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‘Dune: parte 2’ (Denis Villeneuve): una rigurosa adaptación, de Denis Villeneuve
Guion: Denis Villeneuve, John Spaihts, a partir de la novela de Frank Herbert
Intérpretes: Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Austin Butler, Javier Bardem, Josh Brolin, Florence Pugh, Stellan Skarsgard, Christopher Walken y Charlotte Rampling
166′, Estados Unidos, 2024
Vaya por delante que no me encuentro entre los incondicionales del cine del canadiense Denis Villeneuve. Sin atreverme a despojarle de sus méritos –que los tiene–, no logro entender del todo qué tiene de particular su trabajo para hacerle merecedor de esa aura de excelencia que muchos se esmeran en arrogarle.
Aunque no es su primera película, la carrera de Villeneuve saltaba a la atención de la crítica internacional con ‘Incendies’ (2010), un drama familiar con fondo de thriller político que buscaba trascender las intenciones de la trama principal para elevarse en metáfora de la situación política en Oriente Medio. Una cinta en la que se percibía una cierta distancia entre las ambiciones de la propuesta y el resultado definitivo.
A pesar de la relativa eficacia del guion, cargado con demasiados requiebros dramáticos, la película no dejaba de sufrir la ausencia de una mirada más próxima al conflicto y el espacio que retrataba. A partir de aquí, la trayectoria de Denis Villeneuve seguirá un itinerario irregular, mejor en tanto en cuanto el material de base sobre el que apoya sus proyectos sea más o menos sólido, caso de ‘Prisioneros’ (2013), algo más deslucido en el extremo contrario, como son sus dos siguientes largometrajes: ‘Enemy’ (2013) y ‘Sicario’ (2015).
Y así llegamos a la aclamada ‘La llegada’ (2016), adaptación de un relato corto del escritor estadounidense de ciencia ficción Ted Chiang, ‘The story of your life’, y su consagración definitiva frente al gran público. Será, precisamente, en el terreno de la ciencia ficción donde Villeneuve demostrará todo su potencial. Pero, de nuevo, la impresión última de su cine descansará, a juicio de quien apunta estas líneas, en esa relación entre el texto del que partimos y su correspondiente puesta en imágenes.
‘Dune: parte 2’ completa, hasta la fecha (se ha previsto ya una tercera entrega), la adaptación del primer libro de la saga que le da título, publicada a mediados de los 70 por el escritor norteamericano Frank Herbert, que pronto se convertiría en un clásico del género y en un fenómeno internacional.
En la primera parte de esta producción, conocíamos a su protagonista, Paul Atreides, hijo del duque Leto Atreides, gobernador del planeta Caladan y cabeza de una de las Grandes Casas nobles que gobiernan la galaxia. Por orden del emperador Padishah, la familia Atreides tendrá que dejar su tierra de origen y trasladarse a Arrakis, un planeta completamente desértico, para custodiar y gestionar las minas de un extraño mineral –la especia–, esencial para la realización de los viajes interestelares y fuente de conocimiento de la secta religiosa Bene Gesserit, a la que pertenece la madre de Paul y esposa del conde Leto.
La llegada de los Atreides a Arrakis despertará el recelo de los Harkonnen, otra de las familias nobles que, desplazados del Gobierno y en complicidad con el perverso emperador, conspirará para eliminar al padre de Paul y volver a recuperar su posición en la rica pero inhóspita Arrakis.
Tras la muerte de su padre, el joven Paul huye junto a su madre al interior del planeta, donde será acogido por una tribu nómada conocida como los Fremen. Con su ayuda, planeará su venganza. Inicia, así, el joven Atreides, en esta segunda parte de la saga, un largo periplo de autoconocimiento en el que tendrá que aceptar su propia identidad como encarnación de una profecía que anuncia la llegada de un elegido que conducirá a los Fremen a la victoria en su guerra contra el imperio y los malvados Harkonnen, recuperando el Gobierno de Arrakis.
