#MAKMAArte
‘El tiempo suspendido’, de Carlos Sebastiá
Shiras Galería
Vilaragut 3, València
Desde el 12 de mayo de 2022
Decía Borges, con respecto a la memoria, que, en el fondo, “somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. De formas inconstantes, aunque siempre recurrentes, y de espejos rotos, dispuestos a ser hilvanados mediante el acto creativo, se nutre la obra de Carlos Sebastiá. Da igual que utilice el dibujo, la pintura o la fotografía, que llene sus lienzos de transferencias digitales o huellas analógicas, porque al final lo que subyace en su trabajo es la emoción de rescatar aquello que se hunde en la superficie profunda de nuestra memoria.
La relación entre fragmentos del pasado que Sebastiá liga con sutileza a base de colores, elementos figurativos y abstractos, y composiciones formales que funcionan a modo de detonadores de una imprecisa memoria, termina revelando un mapa de sensaciones que cada cual ha de transitar siguiendo la brújula de su instinto. “Me interesa lo escondido, lo no visual de la imagen, pero que en nuestro inconsciente está presente”, resalta el propio artista.
‘El tiempo suspendido’ -tal es el título de la exposición que acoge Shiras Galería– es un tiempo que apela, precisamente, a ese espacio que ha quedado perdido entre dos momentos cuya cronología ha sido puesta en entredicho. Un espacio tan clarividente como borroso, por cuanto se nutre de una luz que tiende a empañar los recuerdos, de manera que estos solo pueden comparecer en la obra como si fueran fantasmas que, lejos de producir miedo, estimulan nuestra imaginación.
“Cuando lo ves”, refiriéndose Sebastiá a eso escondido que, a duras penas, aflora en la superficie del cuadro, “aunque sea abstracto, lo asocias a ciertas vivencias”. Y añade: “Me interesa que el espectador genere sus propias conexiones a partir de lo subordinado, de lo que ha quedado un poco en lo oscuro, pero que cuando tú lo ves, de pronto, tu cabeza lo conecta”.
Trata de ser una exposición, dice, “bastante heterogénea”, donde se mezclan elementos, “desde lo figurativo a lo completamente abstracto, lenguajes más geométricos con otros más expresivos, y entre lo analógico y lo digital”, partiendo de la pieza ‘Desde la playa del Grao’, donde, a partir de ciertas sensaciones y con elementos figurativos que remiten a ese pasado –“como texturas, una camisa, objetos florales”-, surge “la metáfora acerca de cómo la mente funciona a la hora de hacer asociaciones y de generar narrativas”.
Las obras que Carlos Sebastiá presenta en Shiras han de verse sin tratar de entender su composición interna, como uno escucha la música sin estar leyendo la partitura; simplemente dejándose llevar por las asociaciones formales, por su ritmo y, en todo caso, por las imágenes a que pudiera dar lugar el sueño que, poco a poco, resplandece tras un largo y detenido visionado.
“’El tiempo suspendido’ es la no cronología de los elementos puestos en juego, de sus asociaciones, porque en la mente a veces te resulta difícil saber si eso ocurrió ayer o antes de ayer; la memoria es muy traicionera”, explica el artista, para quien la gente “está tan acostumbrada a catalogar las cosas -esto es geométrico, esto es dibujo, esto es imagen-, en suma, a encasillar, que yo lo que pretendo con mi trabajo es precisamente romper con esa idea, mediante la heterogeneidad de elementos que descoloquen al espectador, que lo saquen de su zona de confort, aunque luego estéticamente sea confortable el trabajo”.
No hay pesadilla que valga en la obra de Sebastiá, sino la más luminosa memoria de acontecimientos del pasado que el artista rescata de un archivo propio o ajeno. “Yo me quedo con una sección pequeña de la imagen fotográfica y, sin contártelo todo, te vas imaginando lo que allí sucedió mediante la utilización de transferencias y técnica mixta -texturas, píxeles, grano-. En esta, por ejemplo -señalando uno de sus cuadros-, lo que hago es fisicalizar el píxel, frente al grano de la fotografía analógica”.
Esa es otra de las constantes en el trabajo de Carlos Sebastiá: su obsesión por trasladar los recuerdos en forma de veladuras, objetos yuxtapuestos, huellas, rayaduras o elementos ligados tras una suerte de epifanía. Una especie de regreso al instante que cautivó nuestra despistada atención y que el tiempo suspendido, al que se refiere el título expositivo, recobra mediante la libre asociación o escritura automática aludida por los surrealistas.
“’El tiempo suspendido’ se refiere al espacio entre dos momentos no medibles. Trato de romper con la idea de esto es antes y esto después, como hace la memoria. Aquí todo funciona en una misma capa temporal”, insiste Sebastiá. “En el fondo, a mí me da igual que haya pintura o fotografía, por eso le he puesto técnica mixta a todo, porque lo que me interesa es el concepto y la representación”, añade.
Su trabajo con la memoria y el olvido ha ido pasando por sucesivas etapas: “Vas indagando un poco más en el tema y te vas familiarizando con determinados materiales”, hasta darse cuenta de su interés por lo heterogéneo, “que toque muchas disciplinas, elementos y recursos”, con el fin último de expresar “vivencias personales, sensaciones y cierta memoria”. “Un rompecabezas en el que vas hilvanando las piezas”, subraya.
Así, hay piezas en las que es el color el que las aproxima, mientras que otras aparecen ligadas por las texturas, ya sea de un jersey o de una sábana. “Hay fotografías analógicas en las que no solo te vinculas con el contenido de la imagen, sino con el objeto en sí, por sus huellas o la vivencia en sí de esa fotografía guardada en una caja, con sus rayaduras, deterioros de la propia imagen o lo escrito detrás. Sobredimensiono esas imágenes y me quedo con elementos que las asocian”.
Los azules y naranjas -dice- son muy recurrentes en su trabajo, junto a algunos turquesas. “La geometría y el color son vintage, pero incluidos en composiciones completamente distintas. Esa mezcla es lo que verdaderamente me motiva y que el espectador establezca sus propias conexiones a partir de los elementos recurrentes propuestos en mi obra”, concluye Sebastiá.
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