#MAKMAEscena
‘La Regenta’, de Leopoldo Alas Clarín
Adaptación: Eduardo Galán
Dirección: Helena Pimenta
Intérpretes: Joaquín Notario, Francesc Galcerán, Álex Gadea, Ana Ruiz, Elena Ballesteros, Pepa Pedroche, Lucía Serrano, Jacobo Dicenta y Alejandro Arestegui
Producción: Secuencia 3 en coproducción con Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa
Teatre Principal
Barcas 15, València
12 y 13 de octubre de 2024
Convertir una obra maestra de la literatura universal como es ‘La Regenta’, de Leopoldo Alas Clarín, una novela de más de trescientas mil palabras, en una función teatral de hora y treinta o cuarenta minutos de duración es un reto que ha superado con brillantez el tándem formado por el dramaturgo Eduardo Galán y la directora Helena Pimenta, en un montaje estrenado en el Teatro Fernán Gómez de Madrid que llega este fin de semana al Principal de València.
Emparentada con la ‘Madame Bobary’ de Flaubert por retratar los síndromes que sufrían cierto tipos de mujeres burguesas que desafiaban los modelos dominantes en su época, ‘La Regenta’ refleja el enfrentamiento entre la pasión desbordada de los deseos y del amor frente a las cadenas de la moral social provinciana y la traición.
Publicada en dos tomos, en 1884 y 1885, está ambientada en la imaginaria ciudad de Vetusta –inspirada en Oviedo–, donde su aparición produjo un gran escándalo, incluida una pastoral del obispo. Una reacción comprensible dado que se trata de una obra naturalista que describe sin paños calientes el ambiente de una localidad provinciana dominada por una clase alta ociosa y un clero que impone una moral hipócrita y asfixiante.
La protagonista, Ana Ozores –la Regenta por referencia a la ocupación de su marido–, es una bella joven que se casa con don Víctor Quintanar, antiguo regente de la Audiencia de Vetusta, mucho mayor que ella, egoísta, y que vive en cierto modo en un mundo que no tiene nada que ver con la realidad. Ana se siente agobiada en su matrimonio y, debido a su frustración, es atrapada por don Álvaro, el donjuán de la ciudad, y por su confesor, don Fermín de Pas.
«Soy consciente de que es imposible reflejar en su totalidad el ambiente opresor, represor y falso de la sociedad vetutense, que con tanta precisión nos muestra Clarín en más de mil páginas de su novela», reconoce el dramaturgo Eduardo Galán.
«No obstante, he intentado mostrar la doble moral de algunos de sus representantes, la ambición y la codicia de doña Paula, la pasión carnal de don Fermín de Pas, encubierta bajo un aparente deseo de paternidad espiritual, la profunda desolación determinista de Ana Ozores, una mujer abatida por la falta de madre y de hijos, además de estar casada con un hombre mayor que ha perdido el deseo por ella y se comporta como un padre compasivo».
Esta adaptación teatral defiende el derecho de la protagonista a elegir su destino, aunque no coincida con la moral reinante en su época, por lo que será castigada con el desprecio, el abandono y un final de trágica soledad. «He creído oportuno enfocar la historia desde el punto de vista de Ana Ozores», indica Galán. «Para ello me he servido de dos recursos teatrales muy de nuestro tiempo: el flashback y los fragmentos narrativos en los que Ana nos descubre su yo más íntimo y oculto. Los diálogos conservan el sabor a época y el estilo de Clarín, a la vez que evitan arcaísmos y sintaxis antigua para acercar el texto a nuestro tiempo».
Una vez tomada la decisión de llevar a escena esta obra inmensa por su extensión y contenido, la primera pregunta que tuvieron que plantearse tanto Galán como Pimienta fue: ¿vamos a ser fieles al texto de Clarín?.. Y la respuesta fue afirmativa.
«En la adaptación para la escena que abordamos, necesariamente condensada, nos importa la historia que cuenta pero nos interesaba, especialmente cómo lo cuenta el autor, su lenguaje», explica Pimenta. «El lenguaje obedece a un sistema de pensamiento y es precisamente ese sistema particular de Clarín lo que queremos conocer y en el que queremos sumergirnos».
Los primeros años de la Restauración (entre 1877 y 1880), en los que está ambientada la novela, dan un buen pretexto a Clarín para analizar los males y defectos de esa nueva sociedad surgida del fracaso de la Revolución liberal de 1868. Una sociedad convulsa donde la Iglesia es para algunos la opción de ascensor social y una forma de control sobre el pensamiento, en especial el de las mujeres.
«Clarín hace una irónica crítica de las clases dirigentes de una sociedad aristocrática o que sueña con serlo, inmóvil, atrasada, conservadora y beata». Esta sociedad ociosa, ocupada en las apariencias y murmuraciones, en juzgar la vida de los demás, marca el recorrido vital de Ana Ozores, heredera de una nobleza empobrecida y huérfana de madre, obligada a vivir sin apenas referencias adultas desde niña y que decide casarse con un hombre mayor con la esperanza de tener una buena vida.
La joven no encontrará en ese matrimonio la pasión que su juventud le reclama ni podrá ser madre. Pronto albergará una inclinación prohibida hacia un maduro seductor y, confusa por sus sentimientos, tratará de buscar en su confesor el freno que ella es incapaz de poner. Sus ansias de libertad chocan con el sometimiento a la conveniencia social. Conviven en el mismo lugar el desengaño y frustración con la ilusión amorosa, pero apenas hay espacio para la compasión por lo humano.
Todos los personajes existen en función de ese contexto, en el que las ansias de libertad de Ana serán brutalmente reprimidas y acabará como un juguete roto disputado por los tres hombres que pretenden dominarla.
«El teatro nos permite trasladar palabras a imágenes, a gestos, a inflexiones de voz, a movimientos internos o externos de los personajes, a espacios poéticos. Esta novela es riquísima en propuestas e inspiración para la escena. Destaca entre sus características el uso de la voz del narrador que nos ofrece un juego extraordinario; de encarnación de personaje en forma de diálogos, de la mirada que ellos hacen sobre sí mismos en el monólogo interior y del viaje a sus cabezas, a sus verdaderos deseos, que Clarín realiza con su narrador mediante el uso del estilo indirecto referido, cargado casi siempre de ironía», afirma la directora de escena y dramaturga salmantina.
«Nos hemos servido de estos recursos para ofrecer diversos puntos de vista sobre esa realidad en la que Clarín se nos muestra como un gran descubridor del alma verdadera de unos personajes aplastados por la inmovilidad y por el deseo de que nada cambie para poder mantener sus privilegios», concluye Helena Pimenta.
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