#MAKMAEntrevistas
Antonio García Celda, director general de València Capital Verde Europea 2024
Entrevista de Merche Medina y Salva Torres
Palacio de la Exposición
Galicia 3, València
Antonio García Celda, director general de València Capital Verde Europea 2024, no solo piensa en verde desde que asumió la responsabilidad de liderar tamaña nominación, sino que se recuerda a sí mismo llevando durante años la pluma estilográfica que le regalaron por su primera comunión (“le cambio el cartucho y no genero un desperdicio de más”). Y así con casi todas las cosas que compra.
Pretende, al frente de esa Capitalidad Verde, asumir el reto de transformar el ADN de los valencianos para que vaya acorde con la sostenibilidad de un mundo amenazado por el cambio climático que todos dan por supuesto. Lo hace con la convicción de sentirse respaldado por todos los partidos municipales (“es un proyecto con mucho consenso político”), al margen de “radicalismos”. Y así, con más luces en su discurso que sombras, encara este año verde, que te quiero verde, para València.
València Capital Verde Europea 2024, la segunda ciudad española, después de Vitoria, en conseguirlo. ¿Para qué sirve esta nominación?
Pues no solo para darte una distinción, sino que la idea es que ya que usted lo hace bien pues le potencio y le ayudo a comunicar, porque usted sirve de modelo para que otros le sigan. Y entonces, entre todos, funcionando como una red, le viene bien al conjunto.
De manera que cuando la alcaldesa María José Catalá me contactó para dirigir la Capital Verde Europea, la idea me gustó mucho, porque además de haber en este sentido un consenso político, creo que es un legado que podemos dejar a todos los valencianos. Entonces, la Capital Verde Europea es un poco eso: un proyecto con mucho consenso político, que luego tienes que ejecutar mediante una serie de acciones.
Y una de las cosas que dije en la primera rueda de prensa que tuvimos, cuando presentamos el 18 de diciembre la Capital Verde Europea, es que nosotros ya habíamos hecho primero ese esfuerzo de contactar con Europa para decirle: “¡Hey, estamos aquí, ya estamos trabajando y vamos a utilizar la última parte del año para no solo ponernos al día, sino para ir planificando bien!”.
Y lo que subrayé es que tratábamos de hacer proyectos que fueran emblemáticos, importantes, pero que también teníamos que centrarnos en los proyectos no tan políticamente vendibles, pero que al final es lo que nota el ciudadano en su día a día.
¿Como por ejemplo?
Yo siempre digo que a mí me gusta tratar las cosas un poco como el ingeniero que soy: atacando áreas. La primera es la gobernanza de la ciudad: que el ciudadano note que la ciudad está cambiando en su forma de gobernarse.
Por ejemplo, el tema del padrón. La digitalización puede ayudar a eliminar papeles, a hacer más fácil los procesos administrativos. Eso es innovación, pero también es sostenibilidad, porque ganamos tiempo, lo cual quiere decir que la gente se desplaza menos, con lo cual consume menos combustible, menos transporte, sea público o no, y todo ello supone un ahorro. Entonces, eso el ciudadano lo tiene que notar, sintiendo que la administración al final es más flexible, más cercana y más eficiente en todo.
Otra área a acometer es que, por ejemplo, cuando el ciudadano vaya por la calle de repente vea que un banco, de los que hasta ahora eran de hierro o de madera, es de un material que no saben lo que es, si es de tapones o de algo, pero nota la diferencia.
¿Con qué finalidad? Pues con la de tratar de sacar del circuito todo ese plástico. Porque, claro, el vidrio y el metal son muy fáciles de reciclar, pero ¿qué hacemos con el plástico, algo que tarda 400 años como poco en eliminarse? Pues lo sacamos de la parte del residuo, lo generamos y le damos una segunda utilidad y esa segunda vida el ciudadano la empieza a ver.
¿Vamos a cambiar todos los bancos de València? No, esto no es un movimiento político. Lo que queremos es ser también eficientes en eso. Cuando se vayan paulatinamente rompiendo las cosas, al igual que sucede con los árboles, pues se van eliminando ajustándolos a la la especie más actual y no a la que teníamos hace 50 años.
La arboleda de València no tiene nada que ver ahora con la que tenían nuestros padres, por decir algo, ¿no? Pues con el mobiliario urbano es exactamente lo mismo. Es decir, que el ciudadano también va a notar que en su día a día, poco a poco, en este año y en los venideros, hemos ido cambiando la fisionomía y los hábitos de la ciudad.
