Disoñando | Diana Rodríguez
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022
Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en la palabra diseño es una telaraña. Una suerte de finos hilos, casi invisibles, que unen la belleza con la funcionalidad en un sutil equilibrio que, cuando se alcanza, nos lleva a sentir una extraña satisfacción.
Esta telaraña la veo en multitud de objetos y en muchos de los contenidos que actualmente se desarrollan para alimentar los distintos soportes digitales que tenemos a nuestro servicio. Sin lugar a dudas, vivimos un momento maravilloso donde el diseño está más vivo que nunca y se hace presente en el día a día de formas completamente novedosas.
Partiendo de que el diseño es una idea al servicio de un propósito, observo cómo actualmente su significado se ha hecho más plural y amplio que nunca, alcanzando nuevas cotas y adaptándose de forma fluida a las nuevas profesiones que progresivamente están apareciendo. Desde hace décadas hablamos de diseñadores gráficos, diseñadores industriales, diseñadores de moda y de tantos otros perfiles; pero pensar en la posibilidad de que existiesen “diseñadores de experiencias virtuales” sonaba a exquisita ciencia ficción, y sin embargo hoy es una realidad completamente asumida y normalizada.
La eclosión que se está experimentando actualmente cuando hablamos de diseño es tan abrumadora como emocionante, casi tanto como cuando empezaron a aparecer los diseñadores web y el mundo online empezaba a desplegar sus alas. Es increíble pensar como internet y el mundo digital abrieron las puertas para todas las tecnologías, plataformas y profesiones que aparecieron después.
Hoy en día se diseñan espacios, se diseñan experiencias, y lo que antaño eran mundos imaginarios que sólo podíamos ver en el cine, ahora son mundos virtuales que podemos transitar en primera persona. La tecnología y la creatividad se dan la mano para brindarnos la posibilidad de crear un sin fin de contenidos y experiencias con el fin de transmitir las ideas de siempre de una forma nueva, y con ello satisfacer las necesidades de un público cada vez más amplio.
Toda esta reflexión me lleva a pensar en uno de los puntos críticos que experimento como docente, donde el verdadero reto ya no se centra en enseñar a los alumnos los procesos técnicos o los distintos softwares que necesitarán para desarrollar sus ideas, de hecho, son la generación que probablemente menos necesita aprender cómo emplear herramientas digitales, después de todo han nacido en un momento donde la tecnología es la norma.
El verdadero reto se centra en darles la perspectiva necesaria y la capacidad de hacer las preguntas correctas para llegar a definir e idear un proyecto. El reto, pues, se encuentra en ayudarles a desentrañar esa telaraña que para mí es tan evidente, pero que no siempre es fácil de ver.
Recurrentemente me encuentro repitiendo que un diseño no es bueno sólo por estar bien realizado o muy bien balanceado, que una experiencia virtual no necesariamente resulta más satisfactoria por su nivel de realismo y que un cartel no es efectivo por tener una buena paleta de color. Entonces es cuando me veo a mí misma desmembrando los contenidos hasta llegar al hueso, hasta encontrar su estructura, para que ellos descubran por sí mismos las razones por las cuales el diseño, aplicado a cada uno de esos proyectos, es interesante o merece la pena.
Normalmente este proceso nos lleva siempre a las mismas conclusiones; donde reconocemos que el verdadero poder del diseño (en cualquiera de sus formas) reside en que mientras se definen los conceptos core del proyecto, nos formulemos como creadores las preguntas correctas: ¿Cubre esto los objetivos del proyecto? ¿Esta imagen realmente comunica el concepto? ¿Es esto bueno para el proyecto o quiero incluirlo porque me gusta a nivel personal? ¿Estoy diseñando para mí o para mi audiencia?
Darles la perspectiva necesaria para disociar sus intereses o preferencias personales con el fin de cubrir las necesidades del proyecto, ese es el verdadero reto. Y eso es justamente lo que consigue que un diseño, aplicado a cualquier disciplina, sea un buen diseño.
En este momento el futuro del diseño resulta todo un misterio. ¿Cuántas aplicaciones nuevas aparecerán? No lo sabemos. ¿Se puede agotar el caudal creativo? Seguro que no, pero no tenemos constancia. ¿Será todo completamente online? Nunca se sabe. De lo que sí estoy segura es que el diseño se seguirá abriendo camino, reformulándose y adaptándose a las circunstancias, después de todo esa es su naturaleza.
Diana Rodríguez
Project Manager de ESAT
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #05 | Diseño (junio de 2022).