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I Premio de Grabado de Castilla-La Mancha
Antonio Alcaraz, ganador por su serigrafía ‘Pozo de San Vicente, Linares’
Patrocinado por la Universidad de Castilla – La Mancha, el Museo de Arte Contemporáneo de Valdepeñas, la Fundación Antonio Pérez y el Museo Infanta Elena
Museo de Arte Contemporáneo Infanta Elena
Carretera de Argamasilla 1, Tomelloso (Ciudad Real)
Dice haber ganado muchos premios de joven, cuando estaba estudiando (“algunos de relevancia, como el del Ministerio de Cultura para jóvenes, en dos ediciones seguidas”), pero que una vez contratado en la Facultad de Bellas Artes de la Universitat Politècnica de València (UPV) dejó de presentarse a concursos. Sin embargo, Antonio Alcaraz, tras ver las bases del I Premio de Grabado de Castilla-La Mancha, decidió volver a participar.
“Es que este de Castilla–La Mancha es la primera vez que se hace, con una dotación importante -6.000 euros para un grabado-, con unas bases nada restrictivas, muy abierto, y con un formato que me pareció brutal, de un máximo de 2,10 x 1,40; no hay papel de ese tamaño”, explica.
Fue entonces cuando le propuso al serígrafo alemán Christian Walter, con el que suele trabajar, la realización de una pieza para tan llamativo concurso. “Me dijo que sí y me fui para Belicena [Granada]”, donde Walter tiene un taller con una máquina (“un maquinón”, resalta Alcaraz) para estampar serigrafía, con todo lo que necesita la propia máquina traída de Alemania: una “enorme” insoladora, las pilas de lavado y unas pantallas “gigantes” de casi tres metros de largo.
El resultado ha sido la obra ‘Pozo de San Vicente, Linares’, con la que Antonio Alcaraz ha ganado ese I Premio de Grabado de Castilla-La Mancha. Una obra realizada apurando el máximo de la medida permitida (“la más grande de las presentadas”, subraya el artista y docente valenciano): “Hay que tener en cuenta que el papel que te venden para grabado es de un máximo de 1,20 x 0,80, y la nuestra medía el doble”, precisa.
La obra ganó por unanimidad, habiéndose presentado una serie de grabados “muy buenos y de gente conocida, como David Arteagoitia o Ángel Cajal”, destaca Alcaraz, quien enfatiza la “complicación técnica” y lo “espectacular” de la pieza. “Lleva dos tipos de soporte: una estampa serigráfica en un papel continuo de 2,10 x 1,40, incluso con márgenes en blanco, y encima lleva otra imagen estampada en papel chino que parece papel de fumar, muy finito y casi transparente”.
Asegura que estampar en ese tipo de papel es “muy complicado, porque cuando le cae la tinta y lo mojas se queda muy blando y resulta difícil moverlo”, de ahí que, a su juicio, el jurado haya valorado tanto la cuestión técnica como la potencia de una obra con dos capas superpuestas: un fondo abstracto, sobre el que se yuxtapone un mismo edificio industrial por duplicado.
El fondo es la imagen ampliada de la ventana de una fábrica de metalurgia abandonada de Alemania, que Alcaraz ha colocado detrás a modo de superficie abstracta, con unas barras ocres, que sirve para realzar la propia materia de las fábricas objeto de investigación por parte del artista desde hace ya mucho tiempo.
“Yo empecé en el año 89 a trabajar el tema de la industria, con una exposición en la Galería Luis Adelantado, y no he cambiado de tema. A lo mejor desde un ámbito más pictórico, menos de archivo, menos fotográfico, para ir luego evolucionando hacia lo que constituye mi trabajo en la actualidad”, apunta el artista, para quien ahora “está muy de moda el hecho de utilizar el archivo y de trabajar con imágenes que no son propias”.
‘Pozo de San Vicente, Linares’ posee la simetría y la duplicidad que caracterizan en parte la obra de Antonio Alcaraz. “Es algo que llevo realizando desde hace tiempo y tiene que ver con la propia forma de hacer obra seriada. Yo reconstruyo el paisaje, porque habitualmente me lo encuentro completamente destrozado, dotándolo de una estética amable, hasta el punto de que mucha gente cuando ve la imagen final cree que existe tal cual”.
Ese paisaje inventado, a partir de edificios industriales, adquiere cierta atmósfera onírica, como si del pasado yermo emergieran esas fábricas cual imágenes fantasmales. “Lo que te encuentras cuando vas a ver ruinas es algo duro y estéticamente muy potente, de forma que, una vez transformado ese paisaje, se convierte en algo más amable, resultando probablemente para el público más atractivo que la realidad”.
En su propia memoria no encuentra vínculos con esas ruinas (“mi padre era telegrafista, no trabajó en la mina, ni nada parecido, de manera que no tengo pasado relacionado con la industria”), pero sí los halla en la memoria industrial de España: “Yo lo que hago es documentar esas arquitecturas que tuvieron su relevancia en el pasado y que hoy en día están completamente abandonadas”.
Lo que sí le ha atraído siempre a Antonio Alcaraz es la parte estética de la arquitectura. “De hecho, tuve esas dos opciones a la hora de comenzar mis estudios: hacer arquitectura o bellas artes, y elegí bellas artes, pero a mí la arquitectura me gusta mucho, no tanto desde la parte constructiva, pero sí desde la estética de la fábrica, cuya tipología de construcción se repite en todo el mundo, porque es funcional”.
Alcaraz piensa que desde el arte se puede visibilizar tamaña arquitectura y realizar cierta presión para que esos edificios industriales se mantengan, si no en su totalidad, al menos en parte, “como se ha hecho en Sagunto [Valencia] con un alto horno y la nave de los talleres generales”. Y concluye: “Ahora son patrimonio, memoria industrial”.
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