#MAKMAEscena
‘Los dioses y Dios’
Rafael Álvarez “El Brujo”
Una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y la Compañía de Rafael Álvarez «El Brujo», con la colaboración de la Junta de Andalucía
Teatro Bellas Artes
Círculo de Bellas Artes
Alacalá 42, Madrid
Hasta el 6 de marzo de 2022
«La mitología es la llave de una antigua sabiduría que se perdió con el conocimiento, y de un conocimiento que se perdió con la información», advertía el mitólogo y escritor neoyorkino Joseph Campbell en ‘El hombre de las mil caras’ (1949).
Una máxima con la que aventurarse por el trayecto comparado del monomito del héroe, en su deriva por las hazañas paradigmáticas que pueblan el acervo cultural de las grandes civilizaciones, y referencia inexcusable para Rafael Álvarez “El Brujo”, quien, durante las últimas semanas, viene alumbrando sobre las tablas del Teatro Bellas Artes de Madrid la principal lección de su más reciente espectáculo, ‘Los dioses y Dios‘, libérrima aproximación a la conspicua comedia latina de Plauto, ‘Anfitrión’.
“Dilucidar el misterio de la vida es el anhelo incesante de toda sabiduría. De momento no hay ciencia que pueda iluminar el origen desconocido, o el destino final de la existencia. Por eso existe el arte, la metáfora, el cuento, el teatro, el relato”, rubrica Herminia Pascual, directora de producción de las obras de El Brujo.
Y será tal enigma existencial el que configure las heterodoxas orientaciones de un creador escénico siempre imponderable y apasionadamente didáctico. Un apelativo en absoluto menor para quien reedifica el voluntarioso arte de la enseñanza en cada uno de sus proyectos teatrales a través de su hilarante verbo instructivo, como así lo procura en sus diversas y simultáneas obras en curso, aproximándose a las figuras de Valle-Inclán, el Lazarillo de Tormes, Esquilo, San Juan de la Cruz o la inopinada figura del gurú hinduista Paramahansa Yogananda.
De este modo, ‘Los dioses y Dios’ -obra con la que el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida emprendía, el pasado verano, la programación de su 67ª edición- sobrevuela y retoma para el espectador contemporáneo la naturaleza de un mito de sosias (de similitudes entre individuos y suplantaciones de identidad) encarnado en la figura de Júpiter, quien, prendido de Alcