Aquellos maravillosos años veinte
Ximo Rochera (escritor y editor de Canibaal y de 491, revista de arte y literatura)
MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2020
“Vuelvo a casa de mañana / El reloj marca las cinco, ya amanece, / Pero la luz aún ilumina el hotel. / Por fin acabó el cabaret. / En una esquina mastican unos niños, / Caminan los campesinos hacia el mercado, / A la iglesia van los viejos en silencio. / Las campanas de la torre repican severas, / Y una ramera de rizos salvajes / Deambula vencida por la noche y el frío”
Emmy Hennings, ‘Después del cabaret’
¿Son posibles otros años viente? ¿Es posible otra Kiki de Montparnasse, otra Josephine Baker, otra Gertrude Stein acogiendo a escritores y artistas –otro Hemigway, otro Dos Passos, otro Fitzerald, otro Picasso, otro Modigliani–, ¿es posible nuevamente Dadá? Mina Loy, Emmy Hennings; Duchamp, Picabia…
¡Todo es posible! Y, sin embargo, nada parece que vaya a ocurrir. ¿Tienen algo que ver las condiciones sociales y económicas con las que hubo en Europa a principios del siglo XX?
En 1920 se vivía en plena revolución industrial, el automóvil se había democratizado y se abría paso en las calles de todas las ciudades de Europa. París estaba en plena efervescencia. La Primera Guerra Mundial había concluido hacía poco más de un año y la derecha conservadora imponía en Francia un duelo perenne. La mujer se había acostumbrado a estar sin el hombre y se dio cuenta de que otro status era posible –también lo quería pasar bien–: los peinados, la moda; Coco Chanel. Las salas de fiesta y los cabarets ofrecían noches interminables de fiesta, champagne y cocaína.
El arte florecía por todos los lados; las normas se habían quedado obsoletas y los jóvenes estaban ahí para cargárselas. Europa estaba en crisis, sin embargo París era una gran sala de fiestas y Francia un estupendo país de acogida: decenas de pintores y escritores de diferentes nacionalidades se reunían en los cafés. Las tertulias.
Aristócratas, bohemios, intelectuales, artistas, mecenas… Todos ellos contribuyeron a que se produjese la revolución cultural. Se les había metido “el diablo en el cuerpo”.
La mujer no tenía derecho a voto y no podía trabajar sin la autorización de su marido. Se inventaba la lavadora, el lavaplatos y el aspirador para que la libertad de la mujer no superase las fronteras de la cocina, o los límites de su casa. La emancipación de la mujer resultó inevitable: mujeres con pelo corto y vestidas de negro Chanel eran llamadas, despectivamente, garçonnes. Mujeres como la polaca Tamara de Lempicka recorrían los centenares de fiestas que cada noche llenaban París. Bailaban y bebían hasta el amanecer.
A la vez, se producía el auge del fascismo y la radicalización de toda Europa –formando al hombre del mañana: creer y obedecer–, y la aparición de figuras como Mussolini y Hitler, que favorecieron posicionamientos contrarios y excentricidad.
La risa estaba presente en las calles: carreras para reír: Dadá. Carreras de fotógrafos, carreras de repartidores de prensa, carreras de lisiados de la guerra, de camareros (algunas de ellas todavía perduran).
¿Tenemos algo de todo esto hoy en día? Una reproducción de ciertos condicionantes socioeconómicos vendrían a indicar que quizá estuviésemos ante otros nuevos años locos.
- No ha habido una gran guerra que provoque una crisis económica, sin embargo, la covid ha dejado un panorama empresarial deplorable en países como España. Las pequeñas empresas han cerrado o, en el mejor de los casos, disminuido su productividad. La sensación de crisis se alarga desde 2008. Tras una burbuja aparece otra que nadie se atreve a pinchar.
- La mujer busca una liberación del yugo patriarcal que vaya más allá de poder votar: igualdad. El feminismo es entendido como un peligro para determinados grupos sociales que quieren volver al pasado, a una mujer ama de casa.
- Estamos sumergidos en una revolución tecnológica que, como todas las revoluciones, cambiará las relaciones sociales y el entorno. Los ordenadores, los móviles y las redes sociales forman parte de todos los jóvenes que no tienen necesidad de otros tipos de relaciones.
- Se produce un auge de la derecha fascista en toda Europa que, utilizando el populismo, quiere volver a los valores familiares del siglo pasado.
“Para que sea bueno el arte tiene que permanecer invendible” (Man Ray)
- Los proyectos culturales independientes surgen con una progresión exponencial. Las ciudades bullen y desde el Gobierno se instauran normas que definen los límites de los ciudadanos. Se genera un descontento global.
- Existe una sensación de descrédito hacia los políticos y estos viven enzarzados en discusiones estériles entre –o contra– ellos mismos, que provocan una parálisis. La desconexión con la población –aquellos que les han votado– es un hecho.
Definitivamente otros años locos son posibles.
Como promulgaba Dadá: “Todo para hoy, nada para ayer ni para mañana”.
Ximo Rochera
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20, en diciembre de 2020.
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