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Desayunos MAKMA
‘La cultural como necesidad’
Con Ana Noguera y Luis Trigo
Entrevista de Merche Medina y Salva Torres
Fotografías: Fernando Ruiz
Col·legi Major Rector Peset
Plaça del Forn de Sant Nicolau 4, València
Si al carro de la cultura, como sentenció Santiago Ramón y Cajal, le faltaba la rueda de la ciencia, es hora de invertir los términos y proclamar: al carro de la ciencia le falta la rueda de la cultura. Al menos, tras escuchar a quienes compartieron los ‘Desayunos MAKMA’ en el Col·legi Major Rector Peset: Ana Noguera, doctora en Filosofía de la Universitat de València y miembro del Consell Valencià de Cultura, y Luis Trigo, presidente de la Fundación El Secreto de la Filantropía.
Ambos coincidieron a la hora de subrayar ese hecho: que la cultura ha ido siendo cercenada en favor de la ciencia, sobre todo en su vertiente más tecnócrata, privilegiando la objetividad –sin duda, necesaria– en detrimento de la subjetividad como vía igualmente válida de acceder al conocimiento crítico.
También se mostraron de acuerdo al señalar la importancia de poner en marcha una ley de mecenazgo que, aunando las fuerzas de lo público y lo privado, sirva para impulsar un sector cultural tradicionalmente frágil. De hecho, ambos subrayaron que la Ley de Mecenazgo de la Comunitat Valenciana es una de las mejores a nivel autonómico, pero que, sorprendentemente, aún duerme en los cajones de la Administración a falta de que alguien tenga la firme determinación de impulsarla.
“Las leyes no las debes de dejar solas, sino que necesitan una implementación de medidas. Con la ley de mecenazgo se ha hecho una ley muy bonita, pero que no se ha cumplido en casi nada”, afirma Trigo. “Yo es que creo que la Administración pública no se cree lo del mecenazgo”, resalta Noguera, para quien los unos –de izquierdas– “le tienen mucho miedo al sector privado”, y los otros –de derechas– “temen que se les puedan colar los titiriteros”.
¿Qué entendéis por cultura?
Ana Noguera (AN): La cultura es la parte esencial que nos hace seres humanos y que pienso que hemos ido cercenando durante el siglo XX, principalmente. Es la necesidad de hacer cosas que se vinculan con nuestra imaginación. Y eso es lo que nos hace diferentes. De alguna manera, todos somos creadores y consumidores culturales, desde una buena cocina, a un buen bordado o a un buen cuidado, que también es cultura, y lo que nos diferencia como especie de otros animales vivos.
Y digo lo de la cultura cercenada durante el siglo XX porque creo que se le ha dado más campo a la cultura científica y tecnológica, lo cual está muy bien, ya que son también parte de la cultura, pero se han separado entendiendo que se trataba de campos distintos.
Se ha especializado el conocimiento, al que se le da objetividad, rigor, y parece que ese es el conocimiento formativo que vale, dejando el otro campo, el de la cultura, como del lado de lo titiritero, de sobrante, de ocioso.
Y pongo como ejemplo el caso del niño que ahora le dice a su padre que quiere ser bailarín, en lugar de abogado, y a ese padre le da poco menos que un síncope. De manera que hemos dividido los saberes: uno es útil y productivo, y el otro es ocioso, cosa que no pasaba en la filosofía clásica desde los griegos. Y mientras el primero corre mucho, el segundo, relacionado con la imagen del ser humano que queremos, no va parejo. Hay que decir, además, que la cultura no solo es creativa, sino que es crítica siempre.
Luis Trigo (LT): No puedo estar más de acuerdo con Ana, porque yo he sido abogado, conocido, exitoso, y ahora me dedico al mundo de los titiriteros [risas]. Pienso que los mejores frutos del ser humano son la cultura y la ciencia, de manera que no debemos ponerlas en competencia, sino apostar por ambas.
La neuróloga Rita Levi-Montalcini decía que el ser humano en el último siglo y medio había avanzado a pasos agigantados en el campo de las ciencias y, en cambio, había quedado retrasado en el de las ciencias sociales; que éramos capaces de curar enfermedades o de llegar a Marte, pero incapaces de dialogar y de generar consensos. La cultura, por tanto, es el fruto de un matrimonio entre la historia y el conocimiento.
Le dedicamos muchísimos recursos a la educación, que son muy necesarios, pero muy pocos a la cultura, que es precisamente la que hace que se perciba como valiosa la educación. La cultura es siempre manifestación de lo mejor del ser humano y respuesta a muchos de los interrogantes que tenemos como individuos.
Además, el derecho a la cultura está recogido en nuestra Constitución y el compromiso con la cultura es de toda la sociedad; sociedad que está insuficientemente vertebrada. Y aquí introduzco a la empresa que, en tanto generadora continuamente de valor, es un operador fundamental.
Si a la empresa le incorporas, como un elemento medular, su responsabilidad con la sociedad, entonces se convertirá en un activo relevante. La responsabilidad social corporativa se ha llevado mucho más al campo del medio ambiente o de los derechos civiles y no tanto al de la cultura.
