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‘Dinastías. Los primeros reinos de la Europa Prehistórica’
Comisario: Juan López Padilla
Diseño: Ángel Rocamora (Rocamora Arquitectura)
Museo Arqueológico de Alicante (MARQ)
Plaza Dr. Gómez Ulla s/n, Alicante
Hasta el 13 de octubre de 2024
El fenómeno de la globalización se suele asociar a los recientes flujos comerciales fruto de la tecnología que manejamos, que nos permite conectar con la otra parte del mundo en cuestión de segundos.
Pero lo cierto es que el contacto entre civilizaciones distintas y alejadas geográficamente ha existido desde siempre y este es uno de los puntos más curiosos que se trata en ‘Dinastías. Los primeros reinos de la Europa Prehistórica’.
En esta exposición del Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) –nominada, en la categoría de mejor exposición, a los Premios +Historia que promueve el grupo editorial de la revista National Geographic– se nos acerca a la situación de la Europa continental durante la Edad del Bronce. Así, se conocen los resultados de recientes investigaciones arqueológicas que desvelan nuevos hallazgos sobre las culturas unetice, otomani y argárica (esta última situada en el sudeste de nuestra península).
Más de cuatrocientas piezas componen el conjunto de la muestra, y han sido cedidas desde diversas instituciones de toda Europa con tal de ofrecer una experiencia integradora que hace hincapié en estos inicios de una civilización con muchas semejanzas a la nuestra. Se trata de ejemplos en los que ya se identifican los primeros rasgos urbanos en los asentamientos descubiertos, con construcciones diferentes en tamaños y funciones. La más característica en nuestra zona es La Bastida de Totana (Murcia), un gran asentamiento considerado de los más extensos de inicios de la Edad del Bronce.
Los rasgos urbanos, unidos a los descubrimientos funerarios, dan a entender una profunda diferencia de clases en estas sociedades. Podríamos hablar de las primeras civilizaciones donde el conocimiento de la metalurgia o el control de las relaciones comerciales permitía a ciertos linajes convertirse en privilegiados y, por tanto, imponer, por primera vez en la historia, la transmisión de sus privilegios de manera hereditaria. Así, surgirán las clases sociales y se dividirá a la población.
La suntuosidad en las sepulturas y ofrendas –que no distingue entre tumbas de adultos o niños ni entre hombres y mujeres– da a entender los esfuerzos por hacer hereditario el poder. De hecho, los objetos más sobresalientes, aquellos de oro como joyas o armas, son bastante comunes de encontrar en tumbas. En la muestra, destacan el conjunto de la Diadema de Oro hallada en Plaza de Armas (Caravaca de la Cruz) o la Espada de Guadalajara, que también posee una empuñadura con chapa de oro bellamente decorada.
Estos objetos son ejemplo del desarrollo de este modelo social e incluso iban más allá, pues existía esa distinción con lo exótico, es decir, con el marfil procedente de África o Asia o el ámbar del mar Báltico, de los que se han encontrado cuentas en pulseras, collares o brazaletes, peines y otros adornos. Se trata de dotar de estatus al individuo, por ello las piezas de joyería son comunes a lo largo de toda la exposición.
Estas clases privilegiadas son las que, consecuentemente, crearán los primeros ejércitos para mantener sus territorios, y muestra de ello son la gran cantidad de armas halladas en dichas tumbas. Hacia el final de la muestra, la última sala destaca por contener muchas piezas del túmulo de Leubingen en Turingia (Alemania), una gran y opulenta sepultura (alcanzaba nueve metros de alto y cincuenta de diámetro) para una especie de príncipe o faraón a la europea. Destaca la gran cantidad de armas muy elaboradas que se encontraron, hachas y puñales de diferentes formas que demuestran el nivel de conocimiento sobre el bronce.
El trabajo de las materias primas como el metal y el estaño fueron tan relevantes que incluso pone nombre a esta época en la historiografía. La fabricación de estos objetos era algo complejo y las distintas fases se explican en una recreación de una forja de época: desde la identificación de las vetas hasta su fundición y forja. También, siguiendo el mismo estilo de esta recreación, podemos observar la manera que tenían de enterrarse, una propuesta muy didáctica recreada a través de figuras a tamaño real.
Queda patente en la manera de enterrarse y en la importancia de la sepultura que esos objetos tan valiosos explican parte de la cosmovisión general de esta sociedad. Una cosmovisión que puede intuirse en el famoso ‘Disco celeste de Nebra’, que puede verse en la muestra.
Descubierto por saqueadores en Nebra (Alemania), en 1999, se trataba de un depósito compuesto por dos espadas, dos hachas, un cincel, dos brazaletes en espiral y el disco con apliques de oro. El disco relata la primera representación conocida de la bóveda celeste en Europa, y se observan representaciones del sol, la luna y las estrellas, correspondiendo algunas de ellas con la constelación de las Pléyades.
Así, sabemos que la astronomía podría haber sido importante para estas sociedades. Observar el cielo se relaciona también con la religión y otro de los curiosos objetos que pueden verse en ‘Dinastías’ es un sombrero de oro que nos habla del culto a los astros, en este caso, al sol, y también de las posibles creencias que, a través de rituales, se hacían patentes en la época.
Aunque existen varios de estos objetos arqueológicos, el que puede verse en la muestra es el de Schifferstadt. Es todo de oro, pero solo pesa 350 gramos, y fue enterrado en posición vertical sobre una losa de arcilla, con tres hachas de bronce apoyadas sobre ella, gracias a las cuales se ha podido fechar la pieza entre el 1400 y el 1250 a. C.
Los objetos rituales, los grandes asentamientos, la tecnología artesanal de la que hacían uso y el contacto geográfico entre las distintas partes de Europa nos dan una ligera idea de cómo fue el germen de nuestra sociedad actual. Más allá del valor arqueológico, ‘Dinastías. Los primeros reinos de la Europa Prehistórica’ nos confronta con las primeras situaciones de desigualdad fruto del surgimiento de las clases sociales.
Estas originarias estructuras de poder continúan hoy patentes, por lo que ahí radica la importancia de conocer y observar el pasado. Dejar de olvidar ciertas perspectivas podría ayudarnos a avanzar, y la mirada a estas sociedades tan remotas nos hace darnos cuenta de los patrones que han evolucionado y de aquellos en los que, para bien o para mal, continuamos anclados.
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