Mercurio entre los dedos. Piedras calaverinas, de Sebastián Nicolau
Prólogo de Alfonso de la Torre
Museo de la Ciudad
Plaza del Arzobispo, 3. Valencia
Martes 18 de diciembre de 2018, a las 19.30h
Dice el filósofo Fernando Savater que la novela moderna está orientada por la muerte, mientras que la narración clásica sirve de orientación en la vida. “A fin de cuentas, la muerte no sabe más que desmentir a la vida”, subraya el autor de La infancia recuperada. Por eso apunta que la novela es un género desesperado, frente a la narración como género esperanzador. “En la narración, la muerte está siempre presente, pero nunca es necesaria ni en modo alguno dispensadora de sentido”. Y añade: “El sentido es cosa de la vida, es la vida misma y por ello es la vida quien puede dar sentido a la muerte, nunca viceversa”.
Mercurio entre los dedos. Piedras calaverinas, de Sebastián Nicolau, se halla en esa estela. Reúne en sus páginas una selección de piedras con forma de calavera, que el artista ha ido recogiendo durante los ocho últimos años de sus paseos por la playa de Corinto en Sagunt. Las fotografió en un principio sin otra finalidad que la de apreciar los infinitos rostros que el azar ha ido esculpiendo de tanto rodar y rodar. “No sé por qué pero sólo unas pocas parecen mirarme desde el suelo. Piedras redondeadas con oquedades que recuerdan cuencas oculares, mandíbulas, bocas”, explica Nicolau.
Rostros imposibles que le obligan, casi sin querer, como sin querer fueron esculpidos, a inclinarse y recogerlos. Piedras que ha ido guardando, fotografiando “sin modificarlas ni intervenirlas”, dibujando a continuación “sobre su imagen el recuerdo sugerido”. El libro que presentará el próximo martes en el Museo de la Ciudad de Valencia reúne un buen puñado de las imágenes de esas piedras, relacionando sus identidades con textos, canciones, pensamientos, películas y libros. Relaciones que únicamente pretenden evocar “el concepto de finitud o, por quitarle cualquier dramatismo a la expresión, con el paso del tiempo, el transcurrir de los días”, apostilla Sebastián Nicolau.
La muerte, pues, está presente, muy presente en el libro, pero su autoridad queda supeditada al sentido de la vida que emana de las conexiones y los recuerdos. Y el más claro ejemplo de esa vitalidad existencial que recorre sus páginas se encuentra al poco de iniciarse el trayecto. Lo reconoce el propio autor en la introducción del ejemplar. Se trata del momento en que relaciona una de esas inquietantes piedras con una secuencia de Mad Men. A Don Draper, protagonista de la serie televisiva, se le aparece el difunto Bert Cooper, fundador de la empresa de publicidad en la que trabaja.
Y lo hace desde el más allá para recordarle, mediante una canción estilo Broadway, que lo más importante aquí es vivir la vida. “Un canto desde la muerte a la Joie de vivre [alegría de vivir]”, apunta Nicolau, aprovechando tal evocación para poner como frase bajo la piedra que la acompaña, la de Las mejores cosas de la vida son gratis, recogida en la propia canción entonada por el difunto Cooper. Por ejemplo, la luna y las estrellas, que son de todos. Así se van sucediendo las 191 páginas del libro, entre piedras calaverinas y sus correspondientes asociaciones artísticas.
“En esas páginas [22 y 23] está concentrada la esencia, porque está la vida, que es la del protagonista, la muerte, por el difunto que se le aparece, y en medio, el tiempo”. Además, prosigue Sebastián Nicolau, “tiene el sentido musical que recorre el conjunto del libro”, donde hay acordes cerrados que vienen a rematar la composición, y acordes abiertos que permiten relacionar con otras páginas y textos. “No hay nada trágico en el libro. Es muy vital”, remarca el artista, pintor y escultor valenciano con una dilatada carrera profesional.
En todo caso, el posible sentido trágico del libro se debería más “a la cultura en que vivimos”, según su autor, que al propio espíritu del ejemplar editado por Makma y distribuido por Obra Propia. “Es cuestión de educación”, subraya. De ahí que la muerte, revelada a través de esas piedras con forma de calavera, comparezca como lo que es: la única certeza de la incierta existencia. Por eso las citas y vinculaciones artísticas ofrecen el sentido que la muerte destruye con su palmario destino. “Siempre me interesaron las pinturas de vanitas”, reconoce el autor, aludiendo al género pictórico “que representa la vacuidad de la existencia a través de elementos como el esqueleto o la calavera”.
Sebastián Nicolau, del mismo modo que privilegia la vitalidad frente al dramatismo del texto, también destaca la simple constatación de la vida, por encima de mensajes con carga moral. Por eso cuando dice que la temporalidad o finitud de la existencia es “un regalo que no debería desaprovechar” el espectador, aclara que está poniendo el énfasis en la pura “arqueología física, humana” del propio vivir. “Las vanitas se resumen en ese cráneo, la caja contenedora de lo que es la vida, que al final es lo único que nos queda porque después no hay nada”.
Mercurio entre los dedos hace igualmente alusión a ese tiempo que se nos escapa y que por mucho que lo intentemos atrapar se desvanece. El acto creativo, en el fondo, viene a suplir esa impotencia reinventando la realidad para dotarla de sentido. O para que tomemos conciencia de su finitud y la saboreemos. La referencia a la película No es país para viejos lo ilustra a la perfección, cuando el psicópata Tom Bell (Javier Bardem) hace que el responsable de una gasolinera se tenga que jugar a cara y cruz su vida. Esa moneda lanzada al aire ya no será una moneda más.
“Las piedras que aparecen en este libro son sólo piedras, sólo distintas si se las separa de las otras por alguna razón”, explica Nicolau. Sus largos paseos por la playa de Corinto recogiéndolas han dado lugar a esas evocaciones del tiempo que, “como el mercurio entre los dedos, se escurre de las manos tras iluminarnos por un instante y quedar atrás como un relámpago. Nada más”, concluye el autor de un libro en el que han sido referidos artistas como Mery Sales, Miguel Borrego, Chema López, Sebastiá Miralles, Joan Verdú, Ximo Amigó, Joan Cardells o Carla Fuentes, entre otros. Además de un amplio número de películas, libros, pinturas y canciones.
“Es un libro que se ha ido haciendo solo, más que escribiendo. Y en ningún momento lo planteé con una intención seria, filosófica o erudita”. Y Sebastián Nicolau se refiere a la naturalidad con la que se produce, por ejemplo, una ola polar. “La naturaleza no tiene intenciones, pero a ti te obliga a abrigarte. Lo mismo ocurre con este libro, que sin intención de establecer cargas profundas, a cada cual le impulsa a establecer sus propias relaciones”, concluye.
Salva Torres
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