‘La habitación de María’, de Manuel Martínez Velasco
Dirección: José Carlos Plaza
Intérprete: Concha Velasco
Teatro Olympia
San Vicente Mártir 44, València
Hasta el 4 de abril de 2021
A Concha Velasco le das un poco de carrete y lo demás corre de su cuenta, tanto en la conversación que tuvo con los medios, como en la ficción de la obra ‘La habitación de María’, que estos días representa en el Teatro Olympia de València. Basta una sola pregunta del periodista, pongamos que dos o tres, o su presencia sobre las tablas haciendo de Isabel Chacón en el texto escrito por Manuel Martínez Velasco, para que se lance a hablar como un fino torrente sobre sus peripecias existenciales, que son historia del cine y del teatro del último medio siglo largo.
“Mis recuerdos de Marruecos son maravillosos y, en concreto, de Larache”, dice la actriz, recordando sus años en el país africano, cuando vivió allí por el destino militar de su padre Pío Velasco, comandante de caballería. “Yo vivía en una casa con judíos, marroquíes y cristianos, y celebrábamos el ramadán, el sabbat y la Semana Santa. ‘Ahora toca lo mío’, decíamos cada cual. Ese sentido de la libertad que yo tengo viene precisamente de haberme criado en Marruecos, en un momento en que la convivencia era estupenda. Luego a mi padre lo ascendieron y nos vinimos a Madrid. Era un país desconocido, por los señores que mandaban en ella, que son, como siempre, los que se cargan los países”.
Encendida la mecha, Concha Velasco prosigue su relato, sin necesidad de concatenar preguntas, simplemente absorbida por la multitud de recuerdos que le provocan sus propias digresiones, trufadas de humor socarrón. “A mí se me quiere en Valencia por encima de quién mande, como yo quiero a esta tierra”, añade, para enseguida ofrecer una sinopsis de ‘La habitación de María’.
“Este monólogo es el más difícil, porque no es exactamente un monólogo. Se trata de una escritora que cumple 80 años, se llama Isabel Chacón, no puede levantarse de la silla y está recluida desde hace 43 años en el piso 47 de un gran edificio, porque tiene agorafobia”, rematándolo con un enigmático “todos los agorafóbicos viven en sitios muy altos”.
“En realidad”, continúa apuntando acerca de su papel en la obra dirigida por José Carlos Plaza, “es una mujer que tiene de todo y vive con Salinger, que es su pájaro, aunque sabéis que el nombre tiene que ver con el autor de ‘El guardián entre el centeno’, que es la novela preferida de Manuel [Martínez Velasco], en la que está basada un poco esta obra, porque tardó 25 años en escribirla”. Se refería, claro está, a J.D. Salinger, cuya obra de 1951 se convirtió en una novela controvertida por la rebeldía adolescente de su protagonista Holden Caulfield.
“Me he ido de un montón de colegios y de sitios sin darme cuenta siquiera de que me marchaba. Y eso me revienta… Cuando me voy de un sitio me gusta darme cuenta de que me marcho”, decía Caulfield, junto a esto otro: “Le ponía negro que le llamara tarado. No sé por qué, pero a todos los tarados les revienta que se lo digan”.
Concha Velasco volvió enseguida a lo suyo: “Yo no tengo nada que ver con esta función. A pesar de la pandemia, a mí eso de recluirme en una habitación me ha costado mucho, porque yo no tengo agorafobia alguna y ni siquiera sabía lo que era eso, de manera que he tenido que estudiarla. A mí me gusta hablar con la gente, de ahí que me haya costado meterme en el personaje”.
El decorado de Francisco Leal sirve de contrapunto a la trama, con sus grandes ventanales dando a la calle, sus libros, su ordenador y una televisión por la que se colará una presentadora, incordiándole el día de sus cumpleaños, después de que se produzca un incendio que acelerará sus meditaciones. “No toméis en cuenta, vosotros periodistas, que me meta con la presentadora de televisión que sale en la obra, pero es que los periodistas a veces en televisión tenéis la manía de hacer una pregunta y, en lugar de escuchar a la que está hablando, ya estáis mirando lo siguiente”.
Dice que es una función dramática y, a la vez, muy divertida, y que habla sobre todo de la importancia de la cultura para los seres humanos. “Gracias a la cultura, vive y sobrevive Isabel Chacón, y gracias a la cultura hemos podido sobrevivir todos a esta pandemia, tras quedarnos encerrados”, subraya.
Más de medio millón de jóvenes padecen de aislamiento social en sus casas en Japón, fenómeno en auge que se conoce con el nombre de hikikomori. Concha Velasco responde, saliéndose por la tangente. “En Tokio viven en habitaciones pequeñitas y, aunque es una ciudad que me encantó, nunca podría vivir allí. Si ves ‘Lost in Translation’ [Sofía Coppola], a mí me pasa lo mismo que al actor protagonista [Bill Murray]”, que vive en soledad su trabajo en la capital nipona.
