#MAKMAArte
V CLEC Fashion Festival
Hemisfèric de la Ciudad de las Artes y las Ciencias
Av. del Professor López Piñero 3, València
20 y 21 de septiembre de 2024
La quinta edición del CLEC Fashion Festival ha llegado no solo con muchísimo glamour, sino con toda una vinculación con el entorno y el planeta digna de mención. El concepto ‘Metanoia’ arrasó en unas pasarelas que revelaban cómo la sostenibilidad puede ser otro pilar fundamental dentro de la moda.
El pasado fin de semana, el Hemisfèric se convirtió en el escenario perfecto para conjugar la vertiente más vanguardista de la moda con ese sueño alineado con la Capitalidad Verde Europea del que hace gala València durante el presente 2024.
Personalmente, esta experiencia inmersiva no solo me hizo clec, sino que me recordó a aquella película tan idílica de Coline Serreau, ‘La belle verte’, cuya mecánica consistía en imaginar un mundo menos contaminado.
El festival abrió sus puertas con un ‘Elevator pitch morning’ donde pudimos conocer las marcas de algunos diseñadores y atender a distintas propuestas de empresas que abogaban por la sostenibilidad. Percibimos de primera mano el impacto de la moda en las vidas de los jóvenes diseñadores como Bibencia, Roberto Montes, quien profesó una sensibilidad extraordinaria, Modis Studio, que supo reflejar la fortaleza de su nueva imagen (un rebranding del que hablaremos posteriormente), y Alineo, quien destacó el poder de la moda como catalizador de energías positivas en un espacio donde disimular inseguridades.
Las empresas Erum, Canussa, Matiz y Sekond nos contaron su labor en un sector, la moda, que es el segundo más contaminante del mundo. Las propuestas abordaban desde la inyección de plástico sostenible al upcycling. Fueron Erum y Matiz las que resultaron premiadas en los Clec Superstar Awards por su desarrollo en el ámbito empresarial hacia un mundo más sostenible.
Alineadas con esta proyección y desde un prisma diferente, pudimos compartir una mesa redonda sobre gastronomía y sostenibilidad con los restaurantes Lienzo, Dos Estaciones, Nostre, KM0 (catering) y el proyecto Cacliment. Después de un hondo debate, la mesa concluyó que la sostenibilidad ha de ser un camino, no el objetivo.
En cuanto al acto inaugural, Miquel Suay, director del festival, afirmó: “La moda es lo menos sostenible que hay. Utilizamos el CLEC para lanzar un mensaje de conciencia y responsabilidad”. Asimismo, otras intervenciones, como la de Pilar Bernabé, pusieron en valor la sensibilidad del festival con el territorio, el planeta y el futuro.
‘In factum’, esa conciencia unificadora de humanidad era una de las aristas del festival donde diseñadores consagrados compartían pasarela con diseñadores emergentes. Así pues, entre los nombres más reconocidos nos encontramos con Dolores Cortés, Jaime Piquer y Agatha Ruiz de la Prada.
La colección de baño de Dolores Cortés representaba una simétrica primavera con motivos florales y cierta pureza estética que se distanciaba de su colección más juvenil, ‘Lola’, donde la diseñadora presentaba sus prendas más arriesgadas.
Por otra parte, la aclamada Agatha Ruiz de la Prada mantuvo su personalidad con esos diseños de corazones tan propios y una gama de colores vívida. Su colección, con carritos de la compra como accesorio, era toda una llamada a la celebración de la vida, incluso en sus momentos más cotidianos. Por último, Jaime Piquer aportó frescura a la pasarela con una colección de tonos pastel que iban tomando fuerza conforme avanzaba el desfile y con unos tocados que destilaban elegancia.
Otras colecciones prometedoras fueron las de los citados Modis Studio, Bibencia y Alineo, que compartían trayectoria y un gran comienzo: el consolidarse como marca. Seré transparente, fueron mis desfiles favoritos.
Modis Studio presentó una colección catártica. Como nos contó Pablo, empezó presentando su TFG en el CLEC y terminó constituyendo su marca. En ese proceso de maduración, este año apuesta por un rebrading para transmitir versatilidad, de Modistilla a Modis Studio.
