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‘Isolated lights’ (Luces aisladas), de David Pellicer
Galería Cuatro
La Nau 25, Valencia
Del 29 de abril al 11 de junio de 2022
La relación entre confinamiento y geometría está en el fondo del trabajo que David Pellicer presenta en Galería Cuatro bajo el título de ‘Isolated lights’ (Luces aisladas). Diríase que, confinado en su casa por culpa de la Covid 19, al artista le diera por experimentar con las formas abstractas en un afán por liberarlas del plano, la estructura o el espacio que las encorseta, logrando a su vez él mismo cierta liberación en aquellos momentos de forzado enclaustramiento.
Por eso las ‘Luces aisladas’ que muestra, al alimón con su otra serie anterior –‘Misleading walls’ o muros engañosos-, son el reflejo de un aislamiento vivido con la esperanza de que los colores y las formas trabajados salgan con vehemente alegría de un fondo oscuro. “El hecho de que esté rodeado de tanto color negro hace que el color incandescente cobre mayor énfasis y mayor simbología”, explica Pellicer.
De ahí el título de la exposición ‘Isolated lights’, “un guiño y una alegoría al confinamiento, durante el cual hice un análisis introspectivo de mi propia obra, entrando dentro de ella, y consiguiendo mostrar cómo la luz es, por una parte, muy frágil y, por otra, tiene un gran poder. El poder de moldear la imagen, de adaptarse a las formas. Esa luz que sale de dentro hacia fuera es otro guiño a nuestro primer encierro, por eso el trabajo está rodeado de tanto quebrado, de tanto gris, de tanto color apagado”.
Esa dialéctica entre fragilidad y poder, entre la geometría que a duras penas trata de ceñir mediante formas abstractas el caótico mundo y la potencia que emerge del propio acto creativo, atraviesa el conjunto expositivo. “Lograr la incandescencia de la luz gracias a las tonalidades quebradas que enfatizan la acidez y la saturación del color vivo es algo primordial en mi trabajo. Busco la vibración de la luz que hay en la escenografía; me preocupa esa interacción y armonía cromática”, apunta el artista.
Justo antes de la pandemia dice haber estado trabajando el concepto de ‘’Misleading walls’ (Muros engañosos) desde un punto de vista escenográfico, “que es siempre el mundo que me ha atraído por su dimensión tridimensional”. Lo que hace Pellicer es crear en 3D las formas que posteriormente va a pintar: “Genero los espacios y luego los recorro con una cámara por dentro, hasta que decido lo que voy a pintar”.
Hay un guiño -dice- a la abstracción, pero también a la tridimensionalidad y a la luz del espacio. “Mi trabajo está a caballo entre la abstracción geométrica y la figuración desde un punto de vista escenográfico. Es un cóctel de muchas influencias, desde El Lissitzky a Kandinsky, pasando por James Turrel o Robert Irwin”. También dice trabajar la dureza de la línea del Hard Edge Painting: “Al introducir tonos intermedios, semitonos y tonalidades quebradas, consigues que haya una cierta armonía y esa dureza se minimice al máximo”, precisa.
David Pellicer apura al máximo su trabajo durante el boceto, porque cuando pinta “hay menos novedad, menos riesgo; la creación está en el boceto previo, que es donde vienen los problemas de equilibrio y de saber tocar la tecla adecuada para que no se desequilibre la obra final”. Y aquí lo vincula con una actuación en directo: “Un músico cuando sale al escenario tiene muy claro lo que va a hacer y lo mío es un poco así. La improvisación se produce cuando estoy generando la obra, pero en el momento de pintar ya hay mucho recorrido, y el riesgo y el azar han quedado atrás”.
Le gusta el contraste, la interacción entre los colores; que haya un equilibrio, no una competición, de manera que se potencien unos a otros y alcancen la mayor vida posible. “Esa interacción es lo que más me interesa a nivel cromático”, subraya. Y, de nuevo, las evocaciones musicales que le llevan a la obra de Arnold Schönberg o de Eric Satie, donde las alteraciones y los cambios pueden asemejar unas piezas con otras, cuando esas piezas son tan dispares: “En la sutilidad está la gran diferencia”, resalta Pellicer.
Los trabajos previos al confinamiento son “más escenográficos”, tienen como una perspectiva –“dan la sensación de que puedes entrar en ellos”-, mientras que en los posteriores “hay una mayor abstracción geométrica”. “Juego en el umbral de lo que parece un espacio y lo que puede no serlo. Y luego hay otras en las que empiezan a ampliarse las formas, ya no hay tanta perspectiva, dando una sensación de ingravidez”, añade.
La utilización de la geometría siempre parece asociada a mentes bien estructuradas, racionales, buscadoras de un orden inexistente en la vastedad del mundo. “Yo soy muy ordenado, pero tiene que ver con la idea de poner orden al caos mediante formas totalmente abstractas organizadas en el espacio, lo cual puede parecer baladí, pero no lo es”.
Se trata, continúa explicando Pellicer, “de algo muy complejo que requiere mucha reflexión”, lo cual choca, a su juicio, con el hecho de que haya tanta gente “opinando a veces de forma gratuita sobre la abstracción geométrica, sobre el minimalismo, cuando se trata de formas tan depuradas que requieren de una sutileza mayor casi que la figuración en muchas ocasiones”.
Cansado de que todo tenga que ser reconocible, Pellicer invita al espectador a que se deje llevar por las emociones: “Esa es una de las labores de la abstracción”, sostiene. Las obras expuestas en Galería Cuatro animan a esa exploración sensitiva a través de la vibración cromática, actuando los colores y las formas abstractas como cuerdas de un instrumento musical.
El neurólogo Oliver Sacks decía que, para apaciguar la angustia que en muchas ocasiones le provocaba el sinsentido de la existencia, él recurría a la tabla periódica que tenía en su cuarto baño. David Pellicer tiene su propio recurso: “A mí el mundo me lo ordena el círculo cromático que se enseña en todas las escuelas y donde se ven los colores primarios, los secundarios y los terciarios. Yo les digo a mis alumnos de pintura: vuestra tabla periódica es el círculo cromático, la tenéis que llevar bien dentro, porque vais a poder combinar los colores mucho mejor si la controláis”.
‘’Isolated lights’, insiste Pellicer, tiene que ver con la idea del confinamiento, allí donde la mente, de pronto, se sale de las cuatro paredes en la que se halla enclaustrada, mientras el cuerpo permanece dentro. “La luz se adapta entonces a las formas y, ante la adversidad, resurge. Es un guiño de esperanza. Ese color ácido, esa alegría y esa intensidad ayudan a tener una percepción agradable. Es como un ‘The End’ en positivo”, concluye.
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