Patrimonio artístico de la Diputación de Valencia
MuVIM
C / Quevedo, 10. Valencia
Hasta el 25 de mayo
Nada más entrar en la sala Alfons Roig del MuVIM el espectador se topa con el cuadro de Joaquín Sorolla ‘Pescadoras valencianas’. Y al fondo de la sala Parpalló, llamando poderosamente la atención del público, se yergue ‘El intruso’, obra del Equipo Crónica. Así se abre y se cierra el magno recorrido expositivo propuesto por el MuVIM para celebrar los 200 años de existencia de la Diputación de Valencia. En total, 122 imágenes de un patrimonio integrado por más de 2.000 obras de su fondo artístico, al que se suman los 147 documentos expuestos en el hall del museo pertenecientes a su archivo. De manera que el ente foral no ha sacado toda su vajilla para conmemorar el bicentenario, pero sí una amplia y brillante cubertería.
¿Una colectiva de obra propia para festejar tamaña longevidad en tiempos de crisis? Pues no, porque aprovechando la fiesta se han restaurado muchas de las obras expuestas, para regocijo de los finos paladares artísticos. Y así, la Diputación de Valencia se viste de gala, llenando las salas Alfons Roig, Parpalló y el propio hall del MuVIM con un centenar de imágenes de los más ilustres artistas valencianos. Desde los inevitables Sorolla y Pinazo, a los Ribera Berenguer, Albalat Iranzo, Barberá Zamora, Ribalta o Segrelles, pasando por Armengol, Cillero Dolz, Vicente Peris, Artur Heras, Miró, Michavila, Sempere, Boix, Genovés, Iranzo o el citado Equipo Crónica.
El cuelgue expositivo es majestuoso. Dividida en dos partes, la dedicada al Patrimonio artístico: dibujo y pintura, y la relacionada con el Patrimonio documental del Archivo General y Fotográfico, la muestra apabulla por tan deslumbrante pintura, que tiene el contrapunto pintoresco, valga la redundancia, de la documentación desplegada en el hall, con mapas, banderas y fotografías sepia de época. El lema que hizo famoso Román de la Calle durante su dirección en el MuVIM, “no hay exposición sin reflexión”, aguarda su turno para que tamaño despliegue pictórico no se quede en la tradicional muestra de obra colgada sin trasfondo teórico.
En cualquier caso, ahí están las 122 imágenes como prueba fehaciente del tesoro artístico que ha ido acumulando la Diputación a lo largo de sus 200 años de historia. Los ‘Juegos Icarios’ o ‘Las hijas del Cid abandonadas en el bosque’, de Ignacio Pinazo, darían para una truculenta historia de bizarras intenciones posmodernas. Y tanto las vistas de Cuenca como las de Valencia, de Agustín Albalat Iranzo y Juan de Ribera Berenguer, respectivamente, parecen sacadas del mejor expresionismo alemán cinematográfico. Todo ello en la sala Alfons Roig, que se nutre de gran parte de la pintura valenciana del siglo XIX y buena parte del XX. Metidos de lleno en la Parpalló, vamos encontrando ejemplos de la segunda mitad del pasado siglo, trufado de azules Yturralde, Malvarrosas Michavila, convites con moscas de la casa Armengol o los ‘Fumadores’ de Iranzo.
También destacan la serie ‘Escrituras’ de Carmen Calvo, la ‘Estructura’ en azul de Eusebio Sempere, ‘La escalera’ de Juan Genovés o el sorprendente ‘Paper cremat’ de Artur Heras, antes de toparnos con las ‘Primeras zanjas en Usera’, de Equipo Realidad, el Martiri de San Sebastià, de Manuel Boix o la definitiva ‘El intruso’, de Equipo crónica, ya mencionada como colofón del recorrido por tamaño bicentenario. La Diputación de Valencia, por medio del MuVIM (que tan pronto se hace eco de Bruno Lomas y Nino Bravo como se sumerge en más hondas y profundas aguas artísticas), conmemora su efemérides a golpe de patrimonio sacando pecho en tiempos de penuria económica.
Salva Torres
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