Exhumando el silencio. Memoria, ciencia, identidad
Palau de Cerveró
Plaza Cisneros, 4. Valencia
Hasta el 11 de enero de 2019
De momento hay buenas palabras por parte del actual Gobierno de España, que se plantea realizar lo que denomina una “reforma integral” de la Ley de la Memoria Histórica. La ministra de Justicia, Dolores Delgado, avanzó recientemente la intención, en el marco de esa reforma, de establecer una serie de planes de búsqueda y exhumación de desaparecidos de la Guerra Civil. “Es inaceptable”, llegó a decir la ministra, “que España siga siendo el segundo país del mundo en números de desaparecidos después de Camboya”.
Inaceptable, pero machaconamente pospuesta en el tiempo una solución. Como se recuerda en uno de los apartados de la exposición ‘Exhumando el silencio. Memoria, ciencia, identidad’, en el Palau de Cerveró de la Universitat de València, “a pesar de la vigente Ley de la Memoria Histórica, los desaparecidos y represaliados tampoco constituyen un tema de Estado en pleno siglo XXI, estando muchas de las acciones de recuperación de su memoria condicionadas a arbitrariedades personales y políticas”.
Fuera del debate público, son las asociaciones privadas las que viene encargándose de escarbar en esa memoria con el fin de poder restañar viejas heridas. Como lo viene haciendo el Grupo Paleolab, impulsor de la muestra que hasta el 11 de enero permanecerá en el Palau de Cerveró, comisariada por Francesc-Xavier Duarte, Elisa García-Prósper y Manuel Polo, quien aborda la cuestión aportando un dato y una reflexión exclamativa: “Con 10.000 cuerpos exhumados en toda España no se puede mirar para otro lado”.
La exposición ofrece una “visión transversal científica de cómo se vienen exhumando los cuerpos”, señala Polo: “Damos una respuesta científica a la demanda social”, añade. De manera que la muestra lo que hace es acercar al ciudadano las técnicas de investigación objetivas encaminadas a esclarecer la identidad de los cadáveres, siempre por iniciativa de las familias que lo solicitan. “Somos un equipo interdisciplinar, independiente y que trabaja a demanda de los familiares. Y hay peticiones que son viables y otras no”, apunta el comisario.
A lo largo de los últimos 15 años, Paleolab ha participado en una treintena de proyectos y ha podido exhumar alrededor de dos centenares de víctimas y desaparecidos, gran parte de los cuales han sido identificados. ¿Gran parte? “Sí, claro, porque hay condicionantes, como la degradación del ADN, que impiden el reconocimiento de los cuerpos”. La exposición, estructurada mediante una docena de paneles, vitrinas con libros y un par de audiovisuales, va desgranando tanto las técnicas de investigación como describiendo los lugares y la problemática de los desaparecidos.
Así, hay paneles sobre el derecho a la verdad, los escenarios de la ocultación, los juicios sumarísimos, las fosas de la guerra, la represión y el maquis o, más estrictamente, sobre las técnicas de identificación. En uno de ellos se advierte que “exhumar no es identificar, solo supone una parte de un largo proceso de investigación, donde la figura ausente siempre es el Juez de Instrucción”. Y hablando de figuras ausentes, Polo pone el acento en las “políticas autonómicas desiguales, porque en Castilla y León, Andalucía o País Vasco se ha intervenido mucho, mientras que aquí en la Comunidad Valenciana apenas hay exhumaciones”.
Lo señalado por Manuel Polo queda constatado en uno de los paneles de la siguiente forma: “En el año 2011 el Grupo Paleolab, con la colaboración de la Asociación Gavilla Verde y con la financiación del Gobierno Central, realizó el mapa de fosas de la Guerra Civil y la dictadura franquista de la provincia de Valencia, sin el apoyo del gobierno autonómico [valenciano]”. El resultado de ese inventario arrojó la existencia “de, el menos, 172 puntos geográficos con fosas, de los cuales 55 se encuentran en el cementerio de Paterna”.
Un caso singular es el hallazgo en 2012 de la exhumación, en dicho cementerio de Paterna, de la saca de fusilados del 14 de septiembre de 1940, donde estaba un agricultor de Massamagrell (José Celda Beneyto), fusilado junto a otros 38 vecinos de su pueblo. Singular porque los restos de los cadáveres aparecieron junto a unas botellas que contenían los datos de cada víctima. “Los familiares pudieron pagar para que los enterradores introdujeran en el ataúd esas botellas identificativas. Es un caso excepcional, por su documentación, en la Comunidad Valenciana y, a nivel nacional, solo comparable en el País Vasco”, declara Polo.
A pesar de la intensa labor realizada por Paleolab, cuyas investigaciones aglutinan los informes periciales de cada una de las ciencias forenses que participan (arqueología, antropología, patología, balística, genética), lo cierto es que, como reconoce Polo, “aún queda mucho trabajo por hacer”. Y, de momento, por la senda privada. “No forma parte de la política de Estado”, lamenta el comisario, a pesar de la elocuencia de los datos y la investigación científica: “Estamos en un punto sin salida”, concluye.
Salva Torres
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