¿Por qué la cultura debe ser imperiosamente necesaria? Y, aún más, ¿se percibe como necesaria por el conjunto de la sociedad o tan solo por quienes se dedican a ella?
AN: Creo que hemos hecho un sistema económico y social donde la cultura es el anti, el antisistema que te hace pensar, cuestionarte, y necesitas tiempo fuera del sistema productivo para hacer cultura o para disfrutarla. Entonces, en un sistema que se ha hecho excesivamente productivo, donde solo vale la cuenta de beneficios, pues la cultura se ha convertido en lo contrario, en ese anti ya mencionado. Y a mí me parece que a lo largo de la historia solo ha habido un momento de equilibrio que es el Renacimiento, donde se descubre al ser humano sin tener que estar pendiente del más allá; donde se pone al ser humano en el centro de la reflexión.
LT: El Renacimiento lo que hace es volver al platonismo y volver a Grecia, pero tiene distintas lecturas. Yo hago la siguiente: ¿por qué triunfa el Renacimiento? Porque se apoya en las clases económicamente pudientes. Es decir, que no tiene que haber una pugna. El cuadro de Rafael Sanzio ‘La escuela de Atenas’ refleja el mundo del pensamiento, de la cultura, colocado en el centro de la obra, lo pone al servicio de la sociedad y la sociedad lo recibe con el apoyo de todos los banqueros.
AN: En ese cuadro, las dos figuras centrales son Platón y Aristóteles, el primero con la mano levantada significando el idealismo, y el segundo (yo soy muy de Aristóteles), con la mano hacia abajo apuntando el realismo.
A tenor de esa ligazón que se da en el Renacimiento entre el arte y los mecenas que apuestan por él, convendría abordar la cuestión de la ley de mecenazgo. ¿En qué consiste, para qué sirve?
LT: La ley de mecenazgo es una ley de estímulo al mecenazgo. Es decir, no es una ley que regule a los mecenas, sino que regula el modo en que se estimula a la sociedad para que, precisamente, apoye el objeto de la ley, que es la cultura y la ciencia.
AN: El primer trabajo que nosotros hicimos en el Consell Valencià de Cultura, analizando la ley de mecenazgo español, lo hicimos a los diez años de la ley, es decir, en 2012, y todavía está esa ley esperando algún retoque, porque ha pasado ya tiempo suficiente.
Creo que se ha adelantado mucho en el campo legislativo autonómico en cuanto a leyes de mecenazgo. De hecho, la Comunidad Valenciana tiene una muy buena ley de estímulo al mecenazgo. Pero, ¿qué es lo que falla? Pues que yo misma ahora sería incapaz de decirle a una asociación o mecenas particular qué pasos debe seguir. Falta comunicación y saber para qué sirve.
El mecenazgo no puede nunca sustituir a una política cultural pública. El mecenazgo sirve para vincular y conectar a la sociedad, hacer pedagogía, porque todos de alguna manera ya estamos haciendo micro mecenazgos mediante crowdfunding, pero no tenemos conciencia de eso. Entonces, se trata de hacer la pedagogía social que muestre la importancia de esas aportaciones económicas a la cultura y que la implicación ciudadana es importante.
En su momento, hubo dos instrumentos muy buenos: una oficina del mecenazgo y un consell asesor del mecenazgo. El problema es que la oficina se puso en marcha con dos personas, sin ningún tipo de recursos, donde lo único que hacían era tramitar aquellas solicitudes que les llegaban y pasárselas al consell asesor. Jamás se hizo una campaña mediática de publicidad, de información, de difusión.
El primer año que se reunió ese consell asesor, recibimos veintiocho proyectos, y cuatro años después, en 2023, tuvimos seis. ¿Razones? La gente que presentó esos primeros proyectos pensó que era una subvención directa, y lo que les dijimos es que no era así, sino que tenían que encontrar mecenas, patrocinio, y a esta gente se le desgravará en su declaración de renta. Y así fue como iban cayendo el número de proyectos presentados.
De manera que eso es algo que no lo saben los particulares ni las asociaciones ni los ayuntamientos, nadie. Lo que falló es que no se publicitaron proyectos, no se promovió el reconocimiento social, no se promovió la elaboración de un plan de mecenazgo cultural por parte de la Generalitat, no se fomentó la participación de sectores sociales.
De forma que tenemos una buena ley, y eso pasa mucho en este país, pero que nadie la pone en marcha. Y hoy en día sería más necesario que nunca su activación, porque todos estamos haciendo donaciones para ayudar a los afectados por la DANA. Es un momento ideal para poner en marcha un plan de mecenazgo cultural, más allá de las ayudas que hay que hacer por parte del Estado.
LT: Yo soy un ciudadano crédulo: me creo las leyes, me creo lo que dice la Constitución, me la leo muy bien; de manera que creo en el sistema, porque el sistema no se crea a sí mismo. Sabéis que se dice que España es el país del conocimiento: conozco a fulanito, conozco a menganito [risas]. Y ese conocimiento funciona.
