Artists as Catalysts. Arte y Tecnología: puente de creación
Alhóndiga Bilbao
Plaza Arriquibar, 4. Bilbao
Hasta el 8 de septiembre
Tendemos a mezclarlo todo. Y no deberíamos. Apelando al espíritu científico, que subyace en el núcleo de la exposición Artists as Catalysts, no es lo mismo verdad científica que verdad artística y, por supuesto, nada que ver con la certeza ideológica. Mediante la primera, logramos salvaguardar del caos una parte de la realidad tras ímprobos esfuerzos investigadores. Mediante la segunda, accedemos a lo real de la experiencia humana, y en el mejor de los casos a afrontarlo, siguiendo el trayecto simbólico que nos proponen las obras artísticas. La certeza ideológica, últimamente parasitándolo casi todo, consiste precisamente en todo lo contrario: en vivir de espaldas a lo real que nos zahiere, mediante discursos reconfortantes, imaginarios y, en esencia, fácilmente explicativos de todo.
La exposición Artists as Catalysts, que estos días se puede contemplar en Alhóndiga Bilbao, en colaboración con Ars Electronica Center de Linz (Austria), mezcla esos tres registros mediante 12 obras de procedencia internacional. Artistas del País Vasco (Josu Rekalde, Mikel Arce y Enrike Hurtado), de Japón (Seiko Mikami), de Italia (Paolo Cirio y Alessandro Ludovico), de Estados Unidos (Eric Paulos, Golan Levin y Shawn Sims), de Islandia (Finnbogi Pétursson), de Holanda (Daan Van den Berg), de Austria (Manu Luksch), de Australia (Matthew Gardiner), de Reino Unido (Cesar Harada), de Nueva Zelanda (Julian Oliver) y de Rusia (Danja Vasiliev), muestran sus piezas bajo el denominador común del subtítulo de la exposición: Arte y tecnología, puente de creación.
En algunos casos, la ciencia se convierte en protagonista casi fundamental. Como en la pieza de Harada, donde el robot Protei, con forma de barco velero, cumple con la función de limpiar los océanos usando la fuerza del viento. Energy Parasites, de Paulos, aunque cuestiona el concepto de propiedad de energía, muestra objetos hechos a mano y diseñados para almacenar pequeños bits de energía. La ciencia interactiva corre a cargo de la japonesa Seiko Mikami con su Desire of Codes: su instalación consta de una pared cubierta de pequeños ojos o cámaras de vigilancia que se contonean al aproximarse el espectador; de grandes brazos de robot equipados con cámaras de video y proyectos láser colgados del techo, y de una pantalla redonda a modo de ojos compuestos.
Similar captura interactiva muestran las piezas Pensar en silencio, actuar con ruido, de Rekalde, Arce y Hurtado, con su gran pizarra donde escribir impresiones que luego se convertirán en sonido, y Earth, de Pétursson, con su gran recipiente de agua recogiendo la resonancia de las ondas electromagnéticas de la tierra. Light is time Folds are space, de Gardiner, juega con nano elementos sobre una superficie en la pared, que va cambiando de forma a medida que luces en movimiento inciden en ellos. Hablamos de ciencia, pero también de experiencia subjetiva y, por tanto, de arte en la medida en que muchas de esas piezas provocan interrogantes al espectador.
Lo mismo puede suceder con el resto de piezas, más directamente relacionadas con la manipulación, siempre y cuando no se caiga en el apacible discurso del Gran Hermano tecnológico y su corolario en forma de rebeldía hacker. Son los casos de Faceless, de Manu Luksch, en torno a las cámaras de video vigilancia en los espacios públicos; de Face to Facebook, de Cirio y Lucovico, en el que se mezclan perfiles robados de Facebook con un software de reconocimiento facial; de Street Ghosts, de Paolo Cirio, donde se imprimen a tamaño real imágenes sacadas del Google Street’s View; de Newstweek, de Oliver y Vasiliev, que permite manipular noticias leídas por otras personas desde conexiones inalámbricas; de Merrick, de Van den Berg, donde el artista fantasea con la infección de productos de Ikea irrumpiendo en su servidor informático, o de Free Universal Construction Kit, de Levin y Sims, que permite el intercambio de piezas entre diez populares juegos infantiles, reconsiderando así la propiedad intelectual.
En estas últimas propuestas es fácil caer en la tentación del mensaje explícito: la manipulación implícita en las nuevas tecnologías. En tal caso, el discurso ideológico, sin duda reconfortante, taponará las vías más abiertas a la interrogación y la duda que proponen la ciencia y el arte, ya sea mediante la objetividad investigadora o mediante la experiencia subjetiva artística. Para sacarle todo su jugo a la exposición Artists as Catalysts, lo mejor es atenerse a la explicitud de ese carácter catalizador de los artistas, en tanto provocadores de reacciones contrapuestas.
Salva Torres
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