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X Another Way Film Festival
Del 16 al 22 de octubre de 2022
Unos orificios oscuros olfatean curiosos un primer plano. “¿Qué hará aquí esta cámara? No recuerdo haberla visto antes por casa”, pudiera pensar. La trompa, arrugada y repleta de pelos, se balancea en varias ocasiones mientras investiga el artefacto. Se detiene y se aparta. Probablemente, no huela a nada de su interés. Este retiro deja ver el resto de su cuerpo majestuoso. Las grandes orejas, los colmillos marfileños. El elefante se marcha, pero la cámara no lo persigue. Lo deja libre.
Esta situación corresponde a la parte inicial de ‘Apple Cider Vinegar’, documental dirigido por Sofia Benoot y una de las diez partes que conforman la sección oficial de Another Way Film Festival. Dicho segmento del largometraje (ganador de la mención especial del jurado) refleja la idiosincrasia de un festival encargado de sensibilizar sobre el cambio climático: las imágenes están al servicio de la naturaleza. La reflejan, la observan, pero, sobre todo, la respetan y la cuidan.
El festival celebró su 10ª edición, entre el 16 y el 22 de octubre, con proyecciones en varios cines de Madrid como la Cineteca, Cine Doré, Sala Equis y el Instituto Francés. A su vez, también se tuvo la oportunidad de disfrutar de estos largometrajes en la plataforma Filmin.
En ‘Apple Cider Vinegar’, Benoot configura un videoensayo con alma de puzzle en el que termina uniendo un cálculo renal propio con un volcán de Cabo Verde y la geología. Unos tintes biográficos en los que, a priori, la imagen de la directora podría recoger un mayor peso. No obstante, ese relato personal no es otra cosa que un carril utilizado para hablar de algo más grande.
No es extraño, por tanto, que ‘Black Snow’ (dirigida por Alina Simone) comparta premio del jurado con el filme de Benoot. Natalia Zubkova abre el largometraje. Un video casero en el que teme por su vida al denunciar el desastre ambiental de su región. Pero Zubkova no es la protagonista. Ni Simone. Son herramientas concretas para hacer llegar un mensaje sobre el desastre ambiental. Tanto en Siberia como en el resto del mundo.
Entre los planos de la decena de largometrajes de la sección oficial no se hallaron piruetas técnicas, ni montajes disruptivos. Planos generales situacionales, gráficos ilustrativos, imágenes de archivo y declaraciones son los medios formales para exponer su mensaje. Another Way Film Festival presentó realidades. Tan dolorosas y alarmantes como crudas y actuales. Nada de lo visto es ficción.
Plano general repleto de vegetación. Abajo un texto reza “SELVA AMAZÓNICA. BRASIL”. Los sonidos del ambiente emergen, crujen las ramas, sopla el viento, retozan los animales. Esta música acompaña primeros planos de perezosos, pájaros, hormigas. Después, ruge una motosierra. Su violento estruendo silencia todo. Un árbol cae.
‘We are guardians’, de Edivan Guajajara, Chelsea Green y Rob Grobman, se alzó con el premio a mejor película con esta sencilla puesta formal. Con planos medios de los guardianes de pueblos indígenas defendiendo su hogar. Con imágenes de televisión local informando de la elección de Bolsonaro. Con textos blancos sobre fondo negro. Con la descarnada verdad que asola los pulmones de nuestro planeta.
Another Way Film Festival configuró un escenario en el que reinaron dos axiomas: por un lado, la ya mencionada austeridad fílmica en pos de habilitar espacio a su objeto central, es decir, la situación del planeta; por otro, un conversor de lo micro a lo macro. Señala temas, lugares y personas concretas para, posteriormente, crear un espacio de reflexión capaz de extrapolar esos objetos a otros mucho más globales.
‘État de nécessité’ (Stéphane Goël) muestra dos casos jurídicos específicos sobre cómo la ley los juzga por defender la Tierra. ‘Canary’ (Danny O´Malley, Alex Rivest) retrata la vida del doctor Lonnie Thompson y su búsqueda incesante de la historia terrestre escondida en glaciares.
‘La ferme des Bertrand’ (Gilles Perret) camina cincuenta años entre una familia de granjeros en los Alpes franceses. ‘The battle for Laikipia’ (Daphne Matziaraki, Peter Murimi) narra las tensiones existentes entre los pastores locales y los ganaderos blancos, con un claro intento de comprensión de ambos bandos del combate.
Sin embargo, de todos y cada uno de estos casos nacen con el metraje unos interrogantes –y, sobre todo, una frustración– que van más allá de sus límites narrativos y cinematográficos.
‘Made in Ethiopia’ (Max Duncan, Xinyan Yu) y ‘Rainbow Warrior’ (Edward McGurn) fueron las películas seleccionadas para abrir y cerrar el festival, respectivamente. El largometraje de Duncan y Yu filma un parque empresarial chino situado en una parte agrícola de Etiopía. Una de sus protagonistas acaba situando su trabajo por encima de su hija. Un final amargo para aterrizar en un festival que no edulcora lo que sucede.
‘Rainbow Warrior’, a su vez, posee dentro una sentencia que actúa como una suerte de broche: “Queríamos tener una revolución, pero no una revolución con violencia. Queríamos tener una revolución de ideas”.
Al calor de esta recolecta de diálogos se utilizará uno de la ganadora, ‘We are guardians’, para colocar el broche de este texto.
“El trabajo que hago aquí no es solo por mí. Es por mis hijos. Y también por otros. Mi trabajo es por el mundo. Somos lluvia. Somos agua. Somos viento. Ríos. Animales. Selva. Somos todo eso. Somos guardianes”.
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