‘La valentía de El Capitán Trueno’
Conferencia online impartida por Javier Aranguren (2 de junio)
Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno
Viernes 5 de junio de 2020
De ‘El Capitán Trueno’, que ahora cumple 64 años desde que Víctor Mora lo creara y Miguel Ambrosio (Ambros) lo dibujara en el ya lejano 1956, se llegaron a tirar 350.000 ejemplares a la semana, “lo cual, viendo las cifras de hoy en día, era una auténtica barbaridad”, subraya el filósofo Javier Aranguren. “También indica que no había mucha competencia en aquel momento y a la vez señala el interés de la figura, que alimentaba el imaginario de la infancia, de la adolescencia y de muchos adultos. Es un héroe que se presenta como la imagen de lo que tiene que ser un caballero”, añade.
Pero Aranguren, lejos de enaltecer su figura, se encargó de bajarlo de tan alto pedestal para mostrar la cáscara que envolvía su supuesto heroísmo. Lo hizo en la conferencia online titulada ‘La valentía de El Capitán Trueno’, organizada por la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, y en la que el autor de ‘En honor a la verdad’ puso en cuestión su heroísmo por contraposición a otros personajes ilustres del cómic como Príncipe Valiente, Tintín, El Guerrero del Antifaz o el mismísimo Carlitos de Charlie Brown. Todo ello envuelto en unos números escalofriantes: se publicaron 618 cuadernos entre 1956 y 1975, cada uno de entre 12 y 16 páginas, que luego fueron reeditados en color en 427 números. “Las obras completas son más de 10.000 páginas”, resaltó Aranguren, para enseguida empezar a diseccionar al personaje.
“El Capitán Trueno siempre viste igual, como sucede con sus inseparables Goliath y Crispín, aunque no sepamos nada de la vida de estas personas. De hecho, El Capitán Trueno no sabemos si se llama Anastasio, Nicanor, Alfredo, Javier. No tiene nombre propio. Sabemos que es un caballero que debe tener terrenos en España, pero no sabemos dónde, porque nunca estará en sus posesiones. Tampoco sabremos nada de sus compañeros Goliath y Crispín. Son personajes sin historia y atemporales, en el sentido de que viven en un presente infinito. Entre la primera página y la última no ha pasado el tiempo, ni la edad, ni la fatiga. Pero es que tampoco ha habido una gran evolución psicológica, es un hombre de ideas claras y que no solo estará del lado del bien, sino que va a hacer que esté siempre bien su lado”.
Aranguren se vale de una de las historietas, la que lleva por título ‘Todo o nada. Había llegado el momento de jugarse la vida’, para proseguir su autopsia. “Bueno, se está jugando la vida constantemente, si bien es verdad que el lector un poco más crítico enseguida descubre que en realidad no se la juega nunca, porque El Capitán Trueno es indestructible”. Y aquí es donde introduce comparaciones con otros, (Tintín, Príncipe Valiente…), para destacar precisamente cómo se puede caer en la tentación de pensar que el héroe es El Capitán, por aquello de representar lo heroico, cuando en su opinión se trata de una figura “tremendamente abstracta, lo cual coincide con la uniformidad de su vestimenta, con su ausencia de gustos particulares, con su falta de dudas y con su carencia de nombre propio”.
Y añade: “Existe fuera de la historia, no es humano, no es verosímil y lo que busca es pasar de una aventura a otra, o mejor, se encuentra pasando de una aventura a otra. No tiene casa, vaga por el mundo y no sabemos de qué vive. Se preocupa por todos, pero en realidad no se compromete con nadie. El Capitán Trueno corretea, carece de raíces”. Lo compara con ‘Príncipe Valiente’, personaje contemporáneo al rey Arturo (siglo V), creado por Hal Foster entre 1937 y 1971. “Al Príncipe Valiente le vemos madurar, porque le seguimos desde los 14 años a los 40, le vemos dudar, vemos cómo el tiempo le afecta y cómo en alguna ocasión acaba asqueado de la violencia que conlleva la vida de un guerrero. Hay una mezcla de cotidianeidad y aventura”, indica el autor de ‘Lo que pesa el humo’.
