#MAKMALibros
‘El arte de encender las palabras’, de Berta García Faet
Barlin Libros, 2023
Presentación en Librería La Rossa
En conversación con Guillermo Morales
Murta 6, València
Jueves 30 de noviembre de 2023 a las 19:30
Decía Federico García Lorca que la “poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio”. En torno a esta enigmática conexión gira el primer ensayo de la poeta valenciana Berta García Faet, que se presenta mañana jueves 30 de noviembre, a las 19:30, en la Librería La Rossa, ubicada en el barrio de Benimaclet.
Barlin Libros edita ‘El arte de encender las palabras. La dimensión conmovedora de la poesía’ dentro de la ‘Colección Paisaje’, que incluye otros títulos como ‘El arte de contar la naturaleza’ (Luci Romero, 2023) o ‘El arte de leer las calles’ (Fiona Songel, 2021). Este ensayo nace en paralelo a su último libro de poesía: ‘Corazonada’, editado por La Bella Varsovia.
Para quienes no conozcan a Berta García Faet, no puedo dejar de recomendar su obra poética previa: libros como ‘La edad de merecer’, ‘Los salmos fosforitos’ o, el más reciente, ‘Una pequeña personalidad linda’. Confieso estar obsesionado con esta última obra, un viaje libérrimo que toma prestadas palabras y sonoridades de la lírica medieval.
‘El arte de encender las palabras’ comienza con lo que García Faet llama una “idea-corazonada”: la poesía tiene mucho que ver con los “tropos”. Un tropo es una figura retórica que conecta dos cosas, como la metáfora, la alegoría, la metonimia: “Llamo tropo, simplemente, a cuando y donde se cristaliza (o flota en el aire) la sugerencia de una poderosa incumbencia”.
El ensayo trata de desentrañar un poco (no totalmente, puesto que es imposible e inoportuno) este misterio, no argumentando ni demostrando, sino mostrando con una serie de ejemplos. En palabras de la autora: “No deseo intervenir en ningún debate teórico: deseo narrar mis enamoramientos”. García Faet trata también de definir la poesía, pero sin formular una definición, más bien acudiendo a esos mismos tropos. Así, la poesía es movimiento, es un manto, es un pellizco, es aire y es ventura.
A mi entender, este libro sigue la estela que dejó María Zambrano cuando articuló sus “ideas-corazonada” en torno a la razón poética –no puedo evitar recordar ‘Claros del bosque’–. En ‘El arte de encender las palabras’, el pensamiento poético no es incompatible con el pensamiento analítico –que no hay que confundir con el pensamiento analítico-analítico-analítico, que “es obsesivo y se dobla sobre sí mismo”–. La experiencia humana se compone de ambos elementos –lo que la escritora llama “corrazón”–, que hasta hace poco imaginábamos desligados, inmiscibles.
El libro no tiene la estructura –podríamos decir kantiana– de un ensayo argumentativo, sino que se compone de sensaciones, recuerdos, intuiciones, anécdotas personales, declaraciones de amor y muchas recomendaciones literarias, musicales y artísticas. Estos desvíos no se relegan a la periferia, sino que participan del centro de lo que se cuenta y condicionan además el formato de edición.
Esta tiene una configuración diagramática, con anotaciones en los márgenes que recuerdan a un manuscrito, como si un copista medieval hubiera dejado sus impresiones en forma de glosas que desvanecen el umbral entre lo esencial y lo accesorio. La manera no lineal de elaborar un pensamiento, aunque puede marear a algunos, me resulta tremendamente divertida y estimulante, y me hace preguntarme si seré capaz de volver a leer un ensayo tradicional con entusiasmo.
