Anora

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‘Anora’, de Sean Baker
Reparto: Mikey Madison, Mark Eydelshteyn, Yura Borisov, Karren Karagulian, Darya Ekamasova, Vache Tovmasyan, Lindsey Normington y Luna Sofía Miranda
Fotografía: Drew Daniels
Música: Matthew Hearon-Smith
138′, Estados Unidos, 2024

Anora’, la última y premiada película del director Sean Baker, habla de algo más perturbador que el amor y el sexo. La historia de Anora (Mikey Madison), una stripper de un club de New York, nos coloca frente a un mundo de realidades sociales imposibles de franquear.

‘Anora’ está dividida en dos partes. En la primera, la trama se enraíza con ‘Pretty Woman’ (Garry Marshall, 1990), una de las comedias románticas de mayor popularidad y éxito de la historia del cine, además de batir todos los récords de audiencia en las emisiones televisivas.

En ambos filmes –dejando al margen todas las diferencias narrativas y estéticas­­– se cuenta cómo una prostituta es contratada por un multimillonario, con el que acaba casándose. De esta forma, el amor se engarza al sexo pasional eclipsando la diferencia y los prejuicios de clase social. Un final de cuento de hadas: Cenicienta y su príncipe azul se casaron, fueron felices y comieron perdices. 

Ahora bien, en la segunda parte de la película de Sean Baker, ese final imaginario de ‘Pretty Woman’ se resquebraja. Por la grieta especular se hiende, de manera abrupta, la realidad de la infranqueable estructura de la clase social.

Anora. Sean Baker
Darya Ekamasova (Galina) y Mikey Madison (Anora), en un fotograma de ‘Anora’, de Sean Baker.

De este modo, con un ritmo apabullante y un humor absurdo y lacónico, los sucesos de la trama se despliegan hasta anular el matrimonio de Anora con Iván Zakahrov (Mark Eydelshteyn), el hijo de un oligarca ruso. La familia de Iván, sobre todo su madre, Galina (Darya Ekamasova), se niega a aceptar que su hijo se haya casado con una prostituta.

Al final, Anora es expulsada de ese país de hadas, de lujo y de riqueza, donde se había inmiscuido ingenuamente, deslumbrada por las palabras de amor y las miradas de deseo de Iván ante sus números de stripper.

El drama de Anora no está en la humillación ejercida por la madre de su marido, Iván, ni en tener que abandonar los objetos de lujo que rodean a su nueva clase social, sino en comprobar que se había casado con un niño, egocéntrico y mimado, incapaz de protegerla y defender su matrimonio.

La película de Baker muestra que la diferencia de clase, en un sistema capitalista neoliberal, es invulnerable ante el amor. Sobre todo, si el hombre que debe defender el compromiso matrimonial es un imberbe bajo las faldas de su madre.

En este aspecto, la historia de ‘Anora’ difiere de la de ‘Pretty Woman’. En la película de Garry Marshall, el multimillonario hombre de negocios Edward Lewis (Richard Gere) es capaz de defender su amor hacia la prostituta Vivian Ward –interpretada por Julia Roberts–, casándose con ella y pasando por encima de los prejuicios de la diferencia de clase.

A la izquierda, imagen de ‘Anora’, de Sean Baker, y a la derecha, de ‘Pretty woman’, película de Garry Marshall.

Este cambio de actitud del protagonista de ‘Pretty Woman’, con respecto al de ‘Anora’, nos indica que algo ha cambiado en estos treinta y cuatro años desde el estreno del filme interpretado por Richard Gere y Julia Roberts. 

Probablemente, el sistema capitalista neoliberal de este siglo XXI ha enfatizado, por una parte, de manera exponencial, el valor del dinero y las leyes impersonales del mercado en las relaciones entre hombres y mujeres, hasta cosificar el encuentro erótico. 

Por otra, esta sociedad capitalista de consumo ha venido debilitando paulatinamente el sentimiento amoroso, hasta confundirlo con la pura transacción económica que constituye la premisa mayor de su modus vivendi.

Podemos pensar que, en la película de Baker, el fracaso del matrimonio de Anora e Iván es únicamente debido al trasfondo socioeconómico que condiciona la relación. Y bien podría ser si el director y guionista del filme no hubiese señalado magníficamente otro factor de índole psiconarrativo, imprescindible para emocionar subjetivamente al espectador y tocar su inconsciente.

Me estoy refiriendo a la presencia del omnipotente personaje de la madre, que acalla de manera humillante y déspota a todos: desde su hijo Iván, pasando por todos los empleados, hasta su marido. Ella deja en evidencia la inmadurez e infantilidad de Iván, debido a la dependencia emocional que tiene hacia su madre.

Será, después de todo, esa dependencia de Iván la que no le permita sostener y defender el amor de Anora ante sus padres. Ni el deseo de Anora ni el de ninguna otra mujer puede eclipsar a la figura materna ante los ojos de ese hijo aplastado por el peso materno.

Hablamos de un niño sin ningún tipo de responsabilidad ante sus actos, pegoteado a la figura de su madre y la riqueza de su padre, incapacidad de comportarse como un adulto y que solo huye y se cobija en sujetos y objetos que compra impúdicamente.

En cambio, en ‘Pretty Woman’, si la relación entre el empresario multimillonario y la prostituta desemboca en un compromiso matrimonial, podemos considerar que eso es debido a dos razones.

La primera, que la narración cuestiona el sentido socioeconómico del sistema capitalista neoliberal, sobre todo en su aspecto de mercantilización de los sentimientos, el sistema de producción y las condiciones inhumanas de trabajo. Y, la segunda, que tanto el personaje masculino como el femenino son personas adultas conscientes de sus actos y las responsabilidades que conllevan.