‘Spectre. Hacia un lenguaje visual desde lo auditivo’, de Edu Comelles
Sala Dormitori
Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC)
Museu 2, València
Hasta el 15 de noviembre
Un amplio espectro de tonalidades rítmicas junto a un igualmente amplio surtido de espectros o fantasmas interiores generados precisamente a través del sonido. He ahí, resumida, la propuesta de Edu Comelles, artista plástico (“yo era grabador profesional que procedo de las Bellas Artes”) obsesionado con producir imágenes a través de un alambicado juego sonoro. Por eso, decir que maneja un espectro de frecuencias del que salen imágenes espectrales es decir prácticamente lo mismo. Por seguir al filósofo Thomas Carlyle, “la vida es un espectro que se mueve en un mundo de espectros”, a los que Comelles, habría que añadir, saca excelente partido.
El Centre del Carme acoge en su Sala Dormitori, dedicada “a proyectos que mezclan arte y tecnología”, subrayó José Luis Pérez Pont, director del Consorci de Museus, la exposición ‘Spectre. Hacia un lenguaje visual desde lo auditivo”. Se trata de su primera muestra individual en Valencia, lo cual no deja de ser chocante cuando hablamos de un artista sonoro con amplia y brillante trayectoria. “Es un proyecto de hace cuatro años, en el que mediante la utilización de imágenes espectográficas muestro sonidos a través de la mirada, la luz y el grabado”, explica Comelles, cuya pretensión es “generar imágenes en la cabeza del espectador, que deberá tratar de descifrar qué sonidos se ocultan detrás de ellas”.
La exposición cuenta con una serie de fotograbados (‘Portraits’), un gran paisaje plástico (‘A secret music’), una serie de ocho piezas que, a modo de mensajes sonoros encriptados, sugieran momentos de la vida privada del artista (‘Fleeting moments’), y la más estrictamente sonora (‘Birthday’), que viene a traducir las ondas inaudibles de nuestros dispositivos móviles en algo más audible y repleto de texturas inquietantes, tal y como el fotógrafo de ‘Blow-up’, de Michelangelo Antonioni, captaba con su cámara cuando ampliaba al máximo las imágenes.
“El sonido imaginado es el más sugerente”, resalta Comelles, para explicar ese arte sonoro al que todavía no se le presta la atención debida. “En Inglaterra hay tradición y cultura y, de hecho, en los conservatorios se da arte sonoro, mientras que aquí en Valencia estamos a años luz”. “Se entiende mejor desde las Bellas Artes que desde la música”, añade, lamentando esa distancia que observa aquí entre ambas disciplinas y las instituciones que las representan: Facultad de Bellas Artes y Conservatorio. “En otros países están pegados, mientras que aquí están muy separadas entre sí, incluso en estructuras de pensamiento”, subraya.
Volviendo al núcleo de su exposición, Comelles insiste en la idea del arte sonoro como algo próximo y nada extraño: “Es muy expresivo, muy primario, y parte de la idea clásica de observación, de belleza visual”. Alude a la contemplación, a ese dejarse llevar por el sonido, como motor del arte que él viene practicando desde que lo descubrió hace más de una década en Estocolmo y profundizó en ello en Edimburgo. “No se trata de entenderlo, sino de disfrutarlo”, dice quien apela a romper las barreras del elitismo: “Cuando no te enfrascas en un lenguaje complejo, resulta fácil”.
Es, principalmente, lo que él hace: traducir esa supuesta complejidad técnica y algo tan sencillo como escuchar con atención cuanto nos rodea, incluyendo los propios ritmos de nuestro cuerpo y de la naturaleza. “Es un medio increíble, porque dispara la imaginación”. Y cuenta cómo al presentar su arte sonoro en algunos pueblos, al principio observa cierta reticencia pero al final se le acerca la gente para expresarle su gratitud por lo escuchado. De nuevo, la sencillez: “El sonido tiene un poder evocador”, que nace de la “capacidad del cerebro para imaginar sonidos y dibujarlos con la mente”.
Utiliza la situación reciente de confinamiento por culpa de la pandemia, para ahondar en esa “intimidad mediada por la tecnología” de la que se nutre el arte sonoro. “Vivimos en una sociedad visual que ha dejado en un segundo plano lo auditivo”, remarca. Por eso conviene cerrar de vez en cuando los ojos y dejarse llevar por la escucha. En este sentido, Edu Comelles lo que hace es traducir a imágenes lo imperceptible, siguiendo aquella vieja interrogación: ¿Qué significa oír el silencio sino escuchar lo que no alcanza a ser dicho?
“Lo que ‘Spectre’ busca es invitar a la contemplación de unos sonidos perdidos bajo un lenguaje visual metafórico”, explica el artista. En ‘Portraits’, por ejemplo, ha reunido una serie de grabaciones de amigos músicos, traduciendo al grabado las imágenes espectográficas salidas de las diferencias rítmicas de cada uno de los instrumentos empleados por sus intérpretes. “Aquí hay un chelo y es muy claro porque se ve la división por frecuencias”, señala ante uno de esos cuatro grabados en blanco y negro producto de las distintas combinaciones de graves y agudos.
Comelles subraya cómo la exposición “explora la necesidad de imaginar a qué suenan las imágenes” presentes en la Sala Dormitori del Centre del Carme y, a través de lo que considera un “ensueño”, poder “reflexionar sobre la importancia de la escucha”. Por eso dice que su obra siempre está inacabada, esperando un nuevo sonido inadvertido que pide ser traducido en imágenes. Edu Comelles sigue, en este sentido, lo expresado por el escritor André Gide: “Todas las cosas son ya dichas, pero como nadie escucha hay que volver a empezar siempre”.
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