‘Caligrafía del paisaje’, de Calo Carratalá
Comisaria: Marisa Giménez Soler
Espai d’Art Contemporani El Castell (E CA) de Riba-roja de Túria
Cisterna 28, Riba-roja de Túria (València)
Del 13 de mayo al 11 de julio de 2021
A Calo Carratalá viajar le produce una sensación de cierta espiritualidad, si por tal cosa entendemos el acceso a universos que, por seguir al poeta francés Paul Éluard, son como de otro mundo, pero están en éste. En el fondo, no hace más seguir el pálpito del artista, siempre en busca de lugares inhóspitos que, trasladados al lienzo, permitan a otros experimentar lo que el viajero ha sentido, mientras procedía a destilar las maravillas vividas. En su caso, los paisajes últimos atrapados en Tanzania.
“Los viajes tienen algo de espiritual”, reconoce. Viajes que Calo Carratalá hace a solas, para ponerse “en contacto directo con las cosas y contigo mismo”. Para ello, lo que hace es olvidarse de todo y sumergirse en aquello que ‘La epopeya de Gilgamesh’ atribuye al viajero, en cuyo rostro se reflejaba el temblor de lo vivido muy lejos. “Me olvido de la familia, de Hacienda, y soy como un perfecto turista”, dice con un tono de ironía. La misma que se desprenden de sus palabras, cuando se refiere a ese turista aludido.
“La palabra turista está devaluada, por eso preferimos llamarlo viajero, para cargarla de sentido y darle una forma intelectual”, señala, no sin antes aclarar que él se decanta por la de turista, “en tanto tour de aprendizaje e iniciación”. Con ello, evoca el Grand Tour, antecesor del turismo moderno, que los ingleses pusieron en boga, para dar cuenta del periodo formativo de ciertos jóvenes durante sus trayectos por el extranjero.
El Espai d’Art Contemporani El Castell (E CA) de Riba-roja de Túria ha reunido, por medio de la comisaria Marisa Giménez, un conjunto de obras, en las que Carratalá ofrece al público la posibilidad de viajar con él por esas selvas, playas, montañas y ríos trasladados plásticamente a la superficie del lienzo. Obras, casi todas ellas, alumbradas durante su estancia en Tanzania, recogiendo el espíritu de aquella tierra en la que pasó los primeros años de su vida Freddie Mercury, líder de Queen, señalando, en otro contexto, la importancia de disfrutar de las cosas, sin tratar de entenderlas.
“Yo no voy dando lecciones o poniéndome por encima, para explicar lo vivido en esos viajes. De hecho, me gusta pasar desapercibido en los lugares a los que voy y, dejando pasar el tiempo, pintar lo que veo”. Pintura que, como subraya, está trabajada “con gamas reducidas de colores, pero que me resultan cómodas”. Sin llegar al monocromatismo, lo cierto es que utiliza los ocres, sienas, verdes, azules y blancos, dejando de lado otros más impactantes: “El rojo lo utilizo poco, más que nada como anécdota para subrayar determinados detalles. Los violetas, tampoco”.
Su ‘Caligrafía del paisaje’, tal es el título de la exposición que estará en el E CA hasta el 11 de julio, pretende, justamente, deletrear esos lugares selváticos y espacios naturales que, mediante una gestualidad intuitiva, atraigan la mirada del espectador, como al propio artista le atrajo el panorama que cautivó su visión. “Busco paisajes nuevos a los habituales, que alcanzo cambiando de territorio, de país”, dice Carratalá, para enseguida pasar a explicar esa caligrafía.
“Me interesa ese primer gesto inmediato, no tanto intuitivo, porque la caligrafía es algo aprendido, de mímesis, sino referido al lenguaje como pintura; una forma directa de expresión”, apunta. Formas realizadas mediante grafito y acuarela como respuesta, dice, a la cambiante naturaleza y la necesidad de registrar esos cambios de manera igualmente rápida. En este sentido, cuenta su travesía en barco por Noruega, “donde vas bordeando lentamente la costa, al tiempo que pintas un horizonte que va cambiando. La acuarela permite introducir esa visión rápida de las cosas”.
Sus viajes, programados con tiempo, se hallan atravesados por una idea (“no eliges cualquier lugar”), pero una idea que luego acaba trufada de imprevistos. A Tanzania, por ejemplo, llegó siguiendo las selvas, los verdes y los ríos de lo que venía haciendo, pero, de repente, se sorprendió con ciertos azules. Al igual que le sorprendieron ciertas figuras: “Me encontré con la figura humana ocupando un protagonismo en mi obra, que antes no tenía”.
Y añade: “Las figuras son como paisajes en sí mismos, rellenas de algo. Es un concepto de figura; una forma analítica de representar la naturaleza. El viaje te va dando esa ampliación de la mirada entre lo que ves y lo que sueñas, porque ver es soñar”. Paisajes vistos y soñados, que Carratalá plasma sin colocarse en una posición cenital, sino a escala humana. “Es la posición que yo elijo, porque no es lo mismo verlo desde arriba o desde abajo. El posicionamiento ya es ideología”, asegura quien subraya igualmente sus panorámicas “por influencia del cine”.
Sus paisajes, que el E CA realza en sus prominentes salas de antiguo castillo rehabilitado, no aúllan como aullaban los paisajes románticos de Turner, Friedrich o Constable, sino que muestran el estadio previo a esa explosión de cambio. Como si la naturaleza de Calo Carratalá, siguiendo el pálpito de la suya, adivinase que algo está próximo a ocurrir y, aún así, se tomara su tiempo para captar los insondables movimientos telúricos. “Dentro de una apariencia tranquila, en mis cuadros parece que va a cambiar el tiempo”, resalta.
Esa mezcla de “amabilidad e inquietud” que, según el propio artista, atraviesa su obra, entronca con esta otra percepción: “En mis paisajes se respira una calma tensa”. “La línea del horizonte está, pero no está, y las nubecillas, que pueden ser grandes, parecen amenazantes y no”. Con todo ello, se va creando una atmósfera y un estado “como de tránsito”. Las figuras solas, las barcas paradas, la tranquilidad del color o la composición estática, conforman unos paisajes donde todo fluye, como el grafismo surcando de arriba abajo infinidad de líneas, espesas y ligeras.
“No hay dramatismo tipo Turner, con cielos en intenso rojo, pero, en medio de esa estructura cerrada y fija, impera la sensación de cambio”, insiste Carratalá, para quien el arte “es la capacidad de hacer cosas de tres formas distintas y que las tres estén bien”. Dice que los viajes le sirven para encontrarse con el tiempo. Un tiempo que ahora va cerrando, con respecto a las selvas y los verdes, a falta de alguna pieza especial que aún pueda surgir de su tour por Tanzania. “Luego, ya veremos”, concluye.
Salva Torres
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