#MAKMAArte
‘Autorretrato o doble digital’, de Clara Boj y Diego Díaz
Comisariado: Pau Waelder
Sala Estudi General
Centre Cultural La Nau de la Universitat de València
Universitat 2, València
Del 1 de junio al 3 de septiembre de 2023
“Vivimos inmersos en datos”, señaló Pau Waelder, comisario de la exposición ‘Autorretrato o doble digital’, de los artistas Clara Boj y Diego Díaz. Datos que, a partir de su inmersión en ellos -del continuo chapotear alegre en sus aguas tan adictivas como turbias- nos configuran. Por eso Boj se refirió al doble digital del título, como a ese “otro yo que habita en las redes -a partir de nuestras búsquedas- dejando un rastro: lo que los algoritmos piensan que nos interesa”.
“Rastro digital que se deposita en el Big Data” (datos masivos), continuó diciendo Díaz, para que las grandes corporaciones empresariales se hagan cargo de nuestro “futuro conductual”, es decir, nos comportemos a la hora del consumo tal y como, a partir de nuestra sombra o huella dejada en Internet, ha sido previsto que hagamos. Ese “futuro predictivo de la Inteligencia Artificial”, en palabras de Ester Alba, vicerrectora de Cultura de la Universitat de València, termina resultando “apocalíptico”.
Waelder puso el siguiente contrapeso: “La Inteligencia Artificial es aprendizaje automático y trabaja con cosas ya existentes, de ahí que tienda a la uniformidad”, destacando cómo la creatividad, en sí, surge “cuando el artista se sale de esos resultados predecibles”. El neurocientífico Abhijt Nasker lo ha dicho con estas otras palabras: “La Inteligencia Artificial hay algo que no puede hacer: ser original”.
Este es el marco, grosso modo, en el que Clara Boj y Diego Díaz presentan, en la Sala Estudi General de La Nau, su ‘Autorretrato o doble digital”. Suyo, literalmente, porque lo que han hecho ambos artistas es hackear sus propios móviles para espiarse a sí mismos, utilizando luego los miles de datos obtenidos para recogerlos en 365 libros, a razón de uno por día durante el año 2017 que marcó el inicio de su investigación. El resultado es la instalación ‘Data biography’.
Todos esos datos recopilados empapelan las paredes de la sala expositiva: letras negras sobre fondo blanco a modo de gran catarata de textos que marean -como sucedía con los que iban apareciendo al inicio de la película ‘The Matrix’, de los hermanos Wachowski-, pero que la lnteligencia Artificial -he ahí su ventaja sobre la mente humana- procesa con enorme rapidez.
En la instalación ‘Machine biography’, Boj y Díaz lo que hacen es utilizar esos mismos datos, fruto del auto espionaje, para pedirle a la Inteligencia Artificial que vaticine las actividades de ambos artistas en 2050. En lugar de las antiguas echadoras de cartas, tenemos ahora a la tecnología cumpliendo la misma función, pero con una ingente base de datos acerca del sujeto interpelado y un procesador de información tan potente y previsible como igualmente fortuito.
Y entre ese pasado de registro de datos y ese futuro predictivo, se encuentra otra instalación que, a través de la aplicación TikTok, recoge imágenes de la vida cotidiana presente de ambos artistas. Aquí es la intimidad, la privacidad, lo que se cuestiona, en otra vuelta de tuerca de los peligros que conlleva la digitalización del mundo, al que nos entregamos con una mezcla de atracción y repulsión.
Atracción porque, como subrayó Diego Díaz, interactuar con las aplicaciones informáticas libera cierta “dopamina de los likes” -los “me gusta”-, realizado, además, con todo “nuestro beneplácito”. Y repulsión porque, en paralelo, surgen otras voces alertando del poder con que cuentan las grandes empresas al disponer de tamaño Big Data.
El magnate sudafricano Elon Musk -actual propietario de Twitter-, en otra vuelta de tuerca, advierte, quién sabe si llevado por esa misma atracción que genera el poder y su temor correspondiente: “Debería de haber cierta supervisión regulatoria, para asegurarnos de no hacer algo muy tonto. Con la Inteligencia Artificial estamos invocando al demonio”.
Clara Boj y Diego Díaz se hacen cargo de ese demonio asociado a la Inteligencia Artificial, proponiendo con su ‘Autorretrato o doble digital’ una reflexión crítica en torno al uso y abuso de las redes, que dibujan con la proliferación de datos -por nosotros mismos suministrados- el perfil del sujeto entregado al magnetismo de las pantallas. La propia Sala Estudi General parece pensada para generar ese ambiente distópico, ya no orwelliano, porque la vigilancia es fomentada por los propios usuarios digitales.
“Aunque parezca muy personal, nuestra vida es más que todos esos datos”, resaltó Boj, para enseguida volver a poner el acento en su peligrosidad: “Las corporaciones utilizan esa información para inducirnos a comprar mediante la construcción de cierto comportamiento”. El sociólogo Mariano Fernández Enguita [en ‘El País’ del 28 de mayo] utiliza la metáfora del yudo para decir que “no se trata de oponerte de forma bruta a esa fuerza que es la Inteligencia Artificial, sino de utilizarla a tu favor”.
Boj y Díaz, en su web -al pie de la página de inicio-, recogen esta idea entrecortada: “Él estaba pensando en todas estas cosas cuando deseó una ciudad…” (‘Las ciudades invisibles’, de Italo Calvino). Notable pensamiento que nos llevaría a formular la siguiente cuestión: ¿desean las máquinas? ¿Cuál es el deseo de la Inteligencia Artificial?
El propio Calvino, en el mismo libro, apunta: “Los signos forman una lengua, pero no la que crees conocer. Comprendí que debía liberarme de las imágenes que hasta entonces me habían anunciado las cosas que buscaba”. He ahí al sujeto liberado del Big Data.
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