Y luego, la tercera pata, es la colaboración público-privada. Las empresas deben ser conscientes, aunque muchas ya lo hacen en su RSC [responsabilidad social corporativa], que lo quieren hacer y quieren contribuir. Muchas ya lo están haciendo, plantando árboles en la ciudad con el fin de tratar de compensar la huella de carbono en sitios que han sido deforestados por el fuego.
Tenemos alcorques en la ciudad que están vacíos y ahí a lo mejor hay empresas que quieren plantar árboles y nosotros queremos que lo hagan. No porque el Ayuntamiento no lo pueda hacer, que con su presupuesto ya lo va reponiendo, pero si yo me lo ahorro, porque hay alguien también que tiene una necesidad de plantar, pues ese dinero lo puedo destinar a otros fines sociales, que a lo mejor cuesta más llegar.
Además de la Capitalidad Verde, València también ostenta el reconocimiento de Ciudad Arbórea que usted se ha encargado de divulgar.
Sí, hace bien poco ha sido el Día Mundial del Clima (26 de marzo). Bueno, pues acabamos de anunciar que la Organización de las Naciones Unidas nos ha reconocido como Ciudad Arbórea del Mundo 2024, cuando solo hay 22 ciudades en todo el mundo que son ciudad arbórea, lo que quiere decir que cuidamos el tema de los árboles.
Y yo ponía un tweet que un poco decía que sumamos un nuevo galardón, pero con el fin de mejorar nuestro espacio verde y tenerlo no de más metros, sino tenerlos de más calidad. Y lo mismo se puede decir de los carriles bici, que no se trata de tener más kilómetros, sino de más calidad y, por supuesto, una vez alcanzada esa calidad, seguir incrementándolos.
En este sentido, hemos empezado un proceso de escucha activa -que continuaremos a lo largo del tiempo, aunque termine el año de la Capitalidad, porque, a este respecto, entendemos que Vitoria lo ha hecho muy bien, y algunas ciudades europeas yo creo que también- que consiste en transformar el ADN de los valencianos, de forma que lo pensemos todo ya siempre desde la sostenibilidad.
Esto no es una cuestión de un pin, que es muy bonito, nos lo han dado y ya está, sino que, a partir de ahora, se trata de realizar acciones que potencien esa València sostenible y que eso incluya la misión climática, todo lo que tiene que ver con la agenda urbana y todo lo que vaya a venir el día de mañana. Porque así el valenciano al final entenderá lo que es de verdad la València sostenible.
¿El ciudadano no está concienciado todavía?
Vamos a ver: cuando tuvimos la situación de la covid, todo el mundo nos alarmamos y, de repente, nos encontramos con que no podíamos salir de casa. A partir de ahí, empezamos a valorar la salud y la importancia de los espacios verdes. Yo he tenido la suerte de poder viajar bastante y siempre digo que la ciudad que más me gusta del mundo es València. Y, como digo, he visto muchas.
Bueno, pues hemos tenido aquí, en nuestra ciudad, a europeos que han venido de los tres foros que hablan de las ciudades a nivel internacional, porque nos vamos a traer en junio la cumbre del clima, y, dando un paseo por el río, exclamaron: “Oye, qué luz, qué verde”.
València siempre se ha podido cruzar de un lado al otro en 20 minutos, ahora que se habla mucho de las ciudades de 15 minutos, donde todo lo tienes cerca. Es más, es que en menos de esos 20 minutos te plantas en un parque natural, como es la Albufera, en la playa o en la huerta. Es una ventaja que tenemos del área metropolitana y que nos da unas posibilidades que en otras muchas ciudades no tienen.
La Capital Verde 2024 es un premio -dicen los organizadores- “a una ciudad líder en políticas medioambientales y limpias”. Eso ya vemos que se lo cree usted, ¿pero se lo creen los valencianos? Porque la percepción que se tiene desde fuera es que de limpia tiene bien poco.
Pues, mire, la Capital Verde Europea tiene que valer para romper con todos esos estigmas y para que se note de verdad ese verde, porque, si no, mal lo estaremos haciendo y, mucho predicar, pero todo será de boquilla. Pero lo que sí que es verdad es que al final tenemos unos datos que son los que son y que a mí me ha tocado discutir de buen rollo.
