#Berlanguiano #Buñueliano
Real Academia Española (RAE)
Diccionario de la lengua española
Berlanguiano, término incorporado en noviembre de 2020
Buñueliano, incorporado en 2010
Luis Buñuel (Calanda, España,1900-Ciudad de México, 1983) y Luis García Berlanga (Valencia, 1921- Madrid, 2010) son dos de los directores españoles fallecidos más internacionales y representativos del cine español. Más allá de las diferencias narrativas y estilísticas de su cine, ambos directores son los creadores de obras emblemáticas, no sólo de nuestra historia cinematográfica, sino del cine internacional, como son ‘Bienvenido Míster Marshall’ (1952), ‘Plácido’ (1961), ‘El verdugo’ (1963), ‘Un perro andaluz’ (1929), ‘Los olvidados’ (1950), o ‘Viridiana’ (1961).
Dos directores, cuyo universo cinematográfico, único y singular, ha traspasado la ficción para proyectarse en la realidad que está más allá de la pantalla, como reconoce la Real Academia Española (RAE) al incluir en el diccionario de la lengua española las palabras ‘buñueliano, na’ (2010) y ‘berlanguiano, na’ (incorporada el pasado mes de noviembre de 2020).
Ambos adjetivos hacen referencia, en su primera acepción, obviamente, a los directores y, en la segunda, a los rasgos característicos de sus respectivas obras.
berlanguiano, na 1. adj. Perteneciente o relativo a Luis García Berlanga, cineasta español, o a su obra. Estudios berlanguianos./2. adj. Que tiene rasgos característicos de la obra de Luis García Berlanga. Una situación berlanguiana.
buñueliano, na 1. adj. Perteneciente o relativo a Luis Buñuel, cineasta español, o a su obra. Una obra maestra buñueliana.
2/.adj. Que tiene rasgos característicos de la obra de Buñuel. Una imagen muy buñueliana.
Ahora bien, ¿cuáles son esos rasgos característicos tanto de la obra de Luis García Berlanga, como de Luis Buñuel para que ciertas situaciones, personajes o imágenes cotidianas se califiquen popularmente como berlanguianas o buñuelianas?
Berlanga: “Crónicas de un fracaso”
Desde su primera película, ‘Esa pareja feliz’ (1951), codirigida con Juan Antonio Bardem, hasta la última ‘París-Tombuctú’ (1999) –pasando por otros títulos significativos, además de los anteriores citados, como ‘Calabuch’ (1956), ‘¡Vivan los novios!’ (1969), la llamada trilogía nacional (1978, 1980, y 1982), ‘La vaquilla’ (1985), ‘Todos a la cárcel’ (1993)–, Berlanga ha reflejado medio siglo de la intrahistoria de España con ironía y cierto jolgorio. La mirada de este director y la pluma del guionista Rafael Azcona han retratado, de manera sarcástica, pero a la vez conmovedora, la idiosincrasia de la realidad española.
En el cine de Berlanga la trama –con situaciones esperpénticas, absurdas, caóticas, reflejadas con tonos de humor negro y satírico– se despliega en planos secuencia corales donde los múltiples y variados personajes se mueven de un espacio a otro, mientras hablan y hablan. Personajes miserables, pero entrañables. Personajes atrapados en el “arco berlanguiano” en esa estructura dramática que impide que puedan llevar a acabo sus sueños, alcanzar sus metas, y que hacen de las películas de Berlanga crónicas de un fracaso, como el propio director decía.
Podríamos decir, por tanto, que el adjetivo berlanguiano lo utilizamos para definir situaciones cotidianas marcadas por el bullicio, la fiesta, el caos chapucero y absurdo en el sentido de arbitrario y disparatado, con ciertos tonos grotescos, pícaros, de humor negro, de ironía y sátira, pero situaciones sentidas como entrañables.
Buñuel: “El surrealismo fue, ante todo, una llamada”
Las treinta y dos películas dirigidas por Luis Buñuel entre 1929 y 1979, y más allá de que fuesen rodadas en Francia, México o España, están impregnadas por rasgos del pensamiento y la estética surrealista. Desde sus dos primeras películas, ejemplos emblemáticos de el surrealismo cinematográfico –‘El perro andaluz’ (1929), codirigida con Salvador Dalí, y ‘La edad de oro’ (1930)–, pasando, entre otras, por ‘Ensayo de un crimen’ (1955), ‘Viridiana’ (1961), ‘El ángel exterminador’ (1962), ‘El discreto encanto de la burguesía’ (1972), ‘El fantasma de la libertad’ (1974), hasta la última, ‘Ese obscuro objeto de deseo’ (1979), todas reflejan, con mayor o menor intensidad, las ideas del movimiento surrealista sintetizadas en la definición de André Breton en 1924.
«Surrealismo: sustantivo masculino. Automatismo psíquico, mediante el cual se pretende expresar, sea verbalmente, por escrito o de otra manera, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento con ausencia de toda vigilancia ejercida por la razon, fuera de toda preocupacion estetica o moral».
La obra de Buñuel exhala un aroma subversivo, transgresor y perverso con el orden estético convencional y el pensamiento racional, con las normas y la moral burguesa. El universo cinematográfico de Buñuel no puede desprenderse de esa mirada crítica, onírica, pasional, propia del surrealismo.
Podemos considerar que el adjetivo ‘buñueliano, na’ queda unívoca e inevitablemente enlazado al surrealismo, como el propio director reconoce de alguna manera en su libro, ‘Mi último suspiro’:
“De todos modos, durante toda mi vida he conservado algo de mi paso -poco más de tres años- por las filas exaltadas y desordenadas del surrealismo. Lo que me queda es, ante todo, el libre acceso a las profundidades del ser, reconocido y deseado, este llamamiento a lo irracional, a la oscuridad, a todos los impulsos que vienen de nuestro yo profundo. Llamamiento que sonaba por primera vez con fuerza, con tal vigor, en medio de una singular insolencia, de una afición al juego, de una decidida perseverancia en el combate contra todo lo que nos parecía nefasto. De nada de esto he renegado yo”.
De algún modo, el adjetivo ‘buñueliano, na’ ha quedado absorbido por el sustantivo surrealismo definido en el diccionario de la Real Academia Española, como “movimiento artístico y literario iniciado en Francia en 1924 con un manifiesto de André Breton y que intenta sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión automática del pensamiento o del subconsciente”.
Por tanto, se puede considerar que el abjetivo ‘buñueliano, na’, cuando se utiliza, define situaciones o imágenes, sobre todo, surrealistas, con ciertos tonos subversivos, perversos, provocativos, descabellados por estar fuera del orden y la razón, con tintes oníricos, de pasiones delirantes y desordenadas.
La incorporación de estos adjetivos en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) deja en evidencia que la imagen cinematográfica traspasa la pantalla, la sala oscura, para hacernos ver la realidad con ojos cinematográficos. ¿El cine representa la realidad o la realidad es representada a través del cine?
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