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‘Hasta que empieza a brillar’, de Andrés Neuman
Editorial Alfaguara, 2025
El ‘Diccionario de uso del español’, de María Moliner –o, simplemente, ‘El Moliner’–, fue durante décadas un titulo imprescindible en toda biblioteca. Una guía perfecta para adentrarse en los vericuetos de una idioma hablado por cientos de millones de personas en todo el mundo. Un tesoro lingüístico consultado y valorado a uno y otro lado del Atlántico.
Sin embargo, solo un reducido número de personas conocía hasta ahora la personalidad singular de su autora, los avatares de una vida plagada de luces y sombras, y el gran mérito de construir en soledad, a lo largo de quince años, una obra magna de esta naturaleza.
Cuando se cumplen 125 años de su nacimiento en Paniza, un pequeño pueblo aragonés, su figura adquiere el relieve que merece gracias al último libro de Andrés Neuman, ‘Hasta que empieza a brillar’ (Alfaguara, 2025), cuyo título alude a un poema de Emily Dickinson que expresa el amor a las palabras que sentían tanto la poetisa solitaria como Moliner… y siente el propio Neuman.
«Me enamoré de doña María hace treinta años, en mis tiempos de estudiante de Filología», dice Neuman. «Su diccionario y el de Casares eran mis preferidos y siempre tuve el presentimiento de que iba a novelar sobre ella. Este libro es el desenlace de un largo recorrido, pues su proceso de documentación y desarrollo fue interrumpido: primero, por la pandemia, y, acto seguido, por el nacimiento de mi hijo, que me abrumó, inspirándome a escribirlo», dice Neuman, autor de ‘Umbilical’ y ‘Pequeño hablante’, un par de libros dedicados a su primer vástago, Telmo.

«Curiosamente, cuando empecé a describir a mi hijo el nombre de las cosas, establecí una fuerte conexión emocional con doña María, y culminé ‘Hasta que empieza a brillar’ coincidiendo con la celebración de su 125º aniversario, lo que, indudablemente, le dará mayor difusión».
De la A a la Z
Neuman relata la vida de la lexicógrafa y bibliotecaria, a caballo de la historia y de la ficción, a partir de una sugerente hipótesis: «¿Y si su diccionario fuese también una suerte de autobiografía oculta? Releerlo detenidamente fue un ejercicio literario que me colmó de placer y asombro, pues al ser obra de toda una vida, concebida en la plenitud de la madurez, rezuma sabiduría y el fruto de las enseñanzas acumuladas por las múltiples adversidades sufridas».
Así, palabra a palabra, se despliega la vida de doña María, cuyo primer trauma fue la defección de su padre, médico de profesión que, después de trasladarse a Buenos Aires, abandonó a su esposa y tres hijos, dejándoles en situación precaria. María se recompuso y, a base de trabajar, logró pagar sus estudios y ganar la oposición al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios.
En Murcia, contrajo matrimonio con Fernando Ramón, catedrático de Física y divulgador de Einstein, y, a principio de los años 30, el matrimonio y sus dos primeros hijos se trasladaron a València, donde nacieron otros dos.
«En València, transcurrió la época más intensa e interesante de su vida, tanto cuantitativa como cualitativamente. En la capital del Turia, alcanzó su cenit personal y profesional como directora de la Biblioteca Universitaria y artífice de una red de bibliotecas rurales que le hizo viajar y conocer muy a fondo la Comunidad Valenciana, aparte de dotarla de una idea ancha y profunda de la lengua, de una visión no patrimonialista del lenguaje que plasmó en su ‘Diccionario’ y que es muy apreciada en Latinoamérica».

Tras el auge, llegó la caída. Sometida a un expediente de depuración por su actividad cultural en la República, cayó en picado dentro del escalafón de los funcionarios públicos. La humilde biblioteca de la Escuela de Ingenieros de Madrid fue su destino. Pero ella hizo de tripas corazón y, en un piso de la calle El Quijote –lugar simbólico–, emprendió en solitario, ya con 50 años, su obra magna, ‘El diccionario de uso del español’, con 80.000 entradas, el doble que el de la Real Academia.
María Moliner conversa con Dámaso Alonso
Cuando su amigo Dámaso Alonso –poeta y director de la prestigiosa editorial Gredos, al que conoció en València al final de la Guerra Civil- comprobó, atónito, la calidad de su trabajo decidió editarlo en dos tomos, el primero aparecido en 1966. Luego, se propuso su ingreso en la Real Academia de la Lengua, que dirigía Alonso, pero la propuesta no próspero. Fue Carmen Conde la primera mujer en romper la barrera de género en la venerable institución.
A modo de cuñas, Neuman intercala en la historia de doña María cuatro fragmentos de una conversación imaginaria entre ella y Dámaso Alonso, en la que este le comunica que su candidatura a la Real Academia que él dirige no va a prosperar. «Dámaso Alonso es una figura histórica y cultural muy interesante, un personaje lleno de matices que, aparentemente, vivía cómodo en el Régimen, pero que tiene una herida como muestra en ‘Hijos de la ira’».
«Con esta conversación, quería plasmar la situación ambigua y las explicaciones embarazosas que debieron surgir entre ambos ante el hecho de que la Real Academia, que Alonso dirigía, no aceptara a Moliner por ser mujer, por su pasado de roja y, posiblemente, por la envidia que suscitó en algunos el éxito de su ‘Diccionario’».
Una catedral de palabras teñida de dramatismo
La última etapa de la vida de Moliner se tiñó de dramatismo. Su marido perdió la vista y, ella, la memoria a causa del Alzhéimer. «Fue una paradoja cruel y brutalmente poética. Una de las mejores lexicógrafas del mundo, que levantó ella sola una catedral de palabras, se quedó vacía de palabras. Su situación me recuerda a uno de los personajes de ‘Cien años de soledad’, cuyo autor, García Márquez, consideraba el ‘Diccionario’ de Moliner ‘el más completo, útil y divertido de la lengua castellana’».
«La vida de doña María fue insólitamente literaria. Cuando alguien se sorprende de que haya dedicado tanto tiempo a contarla, mi respuesta es que lo realmente asombroso e inquietante es que no se hayan escrito varias historias más inspiradas en su figura», concluye Andrés Neuman.
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