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‘Fragmentos de vida’, de Anne Marie Éluard
Estudio de Sebastián Nicolau
Puerto Rico 49, València
Jueves 27 de marzo de 2025
El erotismo, dice Georges Bataille, es “una experiencia vinculada a la vida, no como objeto de una ciencia, sino como objeto de la pasión o, más profundamente, como objeto de una contemplación poética”. Anne Marie Éluard, que el pasado 27 de marzo presentó el libro de fotografías eróticas ‘Fragmentos de vida’ en el estudio de Sebastián Nicolau, camina por ese sendero de la pasión asociada a la observación poética.
En ese su primer libro de fotografías con clara sensualidad erótica, en el que reúne 44 imágenes realizadas en octubre de 2024 entre la ciudad de Los Ángeles y el desierto de Mojave, en California, Éluard aprueba la vida dejándose llevar por cierto lirismo onírico estampado en la atmósfera evanescente de unos cuerpos desnudos que tan pronto desean fusionarse con la naturaleza como desdoblarse en otros cuerpos, en una suerte de danza fantasmagórica.
El vértigo de la desnudez, la fascinación que genera esa danza, atraviesa el conjunto de fotografías que constituyen esos ‘Fragmentos de vida’, dotando al libro de un carrusel de imágenes que van desfilando por sus páginas a modo de juego en el que se van disolviendo los cuerpos, sus formas constituidas, con la intención de fusionarse con el entorno.
Diríase que Anne Marie Éluard, en la búsqueda de cierta belleza –tal y como apunta en su propia web–, propusiera un retorno a la naturaleza, tal y como lo apuntara en su momento Jean-Jacques Rousseau, cansado de la socialización a la que se ven sometidos los cuerpos atrapados en la competitividad y las relaciones de propiedad y de poder.
Por eso no es de extrañar lo que señala la propia artista, en cierto momento de la entrevista que transcribimos a continuación, aludiendo a la creación de cierto mundo ilusorio en sus fotografías, como contraposición de ese otro real que nos constriñe o, al menos, impide que dancen libremente nuestras más recónditas emociones. De ahí el onirismo de sus imágenes y de ahí, también, el erotismo al que recurre como vínculo con lo nuclear del ser.

En tu web apelas a la búsqueda de la belleza, pero ¿qué entiendes por belleza?
A mí, más que la búsqueda de la belleza, lo que me gusta es crear ilusiones. Mis fotografías son fantasías que yo creo en mi cabeza. El mundo real ya lo tenemos, y está muy bien, entonces, por qué no crear otro.
Tú eres Laura Soriano, pero tu nombre artístico es Anne Marie Éluard. ¿Por qué ese desdoblamiento?
Advierto que yo nunca hice ese desdoblamiento para esconderme, sino que a mí siempre me ha gustado la literatura y el crear personajes, porque podemos ser tantas cosas en esta vida, que no tenemos por qué ser solo una persona, sino muchas.
Y el nombre artístico proviene de la filósofa alemana Anne Marie Schwarzenbach (amiga de los hijos de Thomas Mann) y de Nusch Éluard (relegada al papel muy cansino de musa, pero que pintaba y escribía), personas que me inspiran y me gustan; gente con dinero que tenía la oportunidad de hacer cosas y las hicieron, porque puedes tener dinero y no hacerlo; gente que se dedicó a viajar por diferentes países y a escribir; gente muy valiente.
El fotógrafo Richard Avedon decía que la gente acudía a él para que la retratara, lo mismo que iba al médico o a una adivina con el objetivo de averiguar sus dolencias, cómo eran. ¿Sucede lo mismo cuando te autorretratas?
Sí, es como un momento de libertad y de observación hacia dentro de ti mismo, de tus miedos. Encima, yo, que me autorretrato desnuda, pues resulta duro observarte, porque nadie es perfecto y, además, al principio, estaba el pudor que he podido irlo superando.
Y, en cuanto a la gente a la que retrato, he podido invitar a gente de otros países a que viniera a mi casa e incluso a mujeres fotógrafas. De hecho, prefiero fotografiar a otros artistas, lo de modelos es algo que me interesa menos.
¿Y retratar a otros es también una forma de biografía?
En realidad, cuando retrato a la gente, no estoy tanto retratando a esa persona, como a mí misma. De hecho, hay gente que ve mis fotos y dice: “Uy, ¿eras tú?”. Y es que cuando fotografío, meto a la gente tanto en mi mundo, que puedo ser yo. Les meto en lo mío.

