Hay muchas formas de entender la función del arte y la cultura. Su actividad ha sido interpretada y empleada de numerosas maneras a lo largo de los siglos, desde las pinturas murales en las cuevas de la prehistoria. Lo cierto es que esa capacidad creativa del ser humano no es nueva, por mucho que nunca deje de sorprendernos. No sabemos con qué ojos miraban aquellos primeros pobladores las representaciones de figuras humanas, animales y escenas de caza, pero aún pasados tantos siglos siguen manteniendo ese gran atractivo estético que les confiere la sencillez y la eficacia de su lenguaje visual conciso y directo. Muchos artistas han recurrido posteriormente a lenguajes artísticos esquemáticos, básicos, con la intención de eliminar todo lo que sobra, con el propósito de llegar a la esencia o como ejercicio de renuncia al preciosismo del que serían capaces mediante sus técnicas depuradas. Distintos leguajes, diferentes formas de decir, múltiples modos de relatar las características de cada tiempo. También nuestro tiempo tiene sus formas de expresión. La creación artística contemporánea no siempre necesita del museo, del centro de arte o de la sala de exposiciones, algunos de los principales discursos artísticos de las últimas décadas se han desarrollado en el espacio público, utilizando los muros y las calles, los edificios y el mobiliario urbano como laboratorio de pruebas en el que ejercer una tensión de fuerzas. El arte es experimentación, como cualquier otra disciplina artística o científica en la que interviene la creatividad y la innovación. Seguramente si desde el ámbito económico y político español se mirase más y mejor el potencial que representa el sector del conocimiento, las cosas serían de otro modo. Pero nuestra sociedad, en términos generales, ha optado por el convencionalismo como estrategia para el desarrollo, aunque a la larga lo que no avanza dibuja una línea de retroceso. Puede que sea ese uno de los errores que habremos de analizar en frío. Se ha preferido apostar por fórmulas de éxito aparente, aunque parece necesario trabajar para implantar otras referencias educativas pero, ¿existe en las esferas del poder la voluntad de remar en esa dirección? Una masa social entretenida con los destellos del espectáculo, en la diversión de una fiesta que parecía no tener fin, ajena a las consecuencias de sus actos, indiferente a las hipotecas de futuro… Las consecuencias de ese modelo de sociedad están quedando patentes, por más que se edulcoren las frases o se ornamente el léxico. Nuestros políticos se han convertido en maestros del eufemismo, dedicando más atención a los términos con los que construir la narración pública que a los efectos que sobre la ciudadanía tienen sus políticas. No en vano, la encuesta de junio de 2012 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), sitúa a la clase política y los partidos políticos como el tercer problema que más preocupa a los españoles, tras el paro y los problemas de índole económica. Ese, además de un síntoma preocupante, es un aspecto de nuestra realidad. ¿Podemos pedirle al arte y a los artistas que se ausenten de su presente? En muchos casos lo hacen, como parte de su libertad personal o de su necesidad de construir paraísos artificiales, pequeñas parcelas de realidad transformada y, si cabe, transformadora.
Última e Intracity son dos proyectos que se alternan anualmente, enlazados en una misma voluntad de contribuir a generar espacios creativos de libertad, en los que jóvenes artistas son seleccionados mediante una convocatoria pública a materializar ideas y propuestas artísticas pensadas específicamente para intervenir en el espacio público. El acercamiento a la realidad se ha convertido progresivamente en una experiencia sujeta a la mediación de la pantalla de un televisor, de un ordenador, del teléfono móvil o de cualquiera de los nuevos dispositivos híbridos que aparecen sin cesar. Nuestros lazos de comunicación y de relación con el mundo han sido modificados con la expansión del uso de Internet, llegando la pantalla a un grado de mediación que ha sustituido en buena medida la necesidad humana de la experiencia directa. Estos nuevos hábitos personales contribuyen al desarrollo de una escena social distinta de la preexistente, donde la capacidad de participación del individuo se ha visto incrementada, aún cuando sea solo a nivel simbólico en muchas de las ocasiones posibles. Una característica significativa, definitoria, de los proyectos artísticos apoyados desde Última e Intracity es la capacidad de estos para favorecer la participación del público, invitando a la audiencia a convertirse en una pieza clave en el desarrollo de los mismos y, en algunas ocasiones, en el elemento fundamental que los hace posibles.
En esta publicación se recogen los proyectos seleccionados en las ediciones de 2009 y 2010, respectivamente. La celebración de la segunda edición de Última estuvo dedicada a experiencias de intervención mural, con resultados muy diversos a partir de las distintas formas de trabajo en el campo del graffiti, llevadas a cabo por Escif, Dulk, Julieta y Okuda en los municipios de Albal y Torrent (Valencia), además de un proyecto de intervención con una pretensión más sociológica, realizado por el colectivo Difusor en la comarca del Priorat (Tarragona). La tercera edición de Intracity contó con proyectos de La Tejedora CCEC, Sara Díez / Rubén González, Paula Valero y, nuevamente, el colectivo Difusor que desarrolló la segunda parte de su proyecto para el Priorat, tras el interés despertado en la población con la experiencia del año anterior.
El arte, por si solo, no tiene la capacidad para modificar la realidad pero es una herramienta válida para el análisis y la interrogación. No todas nuestras acciones han de perseguir un objetivo finalista determinante, pues sin los procesos de experimentación no es posible obtener nuevos resultados que contribuyan a una revolución del conocimiento.
José Luis Pérez Pont
ÚLTIMA Creación contemporánea joven / INTRACITY Arte público y mediación social
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