Ana Laura Aláez

‘Todos los conciertos, todas las noches, todo vacío’, de Ana Laura Aláez
Azkuna Zentroa Alhóndiga Bilbao
Plaza Arriquíbar 4, Bilbao
Hasta el 26 de septiembre de 2021

Leemos en el cartelón de la entrada a la exposición en el Azkuna Zentroa:
“Si hay una constante en el trabajo de Ana Laura Aláez es hablar desde la vulnerabilidad. Sólo negociando desde ahí se accede a esos lugares imaginarios donde el arte deviene un lugar fascinante en el que se concentra lo mejor y lo peor de nuestra naturaleza”.

Y más adelante, “un diálogo poroso basado en la repetición que incide en lo inconcluso de las estructuras y en el poder de las resonancias […] Una negociación continua con lo mutable…”.


Magnetizados por ese texto sugerente, brillante, prometedor, pasamos a la gran sala para darnos de bruces con calzoncillos, bragas y sostenes colgados de perchas, bodis de Marvel, vaqueros y camisetas en las paredes y por los suelos, fetiches de un sex shop, suplementos y accesorios sacados de un escaparate de la Gran Vía…

Pero los textos siguen a lo suyo, disociados generosamente de lo que describen: “Instrumentos de sometimiento y dolor revertidos en formas que, como inexplicables coleópteros férreos, vuelan en libertad… Relaciones triangulares que rompen ese eco […] que categoriza nuestro pensamiento como inestable, fragmentado, torcido…”.

Los corsés, dildos, tigras y felinas colgadas de los techos… parecen “como si lo tridimensional insistiese en retener viva una herida… cuando se decide revelar lo que era impensable…”.

Los arneses, cueros, pinchos, vulvas y pantalones preservativos, una “androginia más allá de portar una sexualidad no binaria […] androginia primordial […] barrera externa que permite penetrar y ser penetrado. Profiláctico para defenderse del miedo por la contaminación del mundo de los otros…”.

Pues sí, K tenía razón: la palabra no es la cosa.

Piezas de la exposición ‘Todos los conciertos, todas las noches, todo vacío’, de Ana Laura Aláez, en Azkuna Zentroa de Bilbao.

Aunque no en todos los casos. Como era de suponer, las cazadoras crucificadas al estilo Kounellis con cabeza-espiral-agujero-puño-esperma-nudo… son, sin duda, “un intento de romper estereotipos de género, un grito contra la losa patriarcal, una celebración de las políticas de la noche”.

Y a pesar de todo, al doblar un recodo ahí están, en una urna de cristal, las pieles de naranjas zurcidas: espirales de piel mostrando la ausencia de la carne que una vez le dio sentido. Lo incompleto, lo orgánico, eso que falta porque se ha corrompido y desintegrado, porque no era nada, pero que al existir y desaparecer demostraba la vacuidad de toda existencia… y su paradoja admirable.

El texto lo dice así: “La acción de pelar un cuerpo para que emerjan otras capas a la superficie. Ocultar agujeros, deficiencias, erosión, cicatrices, negación, desarraigo, frustración, decepciones, traición, el reverso hueco. […] Materializar aquello que no se sabe qué es…”.

La cosa es por fin, aquí sí, la palabra, y la artista con esta pieza nos recuerda lo que ella es. En cuanto al resto, nos ha servido para admirar la obra de los técnicos encargados de la instalación.

Vista de la exposición ‘Todos los conciertos, todas las noches, todo vacío’, de Ana Laura Aláez, en Azkuna Zentroa de Bilbao.

Iñaki Torres