Frida Kahlo apuntaba que se pintaba a sí misma, porque pasaba mucho tiempo sola. ¿La soledad es también el motor de tu creación?
Sí, me gusta mucho estar sola. Yo, de repente, me pongo a hacer fotos y estoy horas y horas, porque las necesitas y se las tienes que dedicar, porque hacerte un autorretrato no es nada fácil. De hecho, cuando me preguntan si pueden venir a la sesión de fotos, les digo que no. En la sesión de fotos está quien participa y no me gusta que haya nadie más a mí alrededor. Es algo muy íntimo.
¿Tus fotografías son la confluencia entre el sueño y la realidad?
Sí, mis fotografías son muy oníricas, es ir a esa parte que no está en tu día a día, pero que eres tú también. Dejarte llevar por aquello que escapa a tu control.
¿Y, aparte de la búsqueda de la belleza, con tus fotografías pretendes seducir provocando cierta reflexión?
Bueno, seducción hay en la medida en que hay cuerpos desnudos, pero lo que busco del espectador es que, lo mismo que yo me sumerjo en esa parte onírica de la vida, él lo haga también; que se adentre en esa fantasía creada por mí.
Me encanta, de hecho, eso de “la hora del lobo”, a la que se refirió el director Ingmar Bergman, que es la fase del sueño que ocurre entre las tres y las cuatro de la madrugada, que es cuando más gente nace y más gente muere, y cuando se crean las mayores fantasías. Y, mira, el texto que hay en el libro lo escribí a esa hora.
[Texto en el que, entre otras cosas, viene a decir: “Un silencio desconocido e insondable que no se parece a ninguno que hayas experimentado antes”. O esto otro: “Y otra vez la ciudad… ruido… tráfico… gente. Y quieres que las horas pasen para volver a ese lugar donde los amaneceres son eternos y donde tu alma se expande en ese desierto profundo, bello y atroz”].
Estamos en una época contradictoria, en la que los medios de comunicación nos hablan de guerras y de muertos, y, sin embargo, en las redes sociales reina un cierto puritanismo con respecto a las imágenes donde aparecen desnudos.
Pues, sí, la verdad es que no sé cómo llevar eso. Por un lado, cuando empecé a hacer estas fotos, la gente me decía: “Uy, qué atrevida”. Y yo pensaba: atrevido es irte a la guerra de Gaza, ¡qué me estás contando! Y eso me dio ánimos para proseguir con mis fotos y salir más desnuda.
Y, por otro lado, la publicación de estas fotos ha hecho que mi Instagram me lo hayan quitado ya como ocho veces. Y, sí, claro, me enfado con ello, pero la verdad es que estamos en una red social en la que no se pueden poner los desnudos que yo pongo. O juegas el juego o te vas. No estoy de acuerdo, pero es lo que hay. Lo sigo usando porque me sirve, sabiendo que estoy haciendo una cosa que no debo y en una red social a la que no le interesa mi trabajo.
Dice Georges Bataille que el erotismo necesita, precisamente, de la transgresión, de saltarse los límites, pero teniéndolos en cuenta, porque sin prohibiciones no hay erotismo.
Total. Y sucede, en este sentido, que la gente no entiende que yo vaya vestida, pero muy vestida, cuando salgo a la calle, sin ningún signo de provocación, que parece les choca por aquello de verme desnuda en las fotos. Pero es que una cosa es la creación artística y otra tu vida diaria. Algo tan lógico, que, sin embargo, me choca que no lo entiendan.
Y, de nuevo Bataille, cuando dice que el paso del estado normal al estado del deseo erótico exige una disolución relativa del ser, la destrucción del ser cerrado que somos cuando estamos vestidos o arropados por palabras seguras.
Sin duda. De hecho, en mis fotografías se dan esos desdoblamientos, porque me convierto en otro personaje distinto al habitual. Siempre digo que yo tengo muchas vidas, en realidad. Cuando tenía la tienda, era la dueña de Sebastian Melmoth; también fotógrafa, profesora de yoga, modelo, de vez en cuando. Y eso es lo maravilloso de la vida: que puedes ser muchas personas, no solo una.

En tus fotografías, hay danza, ritualidad y cierto choque de los cuerpos, cierto combate.
Me gustan esas mezclas, porque, al final, cuando estamos creando, somos libres. Por eso me gusta que en mis fotografías la gente esté cómoda; como mujer pienso que tengo una mirada distinta de lo que es una sesión fotográfica del desnudo.
Yo misma me he sentido diferente cuando he posado para otros hombres que cuando me pongo yo al otro lado de la cámara: mi mirada no es nada sexual, sino que busca la creación de formas bonitas mediante la interacción de cuerpos desnudos.
[Dice Anne Marie Éluard que le gusta mucho fotografiar en su casa, pero en la terraza, y que le gusta más la luz natural que la artificial, al tiempo que se siente “orgullosa de haber vendido 100 de los 150 libros” editados de ‘Fragmentos de vida’, siendo “autodidacta total” con respecto al empleo de la fotografía como práctica artística].
¿Y, ahora, dónde seguirás presentando el libro, después de su estreno en València?
El libro lo presento en Nueva Orleans la semana que viene [por esta], porque tengo una amiga allí. Luego, como colaboro con una editorial de París que se llama La Belle Etoile, a lo mejor me ayudan a buscar algo por allí, pero sin forzar nada. Creo que las cosas tienen que salir de manera natural.
