Entrevista a Carlos Madrid
Director del Festival Internacional de Cine de Valencia – Cinema Jove
Del 23 de junio al 1 de julio de 2017
Hace unas semanas terminaba la 32 edición de Cinema Jove, una edición marcada por el cambio de director y todo lo que ello suele conllevar. Podríamos hablar en el presente artículo de la interesante ganadora ‘The Wound’ (John Trengove, 2017) o del cortometraje que se alzó victorioso ‘Submarine’ (Mounia Akl, 2016). También podríamos hablar de Pablo Trapero, Premio Luna de València, y la retrospectiva de su carrera (necesaria), pero de todo eso estoy seguro de que ya han hablado, discutido y seguro que opinado en otros lugares. Nosotros haremos otra cosa.
Me siento con Carlos Madrid (1982), recién llegado de Barcelona, ese chico que hasta hace dos días obraba, junto a su equipo, el milagro de crear un festival de mediometrajes, La Cabina, que trascendía (por fin) las fronteras de la provincia. El lugar elegido era una cafetería de Nuevo Centro en Valencia. La charla, aunque durante unos minutos versó alrededor de esta edición y su compleja realización, se centró en el propio Carlos Madrid, un joven que hacía malabares con un presupuesto exiguo para La Cabina, pero que todo el mundo admiraba y conocía, en parte por ese presupuesto que manejaba.
Inolvidable, por citar algo, fue el cartel de Paula Bonet y cómo la gente lo arrancaba de las paredes (puro fenómeno fan) de la ciudad. Esos detalles ya hablan de un festival grande. Carlos ahora tenía un reto: dirigir el festival con mayor presupuesto de la Comunitat Valenciana y el referente de la ciudad. Madrid coge aire antes de hacer una valoración superficial y personal de cómo había ido este primer año con él a la cabeza.
«Para ser una primera edición y haber dispuesto de este tiempo, la verdad es que ha sido una edición muy difícil pero bastante satisfactoria por mi parte. Creo que las secciones oficiales han tenido mucha calidad, hemos visto mucha gente por las salas. Como toda primera vez de cada persona, toca mucho aprendizaje, bueno, nunca se deja de aprender, pero sobre todo estas primeras veces. Creo que toca mejorar en varios aspectos, pero creo que nos podemos sentir bastante satisfechos”, explica el director de festival.
Me imagino a Carlos Madrid los días previos a la decisión de marcharse a Cinema Jove, asumiendo la enorme responsabilidad que se le venía encima. Sorbe su granizado de limón, le da una vuelta con la pajita y se dispone a contestar: “Creo que intentando que la cosa no te abrume, considerando todo lo que es, como un trabajo de mucha responsabilidad, con mucha gente pendiente de ti, no solo el equipo, sino la institución, la prensa, los espectadores y la industria valenciana de cine»
Y continúa: «Entonces sientes que hay más ojos mirándote y ese shock a veces se acrecienta, pero es verdad que si te lo tomas como un trabajo e intentando organizarte las cosas, todo se va sobrellevando (…) intentas no dejarte nada, aunque inevitablemente te dejas cosas por hacer, gente con la que hablar; yo de cualquier forma intento tomármelo con tranquilidad, y todo lo que no haya podido hacer en esta primera edición, hacerlo en la segunda”, sentencia acabándose su vaso.
Carlos Madrid es el vivo retrato de cientos de chavales que van a los festivales de cine y en algún momento fantasean con hacer algo más, con mostrar al mundo las grandezas del séptimo arte. Madrid comenzó como todos, pero su sueño fue tomando forma hasta convertirse en realidad, lo que demuestra que con trabajo y esfuerzo, a veces, más de las que creemos, los sueños se pueden materializar.
Pero, antes de seguir, debemos saber si en realidad éste era uno de sus sueños: “Yo no lo habría imaginado nunca, hasta que los últimos meses del año pasado empezaron a salir nombres y ya me comunicaron que habían pensado en mí. Este festival es al que iba de adolescente, cuando a la edad de 15 años cogía el metro siete días seguidos desde Godella para ver cuatro o cinco sesiones de cortos y largos, y lo que me echaran. Es una sensación rara, porque no es algo que me esperara, ni que creyera que fuera en principio para mí. Otra cosa es que, con los años, de La Cabina haya aprendido algo de este oficio, pero era una cosa casi quimérica”, apunta Carlos.
A los que nos gusta el cine, los festivales son parte de nuestra persona. “Supongo que eran parte de mi mundo como espectador, tanto Cinema Jove como La Mostra. En cuanto a festivales, hasta hace seis años no había salido de Valencia, pero luego comencé a ir por Europa para ver un poco más y aprender”, señala Madrid.
Me sorprende su confesión de que la verdadera mecha para parir La Cabina no fuera Cinema Jove, aunque fuera uno de los azuzadores, pero no la chispa. “El festival que tuvo influencia en que poco después comenzara con La Cabina fue L´Observatori, un festival de investigación artística y música de València que ya desapareció en 2012, y que gracias a su director, Blanco Añón, y su equipo, propició que me iniciara en este mundillo”, subraya.
Es una lástima que los buenos festivales, como las buenas personas, nos dejen, pero la vida es así y por lo menos allí se gestó la semilla de un festival que llama a las puertas de los grandes y en el cual, este año por primera vez, Carlos Madrid ya no estará. Las sensaciones deben ser contradictorias, porque al tiempo que La Cabina cumple diez años, él no la dirigirá.
“Bien es cierto que no he sabido ponerle nombre a esa sensación, porque desde que empecé con Cinema Jove he estado muy metido en lo que trabajo. Sí que es cierto que es una sensación agridulce y supongo que me llegará cuando arranque La Cabina en el mes de noviembre y sea un mero espectador. Intento pensar más en la parte dulce que en la agria y le deseo toda la suerte del mundo a Sara [Mansanet] y su equipo”. Sin más, nos despedimos. Carlos Madrid coge su bici y yo me marcho al autobús. Porque, como ya he dicho, a veces los sueños, con mucho trabajo, se pueden cumplir.
Javier Caro
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