#MAKMAMúsica
‘Benedetterías’, de Ana Lloris
Panorama Flamenco
Teatre Talia
Caballeros 31, València
19 de septiembre de 2023
En el camerino en el que nos recibe la bailaora valenciana Ana Lloris el tiempo transcurre en el aún. Aún no han abierto las puertas del teatro, pero el murmullo de los asistentes va cogiendo volumen y será un clamor instantes antes de que la directora de la compañía flamenca Anititrán pise el escenario del Talía. El reloj aún no amenaza, pero el espacio de tiempo en que se asoman varios rostros con rictus variable es cada vez menor. ¡Mucha mierda!, deja caer un técnico en la puerta, y se marcha. Para verlo hay que estirar el cuello.
Una bata flamenca parte la estancia como una montaña que se hubiera roto y hubiese quedado en medio del pasillo, pendiente de que alguien recoja los restos. Esa avalancha de magma solidificado que parece que ha salido de la pared, sangre encendida, no intimida tanto por su figura, que parece respirar sola, sino por su ejemplo. Lloris inició su carrera subiendo los peldaños de tres en tres. Con ‘Entre Blanco y Negro’ (2014) y ‘Que flamenca sóc’ (2016), ‘Benedetterías’ (Teatre Talia) completa una tríada de proyectos que empezó cuando cambió Valencia como domicilio por Madrid en 2010.
En el centenario del nacimiento del poeta uruguayo Mario Benedetti, Lloris celebra el legado de los poemas más conocidos del oficinista que se convirtió en escritor. Como con la bata que parece tener vida propia, la bailaora atiende a la respiración de los versos, con su contracción y relajación de músculos y diafragma, y urde un espectáculo creado por sedimentación, añadiendo una capa más a lo que ya se ha leído y recordado muchas veces.
Muchos poetas han sido cantados por los flamencos: Juan Ramón Jiménez, Lorca, Miguel Hernández, Garfias, Machado, Pedro Salinas, Manuel Alcántara… y una larga lista. ¿Cuándo caíste en que Benedetti era bailable?
Mario Benedetti apareció en mi vida antes que el mismísimo flamenco. Gracias a mi madre, a la que siempre le ha gustado la poesía, ha estado presente, igual que Lorca, Neruda, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado. Durante la infancia escuchábamos mucho a Nacha Guevara, mi madre nos ponía siempre sus canciones, sus letras, tenía un póster también de ‘Hagamos un trato’ en un antiguo piso, así que ha sido bastante cercano para mí. Hice un trabajo en el instituto en el que elegí a este poeta; pude intimar más con su poesía, en su forma de expresar, de contar, y acabé identificándome con sus ideas y con su forma de ver la vida.
Después fue cuando apareció el flamenco. Empecé a introducirme en la danza y conocí el flamenco más bien de casualidad, pero me enamoré totalmente. A los 18 años o así, y después de muchos años sin parar -como empecé tarde, lo hice sin interrupciones- te das cuenta de la necesidad de contar desde tu propia personalidad, desde lo que es muy significativo para ti.
Ahí aparecieron todas las ganas de homenajear a este autor, que para mí ha significado tanto y me ha acompañado mucho en la transformación flamenca. Recuerdo mucho mis años de Madrid, estudiando y queriendo ser bailaora y sintiendo puedo, no puedo, no lo sé, bueno, esa lucha interna y su poema ‘No te salves’ era para mí un credo, porque te invita a no conformarte, a salirte de la zona de confort. ‘No te salves’en mi periodo de aprendizaje flamenco cuando me fui de Valencia me sirvió para nutrirme, aprender y construirme como bailaora.
Ese tránsito entre la danza y el flamenco es una frontera muchas veces peligrosa. Más de uno ha salido con arañazos. ¿Has tenido alguna dificultad para pasarte de un lado al otro?
Conocí primero la danza a través de las danzas urbanas, pero muy poquito. Me enamoro del baile, de la danza, y entonces es cuando quiero profundizar y tomármelo en serio. Cojo la disciplina de flamenco en los estudios profesionales de danza. En ese momento ya es una intromisión absoluta en el flamenco, en la danza española, porque he estudiado la disciplina, pero sé que es el flamenco el que me mueve y me lo remueve todo. Pasados unos años te preguntas ¿quién soy yo?
