Eduardo Úrculo

#MAKMAArte
‘Eduardo Úrculo. Un viajero cosmopolita’
Comisariado: Alicia Vallina
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán 23, València
Del 21 de febrero al 8 de junio de 2025

Da igual que pintara la pobreza reflejada en rostros abatidos o que, una vez dejada atrás esa Asturias minera de los 60 donde creció, se fuera a Ibiza en busca de la luz robada y, de ahí, al Nueva York de los grandes rascacielos, porque, en el fondo, Eduardo Úrculo (Santurtzi 1938-Madrid 2003), se tomaba siempre el arte a grandes tragos.

No sabía de medias tintas: o se sumergía hasta el fondo en las arrugas de la existencia o emergía como un titán del subsuelo de la vida, para captar la energía que chisporroteaba a su alrededor tras haber roto filas con un ejército de sombras. De manera que quien fuera testaferro del subdesarrollo, a base de una pintura expresionista, se convierte en prestidigitador, sacando de su ya eterno sombrero un arte pop deslumbrante.

Y es así, con el cielo, sin duda pop, por sombrero, como Úrculo siguió dándole bocados a la vida, observándola de frente como un dandy, mientras el espectador va contemplando ese mismo mundo de intenso color a través de su espalda. “Yo fui el inicio de los personajes que luego pintaría de espaldas”, apuntó su hijo Yoann, aludiendo a los cuadros en los que aparece él de niño con un balón, o entrando en razón a través de la geometría.

El propio Úrculo definió los dos extremos de su obra, ligados entre sí, mediante estas dos reflexiones. Del primero dirá: “La pintura es para mí un arma de combate”, refiriéndose a la etapa abstracta de sus inicios. Y del segundo, más vital, energético y contemplativo, subrayará lo siguiente: “No creo en la pintura erótica, porque el erotismo está en la vida”.

Vista de la exposición ‘Eduardo Úrculo. Un viajero cosmopolita’, en Fundación Bancaja. Foto: Tato Baeza.

Abrazado a ese erotismo que inunda la vida, una vida que, según Yoann Úrculo, “era esencialmente creación para mi padre”, es como el artista vasco asturiano fue dejándose llevar por el placer que, a juicio de Georges Bataille, apunta hacia la muerte, pero sin llegar a alcanzarla o sobrepasándola mediante el propio acto erótico que conjuga vida y muerte.

Por eso viendo la obra de Eduardo Úrculo se tiene la sensación de habitar un mundo tan radiante como cegador, tan luminoso como próximo al estallido de los sentidos, tan energético como irradiador de un fulgor que sobrecoge. Quizás por eso el artista nos da la espalda, invitándonos a contemplar su mundo con la distancia que él mismo adopta para contener la fuerza de los elementos.

Eduardo Úrculo. Un viajero cosmopolita’ reúne en la Fundación Bancaja 54 obras de sus 40 años de trayectoria artística. Un conjunto de pinturas, dibujos y esculturas que irradian y alumbran el espacio expositivo, tras dejar atrás esas primeras piezas más sombrías, pero igualmente reflejo del ímpetu arrollador con el que abordaba su creación.

“El deseo, el misterio, el placer, el sufrimiento o la exaltación de la vida son las inquietudes que aparecen en su obra”, señaló Rafael Alcón, presidente de la Fundación Bancaja. “Era un viajero empedernido y un descubridor de nuevos mundos”, apuntó Alicia Vallina, comisaria de la muestra, quien agregó: “Se dejaba impresionar; era un insaciable buscador”.

‘Un lugar inevitable’, de Eduardo Úrculo, en la exposición en Fundación Bancaja de València.

Mientras Alcón, Vallina y el propio hijo del artista iban desgranando las inquietudes vitales y creativas –valga en este caso la redundancia– de Úrculo, una obra suya, de título ‘Un lugar inevitable’, servía de fondo ilustrativo de cuanto allí acontecía. En ese cuadro, el alter ego del artista, con su peculiar sombrero y de espaldas, contempla a una mujer desnuda, igualmente de espaldas, no se sabe bien si saliendo o pretendiendo entrar en una silla a modo de lienzo apoyado en un caballete.

Y es mediante ese juego de la representación dentro de la representación, como Úrculo se evade de la realidad invitando al espectador a seguirle en su actitud contemplativa, irguiéndose lo femenino como el misterio de la propia creación. “En su obra, la mujer no es solo erótica, sino emblema de la fertilidad. Es un homenaje a la mujer como madre”, destacó Vallina.

Sea como fuere, lo cierto es que la mujer que canaliza el erotismo y la explosión de color de su etapa pop, diríase poseída por la misma pulsión de Úrculo a la hora de enfrentarse a una vida excesiva. De manera que, tomada como modelo, tan pronto se mimetiza con el molde, subvirtiendo los límites, como se erige en el molde mismo que da pie al propio acto creativo.

De izquierda a derecha, Alicia Vallina, Rafael Alcón y Yoann Úrculo, en la presentación de ‘Eduardo Úrculo. Un viajero cosmopolita’, en Fundación Bancaja. Foto: Tato Baeza.

Que Eduardo Úrculo, como afirmó su hijo Yoann –de cuya colección procede buena parte de las obras expuestas–, sintiera pasión por el cine de gánsteres –de ahí también su pasión por los sombreros–, no solo subraya su inclinación por el misterio que anida en esas tramas fílmicas, sino que redunda en su idea del juego como motor de búsqueda que impulsa la creación.

Como diría Dashiel Hammett, uno de los grandes autores del género negro, “usted cree que yo soy un hombre y usted una mujer, y eso no es verdad; yo soy un cazador de hombres y usted alguien que ha estado corriendo delante de mí, de la misma manera que un perro de caza jugara tiernamente con la liebre que atrapa”.

De hecho, a Úrculo –“un bon vivant anárquico que deja de preocuparse por los contratiempos y disfruta del viaje”, aseguró Vallina– le importa poco el resultado final de su búsqueda, porque, siguiendo a Hammett, él disfruta durante el trayecto tanto como le angustia el final que, por eso, comprime en una sucesiva exaltación de diferentes y vigorosos momentos.

La comisaria de ‘Eduardo Úrculo. Un viajero cosmopolita’ se refirió a ese viaje caracterizado por una permanente curiosidad, poniendo el acento en sus pinceles, maletas, sombreros y paraguas como elementos singulares de su “mágico universo de lo cotidiano”. Un universo que, lejos de apuntar al centro de lo real, ininteligible, de la existencia, se entretiene con los destellos imaginarios que hacen más confortable la vida.

Eduardo Úrculo
Una joven observa algunas de las obras expuestas en ‘Eduardo Úrculo. Una viajero cosmopolita’, en Fundación Bancaja. Foto: Tato Baeza.