Desborde. Claudia Martínez
La Gallera
C / Aluders, 7. Valencia
Hasta el mes de octubre
La corrupción es uno de los elementos consustanciales a la vida. Mejor dicho: el elemento que nos avisa diariamente de nuestro inevitable deterioro físico. El cuerpo se corrompe con el paso del tiempo, siguiendo los dictados de la entropía. Combatirla requiere el acto heroico de enfrentarse a ella sin darle la espalda, sin maquillajes seductores ni sarcasmos protectores. No sucumbir a su fatalidad, requiere de sujetos dispuestos a transformar esa muerte inherente a la corrupción, en fuente de vitalidad a pesar de los pesares. Que es lo que hace Claudia Martínez, artista argentina afincada en Valencia, con su obra Desborde, que puede verse en La Gallera hasta finales de octubre.
Nada más apropiado como en este caso para hablar de cómo la unión hace la fuerza. La unión de elementos sumamente frágiles sirve para construir una gran estructura. O lo que viene a ser lo mismo: la vida es una suma de empeños que vienen a contrariar el lógico desencanto por la corrupción de nuestra naturaleza. Claudia Martínez, con la ayuda de otras 25 personas colaboradoras, ha logrado levantar en la planta central de La Gallera lo más parecido a un corazón. Corazón tejido con hilos de plástico rojo, naranja y dorado, cuyos finos alambres, debidamente entrelazados a base de un tesón ejemplar, logran finalmente bombear sangre creativa de un RH muy positivo, a ese corazón que parece iluminar por dentro La Gallera, en cuya planta superior hay bocetos, dibujos y piezas más pequeñas.
Parece mentira, pero ese órgano vital, en ocasiones monstruoso según el punto de vista que se adopte, está hecho con tres millones de nudos, tiene ocho metros de altura y, asombroso, pesa 140 kilos sin que semejante estructura delate tamaña pesadez. Como apunta Isabel Tejeda, comisaria de tan asombrosa intervención, “tejer 100.000 metros de cable entre pequeñas masas de aire teniendo en cuenta que sólo para hacer una bola de unos 40 centímetros de diámetro se precisa de una hora de trabajo, generó que se convirtiera en un trabajo colectivo”. Un trabajo colectivo que da, y mucho, que pensar.
En pleno proceso de regresión a las tribus, buscando cada cual su pertenencia a microespacios desconectados de los otros que vienen a contaminar cierta pureza identitaria, resulta conmovedor este Desborde que nos propone Claudia Martínez. Porque es así, tejiendo y destejiendo, pero siempre con la mirada puesta en la construcción de algo sólido a partir de la fragilidad de las partes, como se puede alcanzar el objetivo de bombear sangre a ese corazón monstruoso. Monstruoso porque, en el fondo, esa enorme estructura, como pasa con la ampliación microscópica de una célula o un órgano de nuestro cuerpo, da miedo a solas, pero en compañía ya es otra cosa. De hecho, el cáncer no es más que el terrorismo impuesto por ciertas células enemigas del resto.
Claudia Martínez, a base de bordar y tejer colectivamente, logra que ese corazón monstruoso adquiera la apariencia amable del órgano sano, libre del cáncer de la corrupción que amenaza con destruirlo todo, para en su lugar rendir homenaje al esfuerzo heroico de inyectar vida allí donde reina el caos. Por eso desborda su intervención, porque acostumbrados a la estrechez de miras, al sálvese quien pueda insolidario, su corazón de La Gallera destila energía a raudales. Una energía que mana de ese caudal creativo, cuyo volumen fue creciendo a base de una estrategia colaborativa sin duda desbordante. Y así, tejiendo y destejiendo como Penélope, la escultura propició a su vez la estrechez de lazos, materiales y subjetivos, hasta alcanzar esa altura. Un ejemplo de cómo el arte, más allá de experimentos deconstructivos, puede transformar la corrupción y el deterioro en ley de vida.
Salva Torres
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