#MAKMALibros
Entrevista con el escritor Chris Aubeck, fundador del grupo de investigación Magonia Exchange
Autor de ‘Artefactos alienígenas. De la Antigüedad a 1880’ (2022), ‘Platillos’ (2023) y ‘Las cartas de los condenados’ (2024), entre otros
Chris Aubeck es un hombre silencioso. Por ello, el lugar acordado para nuestra cita es el convento donde se encuentra ahora mismo: Masumi Convento, un antiguo cenobio transformado en restaurante. Japonés. Masumi Konwento, que pronunciaría alguna muchacha nipona de ese nombre.
Vale, de acuerdo, dejo de divagar o de construir castillos (que no ovnis) en el aire, mientras me abro paso por una decoración que parece la nave del octavo pasajero. Solo una mesa ocupada a estas horas. Chris se levanta al verme, nos damos un fornido apretón de manos, y esparcimos unos saludos primerizos a nombres femeninos. En la barra tienen prisa por tomarnos nota, un camarero cubano escribe en un bloc y, al poco, un barco de madera repleto de sushi atraca en nuestra mesa.
El claustro del convento se halla acristalado, hay mesas dispersas en el exterior, pero no apetece salir. Badajoz arde. España arde. La piel de toro semeja un motor incandescente que deseara eyectarnos en este domingo por la noche. Sobre la mesa, Chris ofrenda sus libros más recientes al dios del lugar. Tres títulos en tres años: el primer tomo de ‘Artefactos alienígenas. De la Antigüedad a 1880’ (2022), ‘Platillos’ (2023) y ‘Las cartas de los condenados‘ (2024).
—Y ya estoy preparando otro; saldrá a principios de otoño… ‒apunta mientras guarda en su cartera la bolsa de plástico donde traía los volúmenes‒. ‘Platillos’ es un regalo para ti. ¡Es el último ejemplar que me queda! ‒dice con una dulce sonrisa que tal vez esconde una cierta timidez.
Le doy las gracias, le digo que un libro sin dedicatoria manuscrita no es un libro completo, y anota con un bolígrafo de tinta azul unas líneas en la página tercera. Mientras tanto, paseo mi vista por los índices de los otros dos, ya leídos y anotados. Rubrica las palabras, me tiende el volumen, y se lo agradezco al tiempo que miro el código de barras, en la contra. Le lanzo una pregunta delicada, e incomprensible para quienes creen en la falsa imagen de escritor de las películas:
—¿Por qué un autor que puede publicar en el grupo Planeta decide hacerse cargo de la distribución de sus libros?
—Por varios factores, te diría –me responde sin pensárselo–. De entrada, el sello de Planeta que se especializa en temas como los míos (Luciérnaga) se enfoca más en libros para creyentes que en estudios analíticos…
Dos libros, de hecho, le publicó a Chris Aubeck el monstruo editorial: ‘Ooparts. Objetos fuera de su tiempo’ (2015), con Juan José Sánchez Oro, y ‘Viajes inexplicables’ (2016), con Jesús Calleja. En inglés, antes aún, ya había dado a la luz otros títulos cuya existencia raya en la indiferencia para este ciudadano británico, londinense en concreto, criado en los Estados Unidos, y residente en España desde 1991. Como no los menciona, tampoco los anotaré yo aquí. Sirva la mudez.
—De mis libros anteriores –dice como si me leyera el pensamiento–, ‘Wonders in the Sky’ es mejor olvidarlo. De hecho quiero sacar otro este año sobre el mismo tema de las señales.
Se refiere Chris a la historia de los famosos círculos de las cosechas que, según la leyenda popular, aparecían perfectamente trazados de la noche a la mañana por extrañas entidades, visitantes de las estrellas, gnomos…, a saber…; ello si olvidamos la versión, desde el ecologismo más magufo, de que eran mensajes de la Madre Tierra, de Gaia, para que nos percatásemos del daño que la humanidad le estaba causando.
—Por otro lado –Chris amplía su respuesta–, la autopublicación me brinda mayor control sobre el contenido, las imágenes y el calendario de lanzamiento. Además, puedo hacer correcciones rápidamente si es necesario, y tengo una visión más clara de las ventas y ganancias. Aunque el beneficio económico no es mi motivación principal, aprecio esta transparencia. La libertad para elegir el estilo y la portada también es importante para mí. A mis 53 años, disfruto de nuevos desafíos intelectuales que mantienen activa mi creatividad, como mis estudiantes jubilados de inglés.
