#MAKMAArtistas #MAKMAOpinión | MAKMA ISSUE #02
Andrés Herraiz Llavador | De Manhattan a Ruzafa. Artivismo drag
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2019
Viernes 7 de agosto de 2020
Drag queen, transformista, reina, travesti. Curiosa encrucijada de términos, en la cual se dan cita las acepciones y las mayúsculas, los peyorativos y los superlativos, en un galimatías conceptual en la que los prejuicios se convierten en el prisma desde el que nos aproximamos a la cultura drag.
El término, surgido de la mentalidad victoriana del siglo XIX, sirvió para designar a aquellos hombres que arrastraban sus flamantes vestidos para el divertimento de los asistentes a los espectáculos de variedades del momento. Inscritas en el devenir del tiempo, un sinfín de cabareteras, actrices, bailarinas y humoristas tras el telón han sentido a lo largo de los siglos el peso histórico-cultural de la perversa costumbre de reírse de aquello diferente, en este caso codificado a modo de hombre vestido de mujer.
La cultura drag, mercantilizada y fagocitada por el capitalismo imperante, atrae cada vez más a quienes, con curiosidad y asombro, se aproximan a ella. La irrupción del reality televisivo estadounidense conocido como ‘RuPaul’s Drag Race‘, en las televisiones y plataformas online de medio mundo, augura una cambio de paradigma, facilitando al gran público un acceso directo al fenómeno drag. Desde Manhattan a Ruzafa, la sensación televisiva de ‘RuPaul’s Drag Race’ llega a València para quedarse y convertirse en un referente para los neófitos que deseen aproximarse al travestismo más mainstream.
Locales como ‘La Boba y el gato Rancio’ acogen cada lunes los capítulos de la nueva temporada de este audiovisual de telerrealidad competitiva organizado a partir de diferentes pruebas, monólogos, sesiones de fotos y actuaciones musicales, que garantizan que las finalistas pueden llegar a ser la Drag Superstar de Estados Unidos. La buena acogida del programa en la capital del Turia, sin duda, advierte de la necesidad de un cambio social en el cual se dé continuidad a la labor realizada por artistas y activistas que en las últimas décadas han luchado por dar visibilidad a la cultura drag.
De este modo, la transformación social iniciada en la década de los 90 cederá el testigo a agentes culturales como el Centre del Carme Cultura Contemporánea (CCCC) y a artistas como Graham Bell o Liz Dust, entre muchos otros y otras que, tanto dentro del arte como fuera de este, vienen promoviendo y acogiendo iniciativas que aspiran a posicionar lo queer dentro del panorama artístico valenciano.
Amparados por el artivismo, arte y activismo se dan la mano para dar primacía al mensaje político de la obra, el cual se torna explícito e insta al espectador a interactuar con esta. Ficción narrativa y escena teatral confluyen en la performatividad drag, donde el sujeto se ve imbuido por el lenguaje de lo travesti, en un discurso íntimo en el que “lo personal es político”.
Desde esta perspectiva artivista, la artista Liz Dust llevó a cabo el pasado año, con motivo de las vacaciones navideñas, una valiente iniciativa que consistía en un free tour performativo por los belenes de la ciudad de València. Este se suma a la larga lista de proyectos, performances e intervenciones que la drag queen ha desarrollado tanto en territorio valenciano como fuera de este.
Sus propuestas ahondan en la deconstrucción artística y en la revisión de aquello que termina por mercantilizar y definir lo normativo o correcto. Estrechamente vinculada al mundo de la moda y de la performance, sus intervenciones sobre el arte orbitan en torno al concepto Da-Drag, término creado por la artista y que define “aquella situación absurda protagonizada, producida o experimentada por cualquier sujeto que hace uso de cualquier mecanismo, elemento estético u ornamental con el fin de alterar su apariencia física”.
En este sentido, el tándem terminológico conformado por el concepto de drag queen y el de dadaísmo dan forma a Da-Drag, una manera de transcender las ficciones propias con el fin de llevarlas al ámbito de lo absurdo. Haciendo uso de elementos propios del contexto en el que se encuentra, Liz Dust imbuye en el acto performativo un aprendizaje inherente a la resignificación de aquello que trasciendede la órbita personal a la dimensión de lo drag.
Arremetiendo contra la dictadura de los espacios y el dogma de “cada cosa en su lugar”, las drag queens vienen subvirtiendo los lugares en los que habitamos y transitamos desde hace décadas, confrontando al individuo con el espejo de la heteronorma.
La khátharsis aristotélica se abre camino en la teatralidad drag para apoderarse del espectador, que en el transcurso de la performance artística ve aflorar sus miedos, inseguridades y deseos, friccionando con la pluralidad de lo queer que, en tanto que movimiento posidentitario, redefine la identidad como algo líquido y en constante cambio.
En este proceso, el público transita entre la zona donde habitan sus prejuicios y temores para descubrir una realidad poliédrica a la que cada uno accedemos de manera individual.
A través de las políticas del cuerpo, artista y teatralidad conforman la retórica visual de lo diferente, de la otredad insumisa, aquella que incomoda y cuestiona la consabida dicotomía de género de la sociedad posmoderna.
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