#MAKMAMúsica
‘Carmen’, de Johan Inger
Basado en la adaptación de Rodion Shchedrin de la obra de Georges Bizet
Compañía Nacional de Danza (CND), dirigida por Joaquín de Luz
Dirección musical: Oliver Díaz
Orquestra de la Comunitat Valenciana
Palau de les Arts
Avda. del Professor López Piñero 1, València
Del 29 de junio al 2 de julio de 2023
“El amor es hijo de Bohemia, jamás ha conocido ley. Si tú no me amas, yo te amo, pero si te amo yo, ¡ten cuidado!”, le dice Carmen a Don José, antes de finalizar el primer acto de la ópera que lleva el nombre de tan desgarrada mujer. De esta manera, la impetuosa protagonista de la célebre obra de Georges Bizet pone en aviso al hombre que, lejos de atemperar tamaña pasión volcánica, se arroja al fuego por ella prendido.
“Es una obra árida, seca y cruda, y no se pueden poner paños calientes”, advirtió Oliver Díaz, director musical de la premiada ‘Carmen’, coreografiada por Johan Inger para la Compañía Nacional de Danza (CND), que dirige Joaquín de Luz, y con la que el Palau de les Arts cierra su ciclo ‘Les Arts és Dansa’. Díaz se refería a la necesidad de subrayar con la música tanto el romanticismo inherente a la pieza como su verismo: “La música puede anticipar las puñaladas”, añadió.
Y es así, a base de sucesivas puñaladas musicales (“me gusta picar los tiempos hacia delante”, apuntó Díaz), como la ‘Carmen’ de Inger irá llenando el escenario de Les Arts de la homérica energía concentrada en el relato escrito por Prosper Mérimée. “Los roles están igualmente comprendidos”, explicó De Luz, con respecto a los pasionales Carmen y Don José, quien terminará quitando la vida de aquella a quien ama de una forma letal.
El director de la CND aludió al niño que, como figura interpuesta y nunca antes utilizada en la obra, sirve de traductor de toda esa violencia acumulada en la figura del amante, una vez asuma que su vida no vale nada sin la de su amada. “En el fondo, la ópera habla del dragón que todos llevamos dentro y cómo a Don José ese dragón se le desata. Solo con la educación y la cultura se puede llegar a controlar”, resaltó.
A los rugidos de ese dragón se pliega la música dirigida por Oliver Díaz con mando sobre la Orquestra de la Comunitat Valenciana, igualmente sobrecogida por el relato hasta el punto, como dijo su director musical, de que “hay que controlarla, porque la llevamos al límite” de la “energía descomunal” que contiene la ópera.
“Carmen jamás cederá, libre ha nacido y libre morirá”, proclamará la protagonista ya cerca del clímax final. “Muy bien, maldita…”, espetará Don José antes de hundir su puñal en el cuerpo de su amada y concluir diciendo: “Podéis detenerme…soy yo quien la ha matado… ¡Oh Carmen! ¡mi Carmen adorada!”.
Esa adoración, que convierte a Don José en verdugo y víctima de su propia pasión enajenada, es la que Inger dice haber querido poner en escena: “Mi Carmen parte de la historia original de Mérimée, en la cual José es el auténtico protagonista que, incapaz de soportar la libertad de su amada, inicia un descenso a los infiernos llevado por los más primitivos instintos del hombre: la pasión y la venganza”.
El vestuario de David Delfín, pensado para encarnar todo ese mundo arrebatado, “no cae en los tópicos; es atemporal”, afirmó De Luz, aludiendo a los volantes del vestido rojo que porta la bailarina del cartel del espectáculo, “pero que no nos lleva a faralaes, y el traje de luces del torero es negro charol en chupa de cuero”.
Rojo y negro, como la novela de Stendhal protagonizada por Julien Sorel, igualmente centrada en un deseo que siempre es deseo por otro, alcanzando su clima cuando es mediado por un tercero que lo enerva. En ‘Carmen’, será el torero Escamillo quien se interponga entre los sanguíneos amantes, precipitando la trama.
“Hay algo picassiano en la superposición de la música, porque se dan saltos y giros que provocan la visión de dos cosas al mismo tiempo”, destacó Oliver Díaz. Ese carácter picassiano de la música no puede estar mejor evocado, por cuanto ‘Carmen’ no deja de ser la historia de dos seres dislocados por la pulsión de muerte que rige sus vidas.
También el niño, utilizado como hilo conductor de la violenta trama, puede ser objeto de diversas interpretaciones, ya que igualmente padece la realidad como si fuera un cristal roto por la presión de tanta combustión interna.
“Incluso podríamos ser nosotros, con nuestra primitiva bondad herida por una experiencia con la violencia que, aunque breve, hubiera influido negativamente en nuestras vidas y en nuestra capacidad de relacionarnos con los demás para siempre”, propone Inger.
Don José, en otro momento de la ópera, exclamará: “No, Carmen, no me marcharé, y la cadena que nos une nos unirá hasta la muerte”. Ese encadenamiento infernal, letal, es, ahora, vinculado con la polémica violencia de género. Violencia que, pese a los intentos por extirparla a través de una mayor educación, ahí sigue. “Si insistiéramos en la educación, no llegaríamos a este punto. Hay que desarrollar la sensibilidad a través de la cultura”, aseveró Díaz.
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