Pueblos valencianos abandonados
Agustín Hernández
Próxima publicación en septiembre
Pasear por un pueblo o una urbanización completamente despoblados produce una inquietante desazón, un sentimiento entre melancólico y nostálgico, inspirado por el recuerdo de las gentes que antaño los habitaron. Y surge la inevitable pregunta sobre la causa o cúmulo de causas que provocaron el exilio humano, tan tremendo vacío. ¿Una masiva emigración hacia tierras más prósperas o una fuga impuesta como daño colateral de grandes obras públicas? Abandonados a su suerte y a la erosión de los elementos, estos poblados configuran lo que se podría llamar arquitecturas fantasmas, a medio camino entre lo natural y artificial, en las que la manufactura humana se ve poco a poco devorada y poseída por el ímpetu de la vegetación.
El tiempo y la intemperie actúan sobre ellos. Son piquetas de acción lenta e inexorable, pero también el doble cincel de un artista cósmico que talla en ellos formas de una estética única. La belleza de los pueblos perdidos salta a la vista en las imágenes que ilustran este texto cedidas por Agustín Hernández, un periodista empeñado en que los pueblos abandonados no sean también pasto del olvido. Junto al geógrafo José Manuel Almerich publicó, en 2006, Pueblos valencianos abandonados. Los paisajes del olvido, agotado tras un par de ediciones, que describía con palabras e imágenes la situación de estas localidades deshabitadas a causa de los movimientos migratorios hacia las grandes ciudades. Desde entonces, Hernández ha ampliado y enriquecido sus conocimientos sobre estos exmunicipios, entre 30 y 40 en la Comunidad Valenciana y sus alrededores más dignos de interés. En septiembre saldrá Pueblos valencianos abandonados. La memoria del silencio gracias a la colaboración de un grupo de mecenas espontáneos que conectan con su voluntad y sentir. En sólo 20 días el proyecto logró más del 70% del presupuesto previsto (2.090 euros), con la participación de 60 personas, entre ellas varias residentes fuera de España, en Australia o Alemania. Por otra parte, Hernández busca el apoyo de instituciones públicas y empresas para mejorar el libro, que pretende ser un proyecto abierto y participativo. Así, los lectores del blog y la página de Facebook, Pueblos valencianos abandonados dan su opinión sobre distintas propuestas de portada y aportan diferentes contenidos; fotografías de los lugares deshabitados o sugerencias. Mientras tanto, Hernández lleva a cabo una campaña de divulgación de estos espacios a través de las redes sociales para completar contenidos del libro, que incluye tanto los pueblos fantasmas como sus bellezas naturales más notables. ( www.elspoblesvalenciansabandonats.blogspot.com)
Bibioj, Suera Alta, Benicalaf o Vizcota son algunas de estas localidades desiertas que se integran en paisajes poco conocidos, algunos de gran valor y belleza, como el Chorrador de Zucaina, el Pozo Negro, los estanques de Almenara o la sabina La Juana. Hernández recorre Bercolón y el despoblado de Las Olmedillas, en la cola del Embalse de Benagéber, el Chorrador de Zucaina y la aldea deshabitada de Bibioj. También la aldea de Jinquer y las trincheras de la Guerra Civil de Pedralba; Suera Alta y el Pozo Negro de Fuentes de Ayóda. Asismismo, el antiguo pueblo de Benicalaf del que sólo queda la iglesia, y la Font de Quart o los estanques de Almenara.
«Cada vez haces descubrimientos sobre la marcha y encuentras lugares que no sabías ni que existieran», dice Hernández. “No es fácil localizar estos pueblos, implica una labor de documentación previa, tanto en mapas como en libros, pues no figuran en internet. Pero llegar a lugares insólitos y casi inéditos, como Los Moras, y ver paisajes inmensos y deshabitados, como el entorno del barranco de Santa Ana, no tiene precio. Es una gran recompensa descubrir, por ejemplo, la aldea de Vizcota (Alpuente) y luego admirar sabinas de cinco siglos como La Juana”, concluye Hernández.
El libro Pueblos valencianos abandonados incluirá también los que se están recuperando en los últimos tiempos, entre ellos, La Reduela, en Ludiente. El hecho de que, en muchos casos la vegetación los haya invadido les da un aspecto diferente al que tenían hace medio siglo, cuando la montaña estaba habitada y por tanto cultivada y abancalada. Aldearroqueta en el interior del Maestrazgo es un caso paradigmático de recuperación. Una aldea abandonada convertida en una atractiva residencia rural, un lugar de sosiego y reposo en medio de la Naturaleza. Nacho Hernández, hermano del diseñador Mariscal es el artífice y director de este ejemplar reciclaje.
Bel Carrasco
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