Hay que reconocer el mérito de la tarea de edición de Barlin Libros, no solo por utilizar este concepto innovador de edición –pese a inspirarse en algo tan antiguo–, sino también por el hecho de que la poeta, a menudo, utiliza las palabras de manera distinta a la habitual. La gracia de lo poético reside en que a menudo redescubre o reinventa la relación entre dos cosas, y Berta García Faet utiliza, inteligente y constantemente, los tropos para hablar de los tropos. Para saber más sobre el proceso de edición se puede consultar la siguiente conversación entre el editor Alberto Haller y la escritora.
Pese a todo esto, en el discurso de García Faet hay mucho orden, incluso me parece entrever una cierta obsesión por el control. Los capítulos se organizan con un ritmo logarítmico casi perfecto, como si se acomodara a las dimensiones de la proporción áurea. Cada capítulo es más corto que el precedente y supone una matización de lo expuesto con anterioridad. La matización de la matización de la matización se va destilando progresivamente para narrar estas intuiciones/convicciones sobre lo poético.
Precisamente, cuando su manera de expresarse tiende a una estructura más matemática o lógica me pesan más mis limitaciones para comprender las ideas expuestas. En cambio, cuando el texto es más libre me siento yo también más liberado y tengo la impresión –quizás falsa– de que lo que se está diciendo es más verdad. Pese a todo, la escritora ha tenido cuidado de no excluir al lector generalista, de manera que el armazón teórico queda discretamente entreverado para quien tenga la capacidad captarlo y no aliene demasiado a los no duchos.
Por otro lado, es fascinante ver cómo la autora se desdobla en un proceso de indagación introspectiva para abrirnos una ventana a su poesía. Como profesora universitaria e investigadora académica, García Faet posee un rico sustrato de conocimiento literario (y más allá de lo literario) que no lastra la libertad absoluta con la que se enfrenta al papel en blanco. Como dice la autora citando a Santiago Alba Rico: “Para escribir nos tenemos que olvidar de lo que sabemos”.
Así, se sumerge en un proceso de indagación introspectiva sobre su propia práctica artística para abrirnos una ventana a su poesía y, aún más, a lo poético. Un trayecto que le lleva a preguntarse por “el control o conocimiento privilegiado que supuestamente he de ostentar sobre mi proceso creativo y la exégesis de mi obra”. Sin embargo, para ella ‘El arte de encender las palabras’ no cuenta otra cosa que lo que ya había dicho antes en su poesía, “en otro dialecto”.
Como historiador del arte, en mi lectura del libro no puedo evitar imaginar las entretelas de la creación de imágenes desde estas “ideas-corazonada” sobre lo poético. Dice la escritora: “En el teatro, en la novela, en toda la literatura está la dimensión poética del lenguaje. Y en las otras artes también, pero entonces ya no tiene que ver con las palabras, sino con otros materiales. Se puede distinguir entre lo poético con palabras y lo poético sin palabras. Pero el corazón de lo poético tiene que ver con la sacudida”.
Aristóteles también plasmó en su ‘Poética’ sus reflexiones en torno a la tragedia griega, pero sus ideas se han trasladado, en numerosas ocasiones, a otras manifestaciones artísticas. La famosa locución latina “ut pictura poesis” equiparaba el poder evocador de la literatura y la pintura. Pero ¡ay!, queridas lectoras, ¿no estaré cayendo en el pensamiento analítico-analítico-analítico?
Para tratar de evitarlo, termino con unos versos que quizá no vengan a cuenta, pero que intuyo que a Berta García Faet le podrían agradar. Se trata de un poema azteca anónimo y sin datación, compilado por Miguel León-Portilla (‘Fifteen Poets of the Aztec World, University of Oklahoma’, 1992). En las culturas mesoamericanas prehispánicas escribir y pintar eran la misma cosa, puesto que utilizaban pictogramas, logogramas y silabogramas; y por eso estas líneas emplean tropos que quizás no lo son: “Yo canto las pinturas de los libros, / y los siento muy conocidos, / yo soy un precioso pájaro / pues hago hablar a los libros, / allá, en la casa de los libros pintados”.
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