba, como le hizo ver un amigo, a desbandada, Gabri Alonso, en lugar de enmendarle la plana al amigo, metió más el dedo en la llaga: “Efectivamente lo es, porque somos muchos los que prefiriendo hacer a explicar hemos ido haciendo nuestro lenguaje pictórico cada vez más “legible” o “descifrable”, actuando de un modo paralelo al público en general, cada vez más indiferente hacia el arte contemporáneo”.
Si no fuera por lo poco dados que somos a la reflexión, la “desvanguardia” daría pie a un interesante debate. Porque lo cierto es que esa brecha entre lo figurativo y lo abstracto existe, sin encontrar vías productivas que grapen la herida. De momento, valga ese Mano a mano que sostienen Gabriel Alonso y Antonio Gadea, en el estudio del primero sito en la calle Denia del barrio valenciano de Russafa, para ir abriendo boca. Mediante una figuración entre grotesca (Alonso) e irónica (Gadea), ambos artistas nos confrontan con cierto clasicismo, pero revisitado. Así, la mitología occidental, que aparece mediante figuras reconocibles y títulos explícitos, acaba siendo volteada por la mirada acerada y siempre en alerta de estos dos “marginales” artistas.
Como apunta Gabriel Alonso, en relación a su partenaire, su obra giraría en torno al tema de “cómo la vanguardia ataca al viejo oficio de la pintura, personificado en héroes de la mitología clásica”. Esa tensión arrojadiza entre lo clásico y lo moderno es lo que hace saltar chispas en el Mano a mano entre Alonso y Gadea. No es un duelo en el O.K. Corral del clasicismo forastero enfrentado a los desmanes de la vanguardia mayoritaria, sino un toque de atención para extraer de los incomunicables senderos del arte un productivo diálogo. A no ser que el arte contemporáneo haya decidido separarse de una sociedad que necesita recuperar los espacios simbólicos del arte para articular su siempre conflictiva experiencia.
Salva Torres
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