No aludiré al tópico del humor británico, pero ambos sonreímos con la última frase. Chris da clases de inglés. El dinero alienígena, de haberlo, no cotiza en los mercados terráqueos.
Ahora bien, ¿cómo investiga un investigador de ovnis? La parafernalia o el marketing los retrata con el típico chaleco pardo de multitud de bolsillos, cuaderno de notas, lápices y bolígrafos. Estos investigadores suelen ir a la fuente si este es un testigo entrevistable. De hecho, de avistamientos o contactos solo tenemos relatos de gente que dice haber visto, e incluso de gente que dice que hay gente que dice haber visto. Pero, antes de ello, ¿qué hubo?
Chris lleva una camiseta y un ordenador portátil, y es ratón de biblioteca y de publicaciones sepultadas en el olvido. Espero a tragar el trozo de salmón, como si fuera un anzuelo, para preguntarle sobre esto, pero de otro modo.
—Chris, sería ridículo mencionarlo en otras disciplinas y, desde luego, en cualquier aspecto de los que se pueda ocupar la historia cultural, pero en el tema de los ovnis, tan mediatizado y todavía mediático, lo de ir a las fuentes les debe de parecer a los pseudoinvestigadores una suerte de deporte de riesgo. Tú, sin embargo, vas a ellas. ¿Es el modo más directo y sencillo de desmontar todo el tinglado?
—Ir a las fuentes bibliográficas es importante para verificar su solidez. Muchos investigadores en este campo simplemente repiten información de segunda mano, creando una cámara de eco. La barrera del idioma es un obstáculo común, ya que muchos incidentes famosos, como Roswell, por ejemplo, se originaron en inglés. ¡Mi habilidad para acceder a esas fuentes originales es mi superpoder! –afirma levantando el puño derecho cual victorioso boxeador–. A menudo, descubro que las historias han mutado mucho con el tiempo, como en el juego del teléfono escacharrado, alejándose bastante de los relatos originales debido a repeticiones, traducciones y exageraciones.
—Todo eso suena a ignorancia o a espectáculo buscado, ¿no?, y resulta entre decepcionante y frustrante. Me recuerda en cierto modo a los protagonistas de ‘Platillos volantes’, de Óscar Aibar. ¿La has visto?
—Creo que no.
—Es muy recomendable. Es una de las películas más tristes y a la par con más ángel de todo el cine español.
Se hace un silencio mientras recuerdo la imagen de uno de los protagonistas del filme, el de más edad, tirando un disco metálico al aire y tomando rápidas fotos para simular un avistamiento.
—Chris, ¿dirías que todo cuanto rodea a los ovnis es una suerte de gran performance, una acción artística colectiva y dilatada en el tiempo?
—El campo de los ovnis se ha convertido en un espectáculo mediático. Los divulgadores compiten por captar atención en un medio saturado. Cada generación presenta una versión de la misma verdad impactante que la anterior, pero, en realidad, ha cambiado muy poco. Por ejemplo, este año se publicó un libro titulado ‘Inminente’…
—¿’Inminente’…? No lo conozco. ¿A cuál te refieres?
—De Luis Elizondo. Sobre el Pentágono y los ovnis. No se ha traducido al castellano. Bueno, la cuestión es que, en mi libro sobre Charles Fort, demuestro que este sentimiento de inminencia acerca de la llegada de los extraterrestres se remonta a la década de 1880. Incluso Fort, hace cien años, sentía que “algo sucedería pronto”. Algunas personas han aprendido a aprovechar las expectativas de los crédulos, que tienen poca conciencia histórica, y lo han convertido en una forma de ganarse la vida.
Crédulos e incrédulos. En el fondo siempre es así: en el arte, en la política, en la literatura, en la ufología… ¿No tendremos remedio? Alguien ha de perder para que otro gane. Estoy en Badajoz hablando de historia cultural a través de los platillos volantes con quien tal vez sea el mayor ensayista del mundo en este ámbito, y recaigo en preguntas adolescentes. Sin embargo, no reprimo formulársela para ver qué sale de ahí.
—¿Dirías que la del fenómeno ovni es una historia con vencedores y vencidos? –le preguntó después de pensármelo, recostarme en la silla y coger mi vaso; Chris mira hacia ninguna parte, como si seleccionara la respuesta adecuada.
—Podemos identificar ganadores y perdedores –me matiza–. Los ganadores son aquellos que han obtenido beneficios económicos, fama o influencia, aunque sea en una comunidad pequeña de seguidores.