¿Qué es entonces un héroe? “Desde la Ilíada es una figura matizada. Aquiles, por ejemplo, es una figura cargada de virtudes guerreras, pero también es un personaje muy defectuoso en muchos sentidos, por ejemplo, en su capacidad de enfadarse, de manera que a lo largo de ese relato la cólera de Aquiles provoca la desgracia de todo su ejército y del propio Aquiles, que es un héroe lleno de defectos”.
Aranguren se pregunta entonces acerca de las razones por las cuales resulta apasionante la aventura del héroe, destacando precisamente la doble vertiente de fortaleza y fragilidad que lo caracteriza, más allá de esa otra visión más plana del personaje invencible. “Es por su propia debilidad, porque Aquiles tiene un talón, que además de su talón es su carácter. El héroe se hace también en su debilidad o quizás se fragua en su debilidad”, remarca.
¿Y dónde estaría nuestro heroísmo en la vida cotidiana? Aranguren tiene claro que está la mayoría de las veces en las cosas más pequeñas, frente a las grandes alharacas. “Ya es una aventura la decisión por la creatividad en una vida laboral que la mayoría se toma como carga, como rutina, como pesadez. De pronto, uno decide tener una actitud distinta, decide evitar los cantos de sirena de la mediocridad. La tendencia de la mayoría es la de esconderse en el ‘se’, en lo impersonal, en vez de atreverse a decidir por sí mismos y desde sí mismos. Eso es la aventura”.
Hay más obstáculos que sortear para llevar a cabo ese heroísmo. “Nuestros peligros son mucho más de andar por casa. Es peligro la tristeza que tantas veces nos aparece. Es peligro el tedio, porque es repetitivo y porque el camino es muy largo. Es peligro la molicie, la blandura, esa ausencia de resiliencia, que nos invita a vivir en la constante cultura de la queja. Esos son los problemas con los que vive el Príncipe Valiente, pero que no aparecen nunca en El Capitán Trueno. Por eso mismo el Príncipe es un héroe y El Capitán un arquetipo, una abstracción, alguien irreal”.
Además de ‘Príncipe Valiente’, ‘Tintín’ o ‘El Guerrero del Antifaz’, Aranguren cita a Charlie Brown. “La primera tira es de 1950 y al verla piensas: cómo puede ser tan cruel una tira pensada para niños, quizás porque también es para adultos”. Y muestra un tira en la que se dice: “Aquí viene el bueno de Charlie Brown, el bueno de Charlie Brown, sí señor, el bueno de Charlie Brown. Cómo le odio”. “Yo la primera vez que la vi”, apunta el filósofo, “no sé si me hizo gracia, pero me hizo pensar que yo era tanto el niño que está hablando, como la niña que no le contradice, como el propio Charlie Brown. Y que en ese desequilibrio equilibrado, entre esas tres situaciones, se encuentra la vida de las personas corrientes”.
Aranguren recuerda que Víctor Mora decía que en realidad su obra era claramente antifranquista, afirmándolo cuando se cumplía el 50 aniversario del personaje. “Él siempre había sido del Partido Comunista y había luchado contra el franquismo desde dentro con El Capitán Trueno, por eso siempre combatía la injusticia y ganaba a los tiranos. Me parece una autocomprensión un poco exagerada del personaje, porque se acerca más a otros de la historieta española como Roberto Alcázar y Pedrín, una especie de detective idéntico a José Antonio Primo de Rivera. Y esa figura del héroe español en cierta manera reunía los ideales del Movimiento”.
¿Qué hubiera sido de El Capitán Trueno durante este confinamiento por culpa del coronavirus? “Se hubiera vuelto loco el pobre, porque nunca le he visto leyendo, nunca le he visto pensando. Es un hiperactivo. Yo de hecho he sido y soy hiperactivo y eso genera una insatisfacción constante, porque cuando estoy tranquilo pienso que debería hacer cosas y cuando hago cosas pienso que no descanso, y entonces mi vida es una retroalimentación negativa. El confinamiento tiene muchos horrores, cierta exageración del miedo, pero qué buena ocasión ha podido ser de recuperar algunas cosas esenciales: frente al consumismo y favor de la intensidad por reencontrarnos de nuevo”, concluye Aranguren.
Salva Torres
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