No soy ni de Triana ni de Jerez ni he escuchado flamenco toda mi vida, entonces buscas un poco quién eres tú dentro del flamenco. Yo puedo bailar en un tablao y expresarme como una bailaora, pero después de muchos años y siendo honesta conmigo misma, a lo mejor no soy ese prototipo que se refleja.
Amo el flamenco, pero soy más esta Ana de hoy o la de ‘Que flamenca sóc’, a través de mi compañía Taconterra Dansa, que codirijo con Julia Jiménez, otra bailaora valenciana. Esa búsqueda interna que se entienda, por favor, no significa bailar nunca de mentiras, siempre desde una verdad.
De experimentos que han ocurrido en un escenario con la danza no vamos a hacer un repaso porque serían infinitos. Pero sí hay uno con el que me quiero quedar, y es el de Sara Baras bailando el articulado de la Pepa, la Constitución de 1812, que, así como texto, tampoco es que sea muy placentero. Pero en el caso de los poemas, que crean una imagen concreta en la cabeza del lector, ¿suele haber choques entre el mundo sugerido por Benedetti y recreado por el espectador y el que tú misma has evocado?
Para bien o para mal hay pocos referentes en danza y Benedetti. Sí que hay uno de los… ¿cómo es? ‘Los flamencos cantan y bailan a Mario Benedetti’, una comunidad flamenca de Uruguay que le hizo un homenaje. Apenas vi un vídeo que luego no he vuelto a encontrar y que era la letra de ‘No te salves’ por martinete.
No lo recuerdo demasiado bien. Los poemas elegidos siempre me han acompañado y leyéndolos pensaba que podía entrar genial por algún palo, porque Mario Benedetti es un poeta con mucho soniquete, con mucho ritmo, y esa guasa le que viene genial al flamenco. Esas pausas, esas sensaciones que transmite…
¿Qué es lo más arriesgado de convertir en carne en movimiento lo que está entintado en papel?
Benedetti es un poeta muy jocoso, con mucha guasa, incluso a la hora de tratar temas muy dolorosos o muy serio. Sabe sacarles partido. Unas veces tiro por ahí, otras veces por la denuncia social que siempre está presente en el poemario de Benedetti, y a lo mejor eso me arranca a bailar una soleá. Podría haber sido la seguiriya o cualquier otra cosa. Me dejo llevar por las sensaciones que el poema me provoca, o bien para un palo busco un poema que Benedetti me ofrece.
La poesía de Benedetti suena a letra resultona, de canción pegadiza. Más para un grupo indie o pop que para flamenco, todo sea dicho. ¿Cómo lo has leído tú?
Lo más difícil ha sido ser fiel al sos uruguayo. O al vos. Aparte de algunas cositas así, ha sido fácil adaptar sus letras tanto para el cante como para ser recitadas, porque hay voces en off en el espectáculo. Tengo que decir que no ha sido difícil gracias a el equipeti que tengo, que es un equipo maravilloso formado por Desiré Paredes al cante, Daniel Yagüe a la guitarra, Elba Puerta al violín y con la dirección escénica de Amalia Hornero, que nos ha acompañado durante todo el proceso de investigación y pudimos tener una residencia en dos o tres semanas y nos pusimos a trabajar. Yo tenía muy claro qué poemas quería y algunos con qué palo iban a encajar. Fue un proceso creativo maravilloso del que todos guardamos muy buen recuerdo.
Se insiste en que el baile ha quedado algo atrás como disciplina, junto al cante, y por detrás de la guitarra. ¿Qué le falta al baile flamenco de hoy? ¿Qué le sobra?
Creo que depende de dónde se mueva. Si es el espacio genuino del tablao, el baile está en su sitio, perfecto. Es verdad que el baile es lo más vistoso y que a veces en un espectáculo la guitarra queda relegada a un tercer plano, pero tiene un trabajo increíble. Hay figuras que están llevando la guitarra a lo más alto.
Hemos visto que en el escenario hay una máquina de escribir. Por el contexto literario se explica su presencia, pero es un elemento estrafalario fuera de la interpretación de Leroy Anderson, autor de ‘La máquina de escribir’.
La idea surgió de la necesidad de buscar un espacio instrumental para un número que hemos llamado ‘Los tangos de la tecla’. Benedetti tiene una historia que transcurre en una oficina, los poemas con los que se hizo famoso y como era mecanógrafo se nos ocurrió usar la máquina de escribir. Desi, la cantaora, se ha formado muchas veces con percusión y cuando le pusimos la máquina delante fue un show. El ensayo fue maravilloso.
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