—Hablas desde un aspecto puramente crematístico, aunque no haya dinero de por medio, sino mera vanidad…
—¡Es que muchos de ellos han convertido los ovnis en una fuente de satisfacción personal, dándoles un propósito casi religioso! Como en la religión, mientras puedan pagar sus facturas o mantenerse ocupados y populares, no necesariamente tienen que creer en lo que dicen públicamente.
—Haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga…
Chris sonríe.
—Por su parte –sigue–, los perdedores serían aquellos que consumen obsesivamente cada libro, documental y revista sobre ovnis, sin aprender nada nuevo a lo largo de sus vidas. Es importante subrayar que la creencia en conspiraciones, un componente significativo de la ufología, puede alterar la personalidad y las perspectivas políticas de un individuo, generalmente no a mejor.
Esta deriva merece un silencio más largo. Se abren temas que darían para un libro. El mundo del misterio tiene en los ovnis uno de sus grandes fundamentos, pero detrás de la exopolítica, por ejemplo, se halla la creencia en la conspiración de los Gobiernos, que estarían ocultándonos la estrecha colaboración entre nuestros mandatarios y agentes extraterrestres…
Me siento como, en la juventud, antes de un examen: estás cansado para seguir estudiando, pero te entra remordimiento de conciencia si te pones a realizar con ganas cualquier otra actividad. Traducido a este momento: hay tantas preguntas que opto por callarme, y aprovecho para coger ‘Platillos’ como buque de salvamento, una investigación periodística en toda regla. Su subtítulo, algo abstruso, es totalmente descriptivo: ‘En busca del origen de los ovnis discoidales’. En él rebusca en la prensa el caso Arnold desde sus inicios.
—Chris, ¿de verdad el tema ovni, visitantes de dormitorio, avistamientos, encuentros en todas las fases, abducciones…, en fin, toda la farándula, se ha edificado sobre un malentendido respecto a lo que vio Kenneth Arnold, en 1947, en el Estado de Washington?
Chris adopta un rictus serio. Quiere decir lo que va a decir sin sonar pretencioso o grandilocuente.
—Como responsable de un proyecto de archivo internacional dedicado a recopilar avistamientos de ovnis y referencias a creencias alienígenas en documentos de los últimos 500 años, he llegado a la conclusión de que el avistamiento de Kenneth Arnold el 24 de junio de 1947, aunque marcó el inicio de la conciencia ovni moderna, fue en realidad la culminación de al menos 200 años de creencia y especulación sobre visitantes extraterrestres. El debate sobre la existencia de civilizaciones extraterrestres ha estado presente en el discurso intelectual durante 800 años, y las historias sobre visitantes de otros planetas han sido populares en la literatura y el folclore durante medio milenio. El siglo XIX fue un momento clave para este tema, aunque eclipsado por el movimiento espiritista .
Chris hace una pausa mientras yo asiento tras oír la referencia al movimiento espírita, y prosigue.
—Sin embargo, podemos encontrar casos de abducciones, ovnis estrellados, mutilaciones de ganado, desapariciones extrañas, encuentros cercanos y otros elementos básicos de la ufología moderna a lo largo de la era victoriana. Así, el papel de Kenneth Arnold fue más el de un catalizador que el de un detonante.
Chris habla con seguridad. No titubea. Esto tiene el estar convencido de lo que se afirma. Cuando has abierto ante ti archivo tras archivo, los falsos misterios están al alcance de la mano; y más aún las miserias humanas que tantas veces –si no siempre– los encubren o lo procuran.
—De todo lo que me has hablado te ocupas en ‘Artefactos alienígenas’: trazas la historia, desde la Antigüedad (como reza el subtítulo), de relatos, creencias, presuntas pruebas geológicas, teológicas, epigráficas, en torno a supuestos habitantes de las estrellas y planetas evolucionados. Es inacabable el recuento… ¿Qué crees que lleva al ser humano a fabular y, posteriormente, a creerse sus propias fabulaciones?
—La humanidad siempre ha creado historias sobre seres inteligentes que habitan la Tierra, desde hadas hasta vampiros y razas subterráneas tecnológicamente avanzadas. Con el auge de la ciencia y el declive de la religión tradicional, hemos dirigido nuestra mirada hacia las estrellas en busca de hermanos cósmicos. Aunque esto no es completamente nuevo (el folclore japonés, por ejemplo, tiene historias de visitantes lunares desde el siglo XI), hoy en día se ha puesto de moda, debido a la influencia del cine de Hollywood, como algo urgente, a causa del vacío que deja el declive de la religión tradicional. La humanidad tiende a mirar hacia arriba en busca de respuestas, lo que parece una evolución natural: de levantar nuestros ojos al cielo, a escanear el firmamento en busca de señales de que no estamos solos en la galaxia. ¿Por qué hacia arriba? Porque si miras hacia abajo no llegas muy lejos.
