#MAKMAArte
‘Performar la naturaleza’, de Carlos Bunga
Comisariado: Sandra Guimaraes
Bombas Gens Centre d’Art
Avda. de Burjassot 54-56, València
Hasta el 15 de octubre de 2023
La naturaleza, decía el poeta Gary Snyder, no es un lugar para visitar: es el hogar. Y como el primer hogar, según recuerda Carlos Bunga, procede de la propia naturaleza humana (“mi primera casa ha sido una mujer”), su creación artística se halla siempre atravesada por la fragilidad con la que nacemos, que se hace extensible al mismo cosmos que habitamos. De ahí su persistente trabajo procesual, inacabado, en torno a la simple captación de tan quebradiza existencia.
Por eso Bunga ha concebido su exposición ‘Performar la naturaleza’, que Bombas Gens Centre d’Art de València acoge hasta el 15 de octubre, comisariada por su directora artística, Sandra Guimarães, como una invitación a percibir esa fragilidad desde el interior mismo de sus trabajos, ya sean pinturas, dibujos, esculturas, arquitecturas, instalaciones o performances.
Una primera distinción se hace necesaria, la que fluctúa entre la casa y el hogar. Porque no es lo mismo construir una casa que llegar a convertirla en un hogar. Una casa se compra y se vende; un hogar, en cambio, alcanza tal estatuto por obra y gracia del cariño –que, como dice la canción, ni se compra ni se vende– que vamos depositando en él. Precisamente lo que hace Bunga: transformar las estructuras con las que trabaja en recintos evocadores de aquel calor primigenio.
Para ello, no duda en mostrar las grietas que conforman nuestra fragilidad –en consonancia con las del propia planeta–, para que, desde ahí, se vayan abriendo igualmente nuestros poros con el fin de despertar cierta conciencia adormecida. “Mis obras son reflejo de la fragilidad de nuestra propia mortalidad”, subraya el artista portugués.
Se trata, como destaca Guimarães, de la primera exposición antológica de Carlos Bunga en España, quien, a juicio de la comisaria, “observa con cuidado la naturaleza, sus estructuras orgánicas”, para lograr la “convergencia entre el hombre, los objetos y la propia naturaleza”.
Hay, de hecho, una serie de dibujos en los que el artista relaciona algunos animales con las casas o construcciones humanas que llevan a cuestas, manifestando esa tensión entre naturaleza y cultura que su obra pone de relieve; entre la naturaleza de la que formamos parte y la que, fruto de una potencia desmedida, amenaza con destruirnos.
“No podemos seguir con esta mirada colonialista de la naturaleza”, advierte Bunga, para enseguida poner el acento en el carácter de su trabajo, “una obra física muy matérica, muy orgánica”. El espectador se encontrará con ello nada más entrar al recinto expositivo, donde le aguarda la pieza específicamente creada para Bombas Gens ‘Habitar el color’, una instalación realizada con látex y cola sobre maqueta, asemejando el suelo, la tierra que pisamos, de nuevo repleta de grietas.
Para pisarla, el visitante deberá descalzarse, introduciéndose de esta forma en el universo matérico de Bunga, en su doble acepción: el de la pintura, el color, con el que realiza su obra, y el de la naturaleza objeto de la inmersión en ella que el artista propone. Por eso ‘Habitar el color’ tiene que ver con impregnarse de él, al tiempo que el espectador lo habita, es decir, vive una experiencia prolongada, reiterada, implícita en el verbo habitare –tener algo de manera repetitiva–.
“Se trata de caminar, sentir, interactuar con la pieza, dejando a un lado las prisas de esta sociedad tan acelerada”, señala el artista, quien ya había puesto el foco antes, en su serie de 98 dibujos realizados al comienzo de su carrera, sobre el propio sentimiento del acto creativo: “Antes de dibujar un árbol, siente lo que es un árbol. Es algo sencillo, pero complejo a su vez”.
En estos primeros dibujos ya se adivinaba el carácter matérico de su trabajo, muy cercano incluso a la sonoridad de las letras de los místicos españoles o de un haiku japonés, por ejemplo, este de Bashô: “Se ha escondido / En el bosque de bambú / El viento de invierno”. Sonoridad, materia e incluso el olfato haciendo acto de presencia en su obra, con nidos, termiteros, capullos o madrigueras evocando esa naturaleza performativa del conjunto expositivo.
Y es que ‘Performar la naturaleza’ proclama su necesidad, como señala Guimarães, de ser “una llamada a la acción”; una manera de “estar vivo” para que el público “la visite como si fuera una coreografía”, apostilla el artista. “Mis obras nunca están acabadas, sino que están siempre abiertas. Por eso existe ese componente relacionado con las grietas, que es el reflejo de nuestra piel y de nuestra fragilidad”, añade Bunga.
Esa fragilidad, emparentada con la materia misma de la que está hecha la naturaleza y nuestra propia constitución humana, se halla en el núcleo del trabajo de Carlos Bunga, como si fuera la marca indeleble de su singular producción: “Me gusta que las imperfecciones sean visibles”, resalta quien no se cansa de pintar, de bailar, de actuar, de penetrar en la sustancia orgánica de las cosas, con el fin de recordarnos la importancia de preservar la naturaleza, perseverando en sus misterios.
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