Además, Modis Studio trabaja sin pérdida de tejido y con negocios locales; el km0 es su forma de crear moda sostenible. Su propuesta fue rompedora porque, como inspiración, tomó una rebeldía genealógica y la colección ponía la mirada en mujeres fuertes como su abuela, su madre y su hermana. Pudimos ver una travesía electropunk, queer y bastante gamberra, desde cueros a estampados de leopardo.
Sus modelos desafiaban a esa imposición normativa de cuerpos delgados y miradas frías. Agradecí la diversidad en una pasarela que hasta entonces solo nos había enseñado cuerpos de revista. Además, Modis Studio, con su trabajo, nos dio una lección de humildad: el diseñador salió a despedir su colección rodeado de su equipo. En un mundo de egos, Modis decidió hablarnos de afectos.
Fueron estas mismas prácticas las que Tony Glenville mencionaría en su charla sobre el futuro de la moda: un sector comprometido es aquel que está estrechamente vinculado con la sociedad.
Bibencia nos mostró una colección sincera: ‘Iaia’. La familia como eje de una colección de estampados sutiles que destilaban belleza. La propuesta detuvo el tiempo, comenzó con un pequeño espectáculo de danza clásica para sumergirnos en un escenario que reformulaba lo tradicional con delicadeza. Supuso todo un viraje hacia las pausas en un mundo de instantáneas.
Y Alineo, que nos dejó sin palabras. Su colección ‘Aura’ nos llevó a un mundo submarino, de sirenas en aguas templadas. Mediante el tie-dye y una gama pastel con prendas con un movimiento suave nos introdujo en su viaje hacia lo sagrado.
Respecto a los nuevos talentos, el festival contaba con colectivos divididos en base a la antigüedad. Por un lado, los ‘Noveles Meta’, con nombres como Fabiola Ricci, Diego de Viedma, Andrés la Cárcel y Steven Vazquez; y los ‘Noveles Noia’, del que formaban parte Rosa Gasent, Adriana Estrada, Genis Betrian y Ruth Durendez. Por otro lado, dos colectivos: emergentes y sostenibles, entre los cuales estaba el Premio Superstar de esta edición.
Una de las colecciones que más llamó la atención fue ‘Bloom’, de Steven Vázquez. Sobre su proyecto, el diseñador comentó: “Mi colección es un bosque donde todas son flores y las piezas fueron creadas a través de colecciones pasadas, son sostenibles y sustentables. Son extravagantes, me inspiro en el camp. Reutilizamos prendas en una colección que habla de un despertar y de una toma de conciencia porque tenemos un único planeta”. En la pasarela, el diseñador generó un jardín de flores y regaderas tan bello como literal.
Por su singularidad y estrecha vinculación con el concepto de esta edición, Isabel Is my name se llevó el premio a los emergentes. Una colección hecha con papel sobre pliegues y texturas que demostraba audacia y coherencia, como indicaron los miembros del jurado.
La artista también presentó un show de danza que nos atrapó por la complejidad de los movimientos de los dos interpretes y sus trajes con hojas, que podrían ser personajes de un cuento moderno o representantes de la utopía.
Otro de los espectáculos de danza fue presentado por Power Dance Studio, que invadió la pasarela para emprender con nosotros un viaje hacia la evolución, desde los cuatro elementos al control del fuego; se ganaron los aplausos del público con un estilo urban que abrazaba las raíces.
Finalmente, el CLEC eligió a artistas como el colectivo Neowarras, Gitano del Futuro y Patricia Lint para celebrar la moda, quienes supieron encender la chispa en un fin de semana temporalmente obnubilado.
En un sector donde la falta de sostenibilidad y de concienciación sobre el medio ambiente parece estar a la orden del día, el CLEC representa, de este modo, un espacio de rebeldía para aquellos soñadores que conocen el camino hacia la utopía.
Con su apuesta por artistas locales, como el hair show de Adrián Civera, por artistas emergentes y con la búsqueda de un mundo mejor como principio, el festival se desmarca de aquellos estereotipos que ‘El diablo viste de Prada’ nos infundió sobre la moda. El CLEC demuestra que un mundo mejor es posible y no tan solo un sueño colectivo.
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