Y más si se piensa en una Tierra plana, me iba a atrever a añadir…, pero prefiero enlazar con el más reciente de sus libros.
—’Las cartas de los condenados’ es la edición y traducción de las cartas que Charles Fort envió a diversos periódicos del mundo. En cierto modo, estas misivas con vista a ser publicadas serían el origen de la investigación, vamos a decir seria, sobre los ovnis y toda suerte de fenómenos extraños. Esto tendría su importancia si Fort hubiese actuado desde el rigor científico, pero él también era un creyente. ¿No se ha mitificado, en este sentido, su figura?
—¿Mitificada? –duda–. Más bien ha sido malinterpretada por muchos investigadores modernos que se autodenominan forteanos. Pocos tienen la paciencia de leer sus cuatro libros para comprender realmente sus intenciones y motivaciones. En España, esto es más comprensible, ya que solo su primer título fue ampliamente difundido en español. Sin embargo, incluso en el mundo anglófono, la mayoría de los forteanos desconocen las verdaderas razones de Fort para compilar los fenómenos y misterios que estudió. Solo al examinar sus cartas de la década de 1920, enviadas desde Marchmont Street en Londres, sus teorías personales se tornan claras. Mi libro, que incluye 71 de estas cartas, ha recibido una respuesta positiva, pero también ha generado confusión entre quienes están acostumbrados a la idea de que Fort no tenía teorías propias. Ahora los investigadores forteanos han descubierto la verdadera razón que hay tras la recopilación de casos como las lluvias de animales, lo que podría hacerles reconsiderar su enfoque. En cierto sentido, leer las cartas de Fort es como el cliché de “no conozcas a tus héroes”.
—¿Acaso en tus investigaciones pretendes desenmascarar falsarios, entender el mundo, dar con El Dorado, reescribir la historia…?
—El objetivo de mi investigación es descubrir y divulgar la verdad, independientemente de cuál sea, y compartirla con el mundo, ya que creo que esta es la misión de cualquier educador o científico. No busco desenmascarar fraudes, resolver engaños o avergonzar a estafadores. Aunque no me considero un científico, intento aplicar el método científico, evitando caer en trampas de sesgo o prejuicio. Quiero que la gente conozca lo que realmente sucedió para que lleguen a sus propias conclusiones y vean a través de la niebla de desinformación que a menudo se hace pasar por investigación en el mundo actual. No tengo motivación económica alguna para publicar estos libros; si la tuviera, los habría sacado hace décadas, ya que gran parte de esta información lleva veinte años en mis archivos
Veinte años después, como en la novela de Dumas, se exponen unos hechos que a lo mejor solo la pereza, el desinterés o el sensacionalismo habían mantenido dentro de periódicos y revistas, sin cruzarlos, sin paciencia para analizarlos. Y en quien se ha dedicado día tras día, ¿solo cabrá la confianza en lo contingente? Pregunta delicada o no, mesuro las palabras oteando las últimas piezas de sushi que quedan en el barco.
—Chris, ¿los investigadores del fenómeno ovni, incluso los más científicos y desmitificadores, como sería tu caso, no sueñan aún con descubrir una anomalía que dé sentido a sus vidas?
—Mantengo una mente abierta a descubrir verdaderas anomalías, algo que pueda desafiar el escepticismo de muchos de mis colegas. Tuve mi propio avistamiento ovni el 6 de abril de 1996 en un pequeño pueblo de Badajoz, lo que me coloca en la categoría de testigos. Esto no significa que crea que un fenómeno sobrenatural estaba detrás de lo que vimos ese día, pero me mantiene alerta. Recuerdo que después de publicar ‘Ooparts‘ con Juanjo Sánchez Oro, hace diez años, un libro muy escéptico sobre pseudoarqueología, me contactó un hombre ruso que decía tener fotos de un tejido avanzado conservado en ámbar de hace un millón de años. Aunque me interesó mucho, la distancia geográfica limitó mi capacidad de investigación. Creo que no es saludable dedicar la vida a intentar probar negativos, pues siempre fracasarás. Es mejor mantener la mente abierta a futuros descubrimientos que puedan sorprendernos como niños nuevamente.
—Como a tus alumnos de inglés ya jubilados…
Reímos ambos mientras el camarero cubano, contagiado de sonrisa, viene a preguntarnos si tomaremos postre en ese convento de una Badajoz que, ahí fuera, debe de estar ya derretida.