Por ejemplo, en muchos de los eventos que coincidimos, con Zaragoza o con Málaga, te dicen: “Es que tenéis 7,5 metros de espacio verde, de media, por ciudadano, pero es que yo en Málaga tengo 13”. Y digo, vamos a ver, no es así, porque València, cuando decimos que son 7,5 metros, es solo en el entorno urbano del centro de la ciudad, sin contar con el espacio que tengo en la Devesa, que es València, o en las pedanías, o en la Albufera, o en la huerta. Eso no lo computo como espacio verde, mientras que muchas otras ciudades sí lo hacen y computan lo que tienen fuera del centro urbano.
Tenemos dos proyectos muy grandes: el Parque de Desembocadura, que es ganar 100.000 metros cuadrados nuevos de espacio verde en la ciudad, que queremos hacer en esta legislatura, con el fin de conectar el final del río Turia al mar, ya que hay unas líneas de tren que lo cruzan, y la otra gran actuación, que ya se está haciendo, es el Parque Central, para la cual pedimos ayuda al Estado y que suponen otros 90.000 metros cuadrados de espacio verde que lo ganas para la ciudad.
Sin embargo, ese consenso político del que usted ha hablado no es tal si nos atenemos a las críticas vertidas con respecto a la reversión del tráfico en la calle Colón.
El cambio de la calle Colón, que salió mucho en prensa, la direccionalidad, el poner más coches y tal, se podría haber hecho a la semana siguiente de haber entrado en el gobierno y se ha esperado hasta octubre, porque se querían tener los informes técnicos que te decían si eso ayuda a mejorar o no la zona. Al final, el problema que tienes no es un tema particular en un trozo determinado de la ciudad, sino que involucra a todo, a la vida de todo ese eje polinizador.
De manera que lo importante es conectar una zona con la otra, porque tener o no fluidez en una calle implica a esa calle y a todos los aledaños. Cuando nos decían, ¿soterramos o no soterramos el túnel en la calle Pérez Galdós? Pues bueno, antes de decidirte, tienes que ver cómo afecta eso a la movilidad de toda la zona y a toda la ciudad y, a partir de ahí, se toma una decisión.
¿Ponemos más coches en el centro de la ciudad? Sí, pero es que son autobuses públicos. La idea es que fluya mejor el transporte público para sacar el vehículo privado de allí, porque al final si el valenciano ve que no está dando vueltas para aparcar, puesto que coge un autobús y llega a su destino, pues lo acaba utilizando más.
La EMT [Empresa Municipal de Transportes] iba con números negativos antes y ahora ya va bien. Los números de las líneas del centro que eran negativos, con el cambio vuelven a ser positivos. Hemos puesto un ticket único que es referencia, puesto que es la primera ciudad de toda España que lo hace, que es totalmente digital y donde el valenciano, sin tener que sacarse ningún bono, paga con su aplicación y le cuesta lo mismo que cuesta un ticket.
Tampoco están todos de acuerdo en el Ayuntamiento de València con respecto, por ejemplo, al cambio climático. Vox, que forma parte del gobierno municipal, lo pone en cuestión.
Yo soy ingeniero y me gusta pasar las cosas a la acción. Cuando hablo con Compromís hablo más de relato y cuando hablo con Vox el mensaje es distinto. Pero al final hay que hablar de forma que todo el mundo lo entienda y cuando tú hablas de la acción de plantar un árbol, Vox lo entiende, el PP lo entiende, el PSOE lo entiende y Compromís lo entiende, porque es plantar un árbol y ahí no hay ideología de por medio.
Los vecinos yo creo que se han cansado ya de todo esto y lo que quieren es ni hablar de plantar un árbol, lo que lo quieren es verlo plantado. Cuando decimos que la ciudad está sucia, María José Catalá solo llegar al gobierno dobló los baldeos de la ciudad para que estuviera más limpia.
Antes hablábamos de los 7,5 metros de espacio verde que hay, de media, por cada uno de los ciudadanos, lo que quiere decir que el 97 % de los ciudadanos, cuando sale de su casa, a menos de 300 metros tiene un parque. Eso pasa en València, en otros sitios no pasa, y nosotros lo que estamos diciendo es que sea un parque, pero que sea de calidad; que cuando vayas al parque, veas que está bien cuidado, que los bancos no están rotos y que los columpios están bien.
Con respecto al cambio climático, el tiempo está sin duda cambiando, lo estamos viendo aquí y lo estamos viendo en Australia. De manera que es una necesidad y tenemos que hacer cosas, llamémosle refugios climáticos o puntos a la fresca, como los llamamos nosotros, acondicionando los sitios y los edificios.
Hay una idea, más o menos generalizada, que dice que los partidos de izquierdas son más ecologistas que los de derechas. ¿Qué opina?