Entonces, cuando tú vas a cara descubierta, creyéndote la ley, sorprende. Por eso digo que nuestra democracia está por trabajar, porque ha de resultar creíble, transparente, objetiva, y yo peleo por eso.
¿Cómo veis, entonces, la convivencia entre lo público y lo privado?
LT: Si uno lee la Constitución, el llamamiento que se hace al acercamiento de la cultura a los ciudadanos, es como un derecho de lo que no es exigible ante los tribunales. Es como el derecho de acceso a la vivienda.
La obligación de las Administraciones públicas es tutelar e impulsar y como tienen una estructura muy grande, pues muchas de las herramientas de difusión de la cultura están en manos de los poderes públicos. Por eso ha de haber también instituciones privadas. El mecenazgo tiene que servir para conectar ambos ámbitos y establecer un diálogo.
AN: En esa conexión que planteas, me parece importante señalar el modelo francés, porque tiene muchos años y nos llevan ventaja en esto. El Estado no devalúa la cultura, sino todo lo contrario, poseen ese chovinismo de lo propio de su cultura, pero tiene una gran capacidad de colaboración público-privada.
Por eso entendimos en su momento que en la ley de mecenazgo valenciana debían estar los grandes empresarios, porque proyectos como los de Hortensia Herrero o Bombas Gens no entraban en esa ley, y esos recursos importantes y fuertes seguirán sin entrar si no se modifica.
LT: El gran problema histórico vino de la mano de la crisis económica de 2007. En España había una economía social, que hacía mucho por la cultura y que eran las cajas de ahorro, las cuales entraron en una dinámica muy contraria a lo que eran sus objetivos, transformando la banca social en una banca muy productiva para promoción inmobiliaria.
De manera que esa dinámica nefasta lo que hizo fue cargarse la mitad del dinero que se dedicaba en España a la cultura. La banca adquirió 60.000 obras de arte contemporáneo hasta 2005 y la mayoría está depositada en los almacenes de los bancos. Ese grifo dejó de existir, de forma que lo que hay que hacer ahora es volver a involucrar a la sociedad y a los operadores económicos para que vuelvan a ser financiadores de proyectos culturales.
Las leyes no las debes de dejar solas, sino que necesitan una implementación de medidas. Con la ley de mecenazgo se ha hecho una ley muy bonita, pero que no se ha cumplido en casi nada.
AN: Yo es que creo que la Administración pública no se cree lo del mecenazgo y me refiero a los políticos, tanto de un color como del otro. Yo, que soy persona de izquierdas, tengo que convencer a los míos de que el mecenazgo es bueno, porque son reacios. Y quienes deberían creérselo, que son la gente conservadora, pues tampoco, y tengo la impresión de que se debe al miedo de perder el control. De manera que por una parte se le tiene mucho miedo al privado que pueda entrar y, por la otra, se tiene el temor de que se puedan colar todos esos titiriteros de los que hemos hablado. Con lo cual, nadie la pone en marcha.
¿Qué medidas adoptaríais para reactivar un sector cultural siempre frágil, ahora que se encuentra lastimado por un nuevo azote, en este caso, por el temporal de la DANA?
LT: Al conseller de Cultura [José Antonio Rovira] habría que transmitirle la necesidad de actuaciones rápidas en el sector. Y luego, desde el ámbito privado, tratar de transmitir a la población la necesidad de que vuelva la actividad. Hay que seguir haciendo cosas y programando actividades. Parece duro, porque la precariedad en el sector es la nota dominante.
AN: Es que el sector cultural valenciano es muy minúsculo, de compañías y negocios muy pequeños, con una estructura muy vulnerable, y eso requiere de un régimen administrativo distinto. Además, ahora no estamos todavía en la fase de reconstrucción, sino en la de limpieza.
LT: Es el momento de calibrar los daños, de concretar lo que ha pasado y de evaluar los recursos para poner rápidamente en marcha las cosas.
¿Veis cualificados a los cargos políticos para llevar a cabo esa reconstrucción y poner en marcha demandas como, entre otras, la mencionada ley de mecenazgo?
AN: Ahí, el mayor daño que me ha producido esta etapa es ver cómo se maltrata a profesionales de verdad, casos de Joan Cerveró [cesado como director adjunto de Música y Cultura Popular] o Nuria Enguita [exdirectora del IVAM]. Es curioso, pero es un sector en el cual no se privan de maltratar al que es profesional.
LT: La cultura, en la medida en que es uno de los elementos basales de la sociedad, necesita una estructura organizativa propia, no puede ser algo de corte oportunista: ahora la pongo, ahora la quito.
Y, por otro lado, es una de las áreas más difíciles, porque es muy compleja, tanto desde el punto de vista administrativo como del de su relación con los diferentes sectores, con el público.
Hay una enorme frivolidad en su tratamiento, pero no porque la cultura sea algo frívolo, sino porque son frívolos quienes tienen que decidir sobre ello. De manera que ahí tienen que ir los mejores y el problema es que no van los mejores.
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