‘No me hizo Brossa’, Certamen Coreográfico y ‘The Very Last Northern White Rino’
X Festival 10 Sentidos |’Fronteras’
El Festival 10 Sentidos ha culminado su décima edición explorando las fronteras en el mundo de la globalización. Como todos los años, se ha hecho servir de un programa variado en cuanto a disciplinas que recorre múltiples espacios de la ciudad de València. A diferencia de otras ediciones, debido a la situación sanitaria, todos los artistas han sido de procedencia nacional, lo cual nos permite cercar el campo de investigación y conocer qué ocurre en nuestro territorio. En ‘Fronteras’ se ha explorado el arte como canal de comunicación que traspasa los límites físicos, como una manera de conocernos y compartir en la distancia, impuesta en nuestros días.
Nos adentramos en tres de las propuestas que han conformado el cronograma del festival para conocer las últimas tendencias en las artes escénicas contemporánea. Visitamos la instalación ‘No me hizo Brossa’, de Cabosanroque, acudimos al Certamen Coreográfico y, por último, disfrutamos de la pieza de danza ‘The Very Last Northern White Rino’, de Gastón Core.
‘No me hizo Brossa’ nos saca de la platea y nos introduce en el escenario del Teatro Principal. Un aparato de grandes dimensiones y sin una forma determinada aparece entre la oscuridad. Conforme la vista se va deteniendo por este paisaje, descubre objetos cotidianos, como peines, vasos, máquinas de escribir o metros. Entonces, el aparato cobra vida. Los sonidos y las luces, que provienen de cualquier parte, guían al espectador para conocer este amasijo que representa “la prosa y el sonido de la palabra de la poesía escénica de los años cuarenta’.
Aunque la instalación cuenta con una tecnología compleja para poner en movimiento todos sus elementos, la composición y la cotidianidad de estos nos remiten al trabajo más artesanal. Primera frontera que cruzamos, la del tiempo, la frontera que ha construido la digitalización frente al trabajo manual. Este artificio sonoro reproduce la música de lo cotidiano y nos devuelve a los objetos físicos, a la casa, a la poesía.
El Certamen Coreográfico del Festival 10 Sentidos, que lleva celebrándose desde 2015, en los últimos años se había convertido en un encuentro internacional, con compañías de todas las partes del globo. Como apuntábamos, en 2021 se ha delimitado a propuestas nacionales, pero su objetivo sigue siendo el mismo: detectar los nuevos lenguajes coreográficos.
Son ocho las piezas que han sido seleccionadas para el certamen, de las cuales una recibe el premio del certamen, que consta de una dotación económica, y otra recibe el premio Migrats, ofreciéndole participar en la próxima edición de Migrats en danza.
Viendo las ocho propuestas podemos detectar una tónica: el movimiento disociado y el cuerpo androide. Parece que la crítica, o al menos la reflexión, acerca del impacto de la tecnología en las relaciones humanas está en boca en la danza contemporánea.
La segunda frontera que cruzamos es la de los cuerpos, que se tocan buscando una toma a tierra frente al bombardeo de estímulos digitales. Ángel Garcés recibe el premio Migrats con su pieza ‘Vamos’, donde partiendo de los tics de Rafa Nadal construye una coreografía energética y con una hibridación de géneros entre danza contemporánea y estilos urbanos.
La compañía galardonada con el premio del certamen es La SADCUM, con ‘The Lesson’, una pieza satírica donde introducen el audiovisual a modo de collage para reflexionar sobre la era postinternet. De todas formas, el jurado hace una mención especial a la compañía Silvia Batet por su pieza ‘Oblivion’, sobre el olvido como un espacio de transición.
El último fin de semana del festival actúa Gastón Core con su pieza ‘The Very Last Northern White Rino’ en el Centre del Carme Cultura Contemporània. Se basa en el relato del periodista Sam Anderson, que fue hasta Kenia para ver morir al último rinoceronte blanco. Ante su asombro, se encontró la mayor indiferencia de la especie, ajena a su propia extinción. A través de la mezcla de estilos (krumping, finger yutting, waving, afro…) Gastón Core explora la danza como un lugar donde descargar toda nuestra energía.
Una coreografía con fuertes matices energéticos, partiendo de una belleza calmada hasta la explosión eufórica de la danza africana, donde el bailarín, empapado en sudor, salta y ríe, como un juego o un canto a la vida. Una invitación a vivir pese a todo, pues no nos queda otra opción. La tercera frontera que cruzamos es la de la vida y la muerte, para encontrarnos con un espacio de liberación donde nada puede impedir que el cuerpo disfrute de ser cuerpo.
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