Con ‘Dune’, Denis Villeneuve firma el mejor trabajo de su carrera. Tras los innumerables fiascos patrocinados por Lucas Films y Disney con la saga de ‘Star Wars’, o los delirios sin sentido de las hermanas Wachowski con ‘Matrix’, por fin los aficionados se encuentran en cartelera con una obra digna del género que encarna. Ciencia ficción de primera magnitud.
Empezaremos por los aspectos visuales. En este terreno, si ‘La llegada’ había supuesto una grata sorpresa para los espectadores, será en la (para mí) malograda ‘Blade Runner 2049’ (2017) donde el canadiense iba a desarrollar sus amplias capacidades en el empleo del encuadre. ‘Dune’ se puede entender, en este sentido, como la continuación de aquella experiencia plástica.
El juego de simetrías y la relación de los personajes en el plano –ante los fondos arquitectónicos y, sobre todo, con el paisaje– nos ofrecen un amplísimo abanico de composiciones que son un verdadero regalo para los ojos. Incluso en las escenas más mundanas –en las que los personajes se encuentran en situaciones cotidianas sin mayor oportunidad de lucimiento que servir de registro de los diálogos y, por lo tanto, menos dadas a esa cierta poética que atesora el resto del filme–, Villeneuve logra un punto de vista o encuadre para el recuerdo.
Si la primera parte de ‘Dune’ (2021) transcurría en un buen tramo en espacios cerrados, en esta segunda entrega la película se abre definitivamente a los paisajes abiertos de este Arrakis de ficción, lo que permite al director aprovechar todo el potencial del formato scope.
Villeneuve busca dar a su trabajo un tono de tintes épicos, legendarios, y lo consigue gracias a una cámara que mira a sus personajes desde una posición inferior, con el mismo ojo encandilado con el que un creyente (y la metáfora no es gratuita) mira una imagen de su Dios, creando su propia mitología. El cine en pantalla grande toma aquí el estatus que merece.
Pero, sin duda, uno de los aspectos más logrados de esta cinta es su capacidad para adentrarnos en todo un universo de sensaciones físicas. En ‘Dune’, Villeneuve consigue sumergir al espectador en una experiencia puramente sensorial, incluso táctil. No descubrimos nada si adelantamos que una de las escenas cumbre de la película nos remite al momento en el que joven Paul Atreides debe domesticar a uno de los gusanos gigantes que pueblan el inhóspito desierto de Arrakis.
Tras invocar al animal, Paul se lanza desde lo alto de una espesa duna de arena para cabalgarlo. Una situación imposible a la que Villeneuve logra dotar de gran verismo, tanto en su planteamiento argumental (¿cómo se sube uno a un animal de estas características?) como en su resolución visual. Por momentos, la vista se nos nubla entre una nube de polvo y, como le sucede a Paul, podemos sentir el azote de la arena en nuestra piel, oprimiendo nuestra garganta; casi podemos masticarla.
Es de justicia reseñar aquí el impresionante trabajo artístico de todos los departamentos implicados en esta producción. Villeneuve se rodea de un equipo de colaboradores perfectamente coordinado. El trabajo del director de producción y arte del canadiense Patrice Vermette (‘La llegada’, ‘Sicario’, ‘Prisioneros’) es espectacular, especialmente reseñable en el caso de las arquitecturas diseñadas para los interiores de la fortaleza de Arrakis.
Si una de las dificultades de cualquier adaptación literaria consiste en materializar lo que hasta entonces apenas estaba descrito en unas líneas de texto, el trabajo de vestuario de Jacqueline West (colaboradora, entre otros muchos, de Terrence Malick o David Fincher) satisface de forma elegante, precisa y sutil, al mismo tiempo, cualquier expectativa previa.