El nombre de Luis García Berlanga, director de ‘Bienvenido, Míster Marshall’ o ‘El verdugo’, desata sus más encendidos recuerdos. “Todo el mundo habla que ha sido chica Almodóvar y yo siempre digo que he sido chica Berlanga. Yo he perseguido a Berlanga desde que era pequeña, desde ‘Novio a la vista’ y hasta que hizo ‘París-Tombuctú’, su última película, en la que ya fui protagonista. Berlanga ha sido lo más importante de mi vida. Ser chica Berlanga y ser chica Pedro Olea ha sido lo más, con perdón de Almodóvar, que me gusta mucho”.
“A Berlanga me lo tuve que conquistar a través de su mujer, María Jesús [Manrique]”, resalta, ya en plena carrerilla. “Fue ella quien me dijo que le gustaba el color fucsia y que me tenía que poner ese color hasta en el vello púbico. A mis hijos les dije que yo quería trabajar con Berlanga, pero que lo primero que me iba a pedir era que me desnudara. Y mis hijos me dijeron: ¡Con Berlanga, lo que sea! Y es que Berlanga es mi familia. Con María Jesús hablo todos los días y con su hijo José Luis, lo mismo”.
Concha Velasco, en mitad del escenario del Teatro Olympia, sigue escarbando en su memoria, agitada por los recuerdos vívidos acerca del director de ‘La vaquilla’. “A Berlanga no le gustaba la gente operada y, entonces, yo me desnudé y le dije, ‘toque, toque, ¡estic dura com una pedra!’. Hasta el vello púbico me lo puse de color fucsia, porque ya me dijo su mujer que si quería conquistar al maestro me lo tenía que poner así”.
“Una de las cosas más bonitas de la película es el desfile de Moros y Cristianos en Alcoy, donde Berlanga, que a pesar de ser muy estricto también improvisaba, después de llevar dos días ensayando el desfile, de repente se cruzó un perro y, en lugar de cortar, dijo que todo lo que habíamos hecho hasta entonces no valía y que, a partir de ahora, quería que ese perro cruzara siempre. Y tuvimos que estar dos semanas ensayando el desfile”.
Y no puede parar hasta rematarlo así: “Las películas con el tiempo envejecen, pero con Berlanga nunca. Ha inventado todo antes que nadie. El cine de Berlanga permanece, porque todo lo que han hecho los directores después, ya lo había hecho él antes”.
Begoña Siles, directora de la Cátedra Berlanga de la Universidad CEU Cardenal Herrera, le ha propuesto ser la Madrina de Honor del Congreso Internacional previsto para los días 18, 19 y 20 de noviembre con motivo del Año Berlanga. “Me encantaría ser la Madrina de Honor, lo que pasa es que no sé si llegaré a noviembre, que es cuando cumpliré los 82 años, pero lo acepto encantada”, proclamó con retranca de humor negro. “Es un honor muy grande que cuenten conmigo para todo lo relacionado con Berlanga. Y tengo que decir que, a Berlanga, en España, todavía no se le ha dado el sitio que se merece. ‘Plácido’ es la historia más maravillosa del cine español”, remarca.
“Ninguna de las obras que yo he hecho tiene nada que ver conmigo. A mí lo que me gustaría ahora es hacer un libro, que lo estoy preparando… ¿Recuerdan ‘Desmontando a Harry’ [se refiere a la película, ‘A propósito de Henry’, de Mike Nichols], con Harrison Ford, que era un señor malísimo al que le pegan un tiro y va descubriendo su pasado? Pues yo voy a escribir un libro en el que contaré la verdad de mi vida”.
Una vida “muy divertida y dramática en ocasiones”, subraya, sobre la que quiere hablar porque no le gustaría ser Conchita Velasco en la otra vida, sino contar su verdad ahora, “no la de los papeles que he hecho o la de los otros, sino la mía de verdad, sin hablar mal de nadie, solo de mí, de Conchita siempre trabajando. Igual no he sido feliz, porque no he tenido tiempo de vivir, o lo he sido y no me he enterado. Por eso quiero desmontar a Conchita en ese libro”.
“¿Encerrada? Yo soy libre aquí”, dice en un momento de la obra, Isabel Chacón. A lo que Concha Velasco responde: “La libertad consiste en poder leer, en poder estudiar. En la obra ‘Incendios’, con Nuria Espert, la protagonista dice que no quiere que la entierren hasta aprender a leer y a escribir; también a pensar. Y de eso va esta función de ‘La habitación de María’. Isabel Chacón es feliz y es libre, porque tiene todo lo que necesita en casa, que es la cultura, menos poder salir por la agorafobia”.
¿Y del cine español actual qué piensa? “Me parece estupendo, lo que siento es no poder trabajar en lo que se hace ahora. Veo poca tele, porque como no quiero que me hablen de política, para no opinar, prefiero ver películas”. Y acaba su conversación, porque, le dicen, se va haciendo tarde. Que si no, Concha Velasco, con la voz percutida por los años, seguiría y seguiría, ahí, encima de las tablas de un escenario que la cautiva.
- Luis Martín Arias, adiós a un polemista entrañable - 11 noviembre, 2024
- El Congreso Internacional sobre la ley de Trama & Fondo se cierra con la hybris o desmesura en el cine de Kurosawa - 9 noviembre, 2024
- Jesús González Requena: “La ley, en Freud, no es el poder, sino la limitación del poder; aquello que le pone freno” - 7 noviembre, 2024