Refugio, de David de las Heras
Pepita Lumier
C / Segorbe, 7. Valencia
Hasta el 14 de noviembre de 2015
David de las Heras, bilbaíno afincado en Barcelona, está de paso en Valencia, adonde ha venido a exponer su serie de ilustraciones en torno a la idea del refugio. Lo hace en la galería Pepita Lumier. Y para hacerlo utiliza el singular, Refugio, tanto para dar título al conjunto expositivo, como para ofrecer toda una declaración de intenciones de su propuesta. Porque David de las Heras no piensa en un solo refugio para referirse a esa sensación de protección que confiere el término y, por supuesto, la materialidad misma del espacio que lo propicia. Piensa en muchos, pero todos ellos terminan resumiéndose en uno: el propio proceso creativo en torno a la ilustración.
De manera que lo que propone en Pepita Lumier es un recorrido por algunas de sus últimas obras. Recorrido que le lleva a identificar el refugio “con el hogar en tanto sentimiento”, dice, para redondearlo así: “La ilustración como metáfora de ese refugio”. Ilustraciones que en el caso de ‘Hertog y Nassau’ le lleva a relacionar su obra con esa otra idea de frontera. “Hertog y Nassau son dos ciudades que se hallan entre Bélgica y Holanda”. De manera que su demarcación fronteriza, explica el ilustrador, complica la idea de conocer su pertenencia a uno u otro país. “La misma ciudad con fronteras repartidas”, subraya.
De las Heras juega con ello, volviendo borroso el rostro que ilustra la obra ‘Hertog y Nassau’, al tiempo que otorga cierta duplicidad a la imagen. “Es como si fueran dos gemelos, que saben lo que es compartir espacio en el útero materno”. A David de las Heras esa idea le subyuga; ese sentimiento de pertenencia al que aluden las fronteras. Fronteras que el artista concluye “son relativas”. Lo que cuenta, siguiendo el hilo de Rilke que ubicaba la patria en la infancia, es “el lugar metafórico donde cobijarse”. Y David de las Heras lo encuentra en el interior mismo de su obra.
Una obra por la que tanto pronto transitan mujeres con flores en la cabeza, refiriéndose el artista a un verso de Gabriel García Márquez, como figuras sin esa misma cabeza de cuyo cuerpo vuelven a brotar flores, o su serie de cuerpos humanos con cabeza de pájaro (“forma parte del libro ‘¿Cómo se visten los pájaros?’ todavía por publicar”). Cuerpos metamorfoseados o gestando alguna transformación interna que convierten esos mismos refugios, a los que alude la exposición, como lugares cuando menos inquietantes. Espacios, pues, de cobijo, mas un cobijo inestable, nada seguro.
La joven que a caballo parece huir hacia algún sitio, y que sirve de tarjeta de presentación de la muestra, también ilustra lo que quiere transmitir el artista. “Es una alusión al viaje, al movimiento de búsqueda”. Una especie de transición, de refugio que no se encuentra en ningún lugar concreto (de nuevo la idea de frontera difusa), de cobijo que únicamente alcanza cierta condición fija en el acto mismo de ilustrar. También se suceden la alusiones artísticas: la mirilla de Duchamp, los objetos de Magritte. Todo ello para terminar dando forma a esa percepción quebradiza del Refugio como espacio metafórico del que únicamente puede dar cuenta quien sabe ilustrarlo, narrarlo, contarlo, como hace David de las Heras en Pepita Lumier.
Salva Torres
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