Candela Herrero DSO

#MAKMAEscena
‘DSO’
Con Candela Herrero, Carmen Comes y Sandra Calatayud
Cía. NoMUSA
Sala Ultramar
Hasta el 26 de noviembre de 2023

El deseo, algo tan animal y tan construido al mismo tiempo. Algo tan visceral y tan plástico. Del deseo no se habla de manera explícita, pero se construye en cada relato. Cada obra es un granito de arena en nuestra concepción del mundo.

En cada obra, vemos cómo se articula el deseo de manera indirecta, creando así un deseo en sombra que, si no se puede definir, no se puede transformar. Si no se puede mencionar, no se puede cuestionar. Y para eso llega ‘DSO’, la última producción de la compañía de teatro NOMUSA, para poner en el centro de la escena lo obsceno.

La compañía joven NoMUSA presenta su segunda producción teatral en la Sala Ultramar, donde se podrá ver hasta el domingo 26 de noviembre. ‘DSO’ es una pieza sin pelos en la lengua, rebelde e irreverente. En la sinopsis enumeran, evocando la voz de Rosalía, “D de dedos, de dildo o de diu. D de doble penetración, de Dame más fuerte y de… doloroso. S de sexo, obviamente. También de sexy, de sexting o de self fellatio. S de semen, de saliva. Semen y saliva. Semen y saliva. S de se dispara sola. S de Shhhhhh. […] O de orgasmo. O de onanismo, de organización, de objeto. O de Oye, ¿vas a dejarme así? O de ooh, de oooh”.

Pero que este juego inicial no nos confunda. NOMUSA viene a exponer lo terrible del deseo hegemónico. Las consecuencias de ideas como la virginidad, la culpa o dispositivos como el porno.

Ellas son Candela Herrero, Carmen Comes y Sandra Calatayud, tres actrices valencianas que en 2021 daban comienzo a su compañía con ‘EROS’, un montaje teatral acerca del mito del amor romántico. Las tres escriben, dirigen e interpretan desde un espíritu crítico y colaborativo, reflejo del modelo más extendido entre las compañías emergentes. Su línea de creación parte de la experiencia femenina con la violencia heteropatriarcal. Candela Herrero nos abre las puertas al proceso de creación de ‘DSO’, a esa pregunta original: ¿cómo podemos hablar de lo que no podemos hablar?

La sinopsis de ‘DSO’ es brutal y desvergonzada. Supongo que así será también el tono de la obra. Ese acercamiento sin tapujos a la cuestión del deseo, sabiendo que os vais a exponer en carne y hueso encima de un escenario. ¿Ha habido muchas barreras que tumbar para posicionarse en ese lugar?

Yo creo que el propio proceso nos ha llevado a querer hacerlo de esta manera. Durante la escritura y la creación, nos dimos cuenta de que queríamos hablar desde un lugar honesto, directo, a degüello. En algunos casos, la metáfora nos ha servido mucho pero en otros momentos necesitábamos ser literales.

En la compañía NOMUSA trabajáis a seis manos, de manera horizontal y colaborativa. ¿Cómo ha sido el proceso de creación de ‘DSO’? ¿Cuál fue el disparador y cómo han sido las negociaciones entre vosotras para ir construyendo la pieza?

La obra llevaba gestándose mucho tiempo, pero empezamos a escribirla en verano de 2022. Era un proyecto que necesitaba caldo y cultivo. Estuvimos escribiendo juntas, montándonos nuestras residencias, y cada una iba aportando su parte. Todo de manera colectiva, todas participamos del texto y todas lo modificamos.

Más tarde, cuando supimos que teníamos la Sala Ultramar para hacer el estreno, empezaron los ensayos. Nos gustan los laboratorios, el prueba y error, por eso nos tomamos los proyectos con mucho tiempo. Como estamos las tres actuando, dirigir es tedioso, porque hay que estar entrando y saliendo. En los últimos meses, venía gente de confianza a los ensayos y al final, de manera más continuada, contamos con Paula Martínez de La Galguera. Es muy importante que haya alguien mirando desde fuera.

¿Cuál crees que ha sido vuestro mayor hallazgo?

A nivel profesional, el mayor hallazgo ha sido aprender a desechar cosas. No cogerle cariño en exceso a las cosas para que puedan transformarse. A nivel personal, a lo que nos ha llevado la pieza es a colocar el deseo en el centro, y para poner el deseo en el centro hay que ocupar otros terrenos (la virginidad, el porno, etc.). Otro punto fuerte fue hacer esta reflexión de quién es objeto y quién es sujeto de deseo, cómo pasar de un estado al otro, quién puede desear y quién no, quién es deseable y quién no, cómo se construyen todas estas cosas.

Es una pieza “inevitablemente poética y, por supuesto, mamarracha”, decís. “Cómica y terrible”. ¿Cómo conviven estos espacios: el de lo simbólico con lo irreverente?

Desde el humor. Hemos trabajado con referentes muy dispares, desde El Pont Flotant hasta las señoras de ‘Aquí no hay quien viva’. Pasamos por puntos muy distintos. Hemos desarrollado un humor para poder hablar de algo tan terrible desde la comedia.

¿Qué es lo terrible del deseo?

Yo creo que lo terrible viene cuando el deseo se ve contaminado por el sistema, cuando no es verdaderamente algo propio, sino algo infundado. Un ejemplo sería el concepto de virginidad o la implicación del porno. Que el deseo no sea propio, eso es lo peligroso.

Mencionabais también que el teatro se revela insuficiente, pero ¿insuficiente para qué?

Hay un tema en concreto que es el tema de la violación, del que nos fue muy complicado poder hablar. No había forma de tratarlo, el teatro no es suficiente. Al final, lo resolvimos de otra manera. Si quieres tratar algo, tienes que ir a muerte, pero a veces, de manera puramente teatral, no funciona y toca hablar desde otro punto, sin atavíos.

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Vuestra primera producción, ‘EROS’, ya iba encaminada hacia esta temática. ¿’DSO’ sería una segunda parte de un bloque temático en vuestra compañía?

Recogemos alguna cuestión, pero es muy diferente. La primera pieza habla del amor romántico y su mitología. Son dos temas que convergen, pero no es una continuación. Son temas que nos preocupan. Queremos tratar temas que como mujeres nos atraviesan y dar nuestra perspectiva. Hacer el tipo de teatro que otras generaciones no han tenido la oportunidad de hacer.


Recientemente, conocimos la triste noticia de que la Sala Ultramar debe cerrar sus puertas a fuerza de la precariedad que sufren las empresas culturales. La Ultramar también os acogió con vuestra primera pieza y ahora, prácticamente, la cerráis vosotras, siendo la penúltima compañía en actuar, antes de Mertxe Aguilar con ‘Morning Glory’. ¿Cómo os hace sentir esto?

Es muy agridulce. Por un lado, es un orgullo ser la última compañía externa que actúa allí, porque Mertxe Aguilar es de la sala. Es un orgullo y es muy bonito, pero estamos muy tristes y hemos llorado un montón. Las condiciones de trabajo son muy buenas, abogan por unas condiciones dignas, por las compañías emergentes, por temas concretos. Están en la labor por apostar. Y es una pena. Estamos muy felices de poder estar allí y es una pena que tengan que cerrar por lo de siempre, porque la cultura siempre está castigada.