Jo sóc. Memòria de les rapades, de Art al Quadrat
Sala Alta del MuVIM
C / Quevedo, 10. Valencia
Hasta el 1 de abril de 2018
“Yo recuerdo un día, estando en la cola del horno ‘Los amantes’ [Puerto de Sagunto], entró la Guardia Civil y cogió a varias mujeres para llevárselas; todo el mundo permaneció callado, sin protestar, y a continuación se las llevaron y las raparon”. El testimonio de Lola Alonso, recogido en el libro ‘Voces contra el olvido’ e incluido en la exposición ‘Jo sóc. Memòria de les rapades’, es uno de tantos que ha servido a Art al Quadrat para recrear en su exposición del MuVIM la serie de vilezas perpetradas contra numerosas mujeres durante el franquismo.
“El recuerdo de las mujeres a las que se rapaba la cabeza por “rojas” no lo ha podido olvidar”, se añade en el libro. Un recuerdo en el que sin duda sobresale el acto vil de sus ejecutores, pero del que conviene igualmente prestar atención a ese silencio de “todo el mundo” que asistía pasivo, “sin protestar”, ante semejante canallada. Quizás por eso, Rafael Company, director del Museo de la Ilustración y de la Modernidad, amplió el radio de acción de ese maltrato, a modo de advertencia: “No hay sociedad vacunada contra el desastre”.
Gema y Mónica del Rey, integrantes de Art al Quadrat, han querido por eso mismo trascender los límites espacio temporales de tan sistemática vileza, con el fin de hacer “memoria del presente”. Una memoria que ellas mismas caracterizaron así: “No es una recreación, sino la reescritura de esa memoria”. El proyecto que presentan en el MuVIM, que reúne fotografías, testimonios escritos y sonoros, e incluso la trenza cortada a una de aquellas rapadas, Marina Torres Esquer, viene precedido de una profunda investigación que culminó en noviembre con una acción performance en Sagunto.
En aquella acción, las hermanas Gema y Mónica del Rey se raparon mutuamente el cabello e hicieron el mismo paseíllo al que obligaban a esas mujeres “rojas”, con el fin de recrear la humillación sufrida. “Eran castigos aleatorios que ocurrían sin sanción jurídica alguna; eran cotidianos”, explicaron las artistas, que rememoran tan singular calvario mediante fotografías tomadas durante su acción en Sagunto. “Las víctimas quedaban marcadas indefinidamente, aunque no tuvieran secuelas físicas, pero sí quedaron grabadas en el imaginario colectivo de toda la población, probablemente para siempre”, recuerda Enrique González Duro en ‘Las rapadas. El franquismo contra la mujer’, también recogido en la exposición.
Un imaginario colectivo que Art al Quadrat está poco a poco reconstruyendo gracias a los testimonios de algunas de aquellas mujeres. “Existen en el álbum familiar, pero al ser tan íntimo se guardan. No ha llegado el momento de sacar todo eso con orgullo”, subrayan. Gema y Mónica del Rey están ello: “Vamos a ir ampliando la investigación”. Su intención es evocar lo que subyace en el título de la exposición ‘Jo sóc. Memória de les rapades’, que permanecerá en el MuVIM hasta el 1 de abril: “Aquello que sucedió de forma cotidiana, darle visibilidad hoy”. Actualizarla y que el espectador llegue a encarnar, sentir como propias, aquellas vejaciones.
Susana Blas, comisaria de la muestra, señaló que el rapado no era más que “la punta del iceberg”, bajo el cual se esconden acciones más viles aún, como pueden ser el rapado del pubis e incluso las violaciones. Art al Quadrat pretende sacar a la luz ese oscuro pasado: “Cuanto más se habla del problema menos miedo se tiene”. Company, consciente de los límites de toda exposición, pero también de sus virtudes, agregó: “No se puede reparar el mal, pero es una exposición sanadora”. Amador Griñó, jefe de exposiciones del MuVIM, abundó en ese aspecto sanador del arte, en el sentido de servir de vehículo para “restituir el honor perdido”.
‘Jo sóc. Memòria de les rapades’ tiene esa doble vertiente de investigación acerca de sucesos ocurridos en el pasado, al tiempo que arroja luz al presente. De hecho, hay una sección compuesta por nueve fotografías, en la que se recrea mediante instantáneas tomadas en la actualidad, los diversas causas por las que eran sometidas al rapado: asistir a ciertos mítines, repartir determinadas hojas, tomar el sol con vestidos de escote o simplemente atreverse a pensar o leer de forma diferente a la estipulada.
“Cuando alguna se había significado por su firmeza de juicio, por su combatividad político-social o por lo llamativo de sus actitudes, era vista como algo fuera de lo común por la gente bien pensante, debiendo ser públicamente corregida para que se arrepintiera”, recoge González Duro. Company apeló a los “esfuerzos útiles” de exposiciones como la de Art al Quadrat, “porque ayudan a pensar en lo que ocurrió”. Incluso fue más lejos: “Intentamos modificar pautas en un sentido humanístico”.
Salva Torres
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