Y lo mismo sucede en el caso del director de fotografía Greig Fraser (‘Let me in’, ‘The Foxcatcher’, ‘Rouge One’, ‘The mandalorian’ o la última entrega de ‘The batman’), protagonista destacado en este trabajo. Fraser no deja escapar una oportunidad para ofrecer límpidos juegos de claroscuros, fuertes contrastes y contraluces acordes al tono de la narración. Incluso el veterano Hans Zimmer logra una de sus partituras más efectivas, logrando superar una cierta monotonía que, con frecuencia, afecta a su trabajo en estas grandes producciones.
Pero si ‘Dune’ –las dos partes– se sostiene es gracias al respeto que tanto Denis Villeneuve como los responsables de finanzas de esta producción han demostrado por la obra de Frank Herbert. En ese sentido, tanto el realizador como su coguionista, Jon Spaihts (responsable de cintas como la muy respetable y entretenida ‘Pasajeros’, de Morten Tyldum), han sabido extraer de la novela de Herbert la miga de su trama, logrando articular alrededor de ella las no pocas derivas temáticas que aborda.
No haremos aquí una consideración sobre las distintas reflexiones a las que nos induce la obra de Herbert. Estas ya quedan expuestas de sobra en el libro y no parece interesante reseñarlas en el caso de una adaptación. Lo que queremos destacar es que, en medio de un panorama audiovisual tendente a un cierto infantilismo en el tratamiento de los géneros –incluso cuando se trata de la adaptación de obras literarias consagradas–, es de agradecer que el equipo Villeneuve-Spaihts haya conseguido esquivar cualquier tentativa de hacer una lectura contemporánea del texto.
Respetan, incluso, los propios tempos de la acción de la novela, demorándose –y, por lo tanto, retando a la paciencia de algunos espectadores poco acostumbrados a la contemplación– en relatar largas escenas como las que nos muestran la convivencia entre Paul y los Fremen. Ese respeto por la trama original de la novela es la mejor garantía de una película que, a la espera de esa tercera parte (que, suponemos, abordará otros libros), se presenta compacta y sin fisuras.
Sin embargo, esa cualidad (muy apreciable para este cronista) denota también una cierta falta de riesgo a la hora de aportar al relato ese algo que justificaría el propio ejercicio de una adaptación literaria a la pantalla. Como decíamos, Denis Villeneuve se revela en ‘Dune’ como un exquisito adaptador del trabajo de Herbert, si bien, por otro lado, ni quita ni pone elementos originales a la historia ni la empuja por espacios no explorados por el escritor.
Y aquí creo que conviene romper una lanza en memoria de la otra ‘Dune’, el trabajo que David Lynch realizó allá por 1984 y, hasta la fecha, única adaptación de referencia de la citada novela. Cierto es que la película de Lynch es mucho más imperfecta debido, especialmente, a los constantes recortes impuestos por su productor, Dino de Laurentis. Pero en aquellos aspectos (inevitables) en los que Lynch logró conservar cierta mano, se adivina la presencia de un autor que quiso llevar el mundo de Arrakis imaginado por Herbert a un lugar que no existía en el texto.
El ‘Dune’ de Lynch sigue siendo, hoy en día, mucho más perturbador que el de la propia novela, y su aura de misticismo persiste, transportándonos a espacios psicológicos más inquietantes. Lynch logra lo que no consigue Denis Villeneuve: que entremos en un mundo verdaderamente nuevo, una nueva cosmogonía, incluso una racionalidad distinta a la del espectador de su tiempo o contemporáneo. Ahí residía su peculiaridad.
Villeneuve, haciendo un trabajo más que satisfactorio, no consigue que salgamos del espacio de confort de un espectador entregado a satisfacer sus expectativas, que se exalta ante la acción, el reconocimiento de los personajes, que disfruta viendo en imágenes aquello que ya le había deleitado previamente en el papel, pero que no se incomoda en ningún momento.
Lo cual nos lleva a preguntarnos por la relación entre cine y literatura y, a pesar de disfrutarla plenamente, a cuestionarnos hasta qué punto era necesaria esta adaptación y dónde estaba exactamente el reto para el propio Villeneuve.
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