Si usted me habla de que es el que más carriles bici ha hecho de toda la historia, no puede ser que veamos que tenemos 200 kilómetros de esos carriles bici en la ciudad y que dos terceras partes los haya hecho Rita Barberá y no Joan Ribó. Y eso son hechos comprobables y contrastables.
Entonces, por mucho que usted me lo diga, no es que no me lo crea, es que con que usted vaya y lo mire, usted mismo lo va a poder comprobar. Al final no hay que tratar de hacer a las personas que tenemos enfrente tontas. Yo creo que todos sabemos interpretar las cosas y que sabemos lo que es el juego de la política.
En todo caso, pienso que hay buena relación de todos los partidos con la Capital Verde y creo que tiene que ser así, de manera que lo apuntado anteriormente no lo digo como crítica, sino todo lo contrario: cada uno ha hecho una cosa que ha sido importante para la ciudad. Al igual que creo que la sostenibilidad, las políticas de género o la movilidad sostenible no es de unos o de otros, sino de todos. Entonces, tenemos que dejar de jugar con los radicalismos.
Martin Luther King llegó a decir: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”.
[Antonio García nos corrige: “Eso lo dijo Martín Lutero. De hecho, es mi frase preferida y la tengo puesta en mi Twitter”. Y sigue respondiendo]. De los 66.000 alcorques que hay en la ciudad -y repito ese dato porque mucha gente me habla de relato cuando protesta desde la oposición-, tenemos 3.300 vacíos. ¿Por qué pasa esto? Si predicas algo, yo quiero verlo. Nosotros nos comprometemos a que en 2024 esos alcorques estarán llenos.
Con tanta nominación -València Capital Verde, Ciudad Arbórea-, unido al propio atractivo de la ciudad, el turismo lleva ya tiempo siendo una bendición y un problema. ¿Qué hacemos con ello?
No queremos que haya turismo fobias, sino un turismo sostenible. Queremos que el turista no se llame turista, sino que sea como un ciudadano temporal de forma que estén en la ciudad y no me la estresan, viniendo durante todo el año de forma sostenida.
Pero la percepción que se tiene es otra.
Sí, sí, estamos recibiendo ese feedback e intentando hacer cosas contra eso. Visit València, de hecho, cuando ve los números percibe que la demanda turística se va desestacionalizando.
Aun así, los procesos de gentrificación en determinados barrios de València…
Cierto, sabemos que ese bajo comercial que era una tienda de ultramarinos termina desapareciendo y ahora es una cadena nacional o internacional, aunque eso es un problema que no es solo de València.
Y el problema del piso turístico tiene que ver con el que no está regulado, que es el que al final está generando un modelo que se limita a hacer negocio y que es al que hay que atacar.
Usted ha repetido que hay que cambiar los hábitos de la ciudadanía. ¿En qué sentido, en qué dirección?
Sí, tenemos que cambiar el ADN de los valencianos. ¿Por qué? Porque la realidad está cambiando y entonces tenemos que cambiar con ella, queramos o no, y es mejor hacerlo de la mano y de forma pausada. Ya nos pasó con la crisis y con el Covid, y no nos gustó. No lo repitamos. Sé que el humano tropieza siempre con la misma piedra, pero tenemos que aprender.
¿Qué sentido tiene, por ejemplo, que tengamos puestas las luces de fallas dos semanas después en las calles? No tiene sentido. El tema de la limpieza, pues más de lo mismo. Al final hay ciertas cosas que tienen que cambiar. Hace poco han venido los europeos y nos decían con el tema de las fallas han visto grandes humaredas y tal, pues estamos haciendo esfuerzos para cambiar los materiales, al igual que con el tema del sonido. En definitiva, hay muchas cosas donde poco a poco tratamos de innovar.
¿Cuáles son sus objetivos más inmediatos y a medio y largo plazo como responsable de esta Capitalidad Verde Europea?
A mí me gustaría que al final del año, con esos 12 indicadores por los que nos han evaluado (ruido, acción climática, movilidad sostenible, espacio urbano recuperado de polución…), nos digan cómo estamos.
Entonces, ¿qué compromiso hemos llegado a tener en 2030? Un compromiso que es la hoja de ruta que, como misión climática, hemos dicho: vamos a bajar el 80 % de la polución de la ciudad, vamos a llegar a un 25 % en coche compartido. Ciertas cosas, ¿no? Bueno, pues a partir de ahí, ¿cómo estamos al final del 2024? ¿Y en 2025? ¿Y en 2026? Para que veamos si vamos haciendo bien las cosas.
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