#MAKMALibros #MAKMAEntrevistas | Ana Penyas
‘Todo bajo el sol’
Salamandra Graphic, 2021
Un triunfo artístico precoz conlleva un alto precio porque se crean expectativas difíciles de superar. Esa tensión es la que sentía Ana Penyas al abordar su tercer proyecto, ‘Todo bajo el sol’, tras el gran éxito que obtuvo con ‘Estamos todas bien’ (ambos en Salamandra Graphic) cuando contaba con tan solo 29 años y cuya publicación le valió ser la primera mujer ganadora del Premio Nacional del Cómic, entre otros galardones. “Reconozco que estaba nerviosa, pero después de verlo terminado y la aceptación que ha tenido, puedo relajarme y dedicar un tiempo a recargar las pilas. Estoy satisfecha”.
Y bien que puede estarlo, porque ‘Todo bajo el sol’ es mucho más que un cómic o novela gráfica: un estudio sociológico sobre la evolución de España desde 1969 a 2019, antes de la pandemia que vino a cambiar el mundo. Una obra caudalosa que exige ser revisitada una y otra vez para captar toda la información que incluye en sus páginas.
Bajo falsa apariencia de sencillez, con unos dibujos que en ocasiones parecen trabajos infantiles –“me gusta engañar”, bromea Penyas–, mete el lápiz en la llaga supurante de varias generaciones de españoles, cómplices y víctimas, a la vez, de un expolio que ha reducido gran parte de este país a balneario y terraza de ocio de Europa.
Lo hace a través de la historia de una familia de clase baja, común y corriente, que representa la evolución experimentada por los españolitos de a pie a lo largo de las últimas decadas. Los abuelos agricultores, el padre camarero, el hijo paleta, y su hermana –que ha estudiado una carrera–, becaria en una empresa extranjera.
El paisaje en constante mutación centra el relato; un paisaje en el que las huertas y alquerías dan paso a hileras de hoteles y bloques de apartamentos. “El verdadero protagonista es el territorio y tenía que estar vivo, no podía ser un fondo estático. Lo he construido gracias a mis recuerdos, a mis fotografías y las de muchos archivos que he consultado. Mi experiencia personal está reflejada, sobre todo, en el paisaje. Mis padres viven en la frontera de València con la huerta y estoy acostumbrada a esa mezcla de huertas con grúas y edificios. Hay mucho en el paisaje de mi vida, pero no tanto en los personajes”.
Aunque se inspiró en Cullera, el lugar que describe bien podría ser cualquier fragmento de la costa, donde sus habitantes originales fueron expulsados para crear paraísos artificiales que funcionan unos meses al año.
Penyas visualiza el paso del tiempo utilizando, habilmente, distintas tonalidades de color y también un recurso muy eficaz: los carteles publicitarios que muestran los reclamos del creciente consumismo. “Me pareció muy importante darles mucho peso a los anuncios porque reflejan los deseos que hay detrás, lo que se le dice a la sociedad que debe ambicionar en cada momento”.
El relato de ficción se engarza con elementos documentales, como una guía de la dictadura sobre el turismo, el fragmento de un programa de sobremesa de la televisión autonómica valenciana, un documental alternativo o un reportaje de TVE, que acentúan el carácter de crónica realista sobre un pasado, relativamente próximo, que ha dejado huella irreversible en el territorio y el sistema económico de nuestro país.
Penyas habla de un tiempo que no ha vivido, dibuja playas vírgenes de cemento por las que nunca paseó. Y, como todos los buenos narradores, lo hace destilando experiencias ajenas y absorbiendo pasajes y experiencias del pasado que han llegado a ella por la historia escrita y oral. A su sensibilidad, madurez y firme compromiso con sus gentes, se suma la depurada técnica; una técnica muy personal que ha generado un estilo reconocible –cuya máxima expresión es el uso del color– en este álbum más intenso y variado que en sus anteriores trabajos.
Las primeras páginas –que representan a los pescadores faenando con sus barcas en la playa, junto al turista que planta su sombrilla y su toalla– son una elocuente declaración de principios: una imagen vale más que mil palabras. “No soy una persona que lleva veinte años dibujando y, de repente, cambia. Estoy aprendiendo y eso se refleja en mis dibujos. Este libro está más cerca de mis trabajos en la ilustración».
«Aquí el transfer y la foto –prosigue– tienen un marcado protagonismo porque me apetecía mucho apelar al recuerdo, aunque hay cosas que no he podido usar por tema de derechos. Este cómic mezcla lo elaborado y lo naif, y esto tiene que ver con los tiempos porque tenía que hacer una página por día. El nivel de ejecución lo marca el tiempo, y no podía recrearme más. Pero he aprendido otra estética; ha sido divertido salirme de lo que sé hacer, y disfrutarlo”.
El ocio de los jóvenes ocupa las páginas centrales en una atmósfera nocturna. “Los años noventa en València fueron muy fuertes, años de neoliberalismo salvaje. Creo que la Ruta del Bacalao no se ha tomado en serio, y es un retrato generacional de un montón de chavales. Yo no la viví en directo, pero estaba tan presente en todo que, al final, te llegaban sus efectos”.
Su libro aborda, también, otra secuela nefasta del turismo de masas: la gentrificación de ciertos barrios. “Yo no he visto el paisaje en la costa mediterránea libre de grandes edificios, pero sí la gentrificación de los barrios. Es algo que va muy rápido: si pones la cámara en una calle que se está gentrificando, en solo un año ya ha cambiado su aspecto”, concluye Ana Penyas.
Ella es una de las diez creadoras de cómic nacidas o formadas en València que forman parte de ‘Mujeres al borde de un ataque de viñetas‘, que exhibe la Facultad de Geografía e Historia hasta el 23 de abril–. Una exposición organizada por el Vicerrectorado de Cultura y Deporte, a través del Aula de Cómic, con el apoyo de la Cátedra de Estudios del Cómic Fundación SM-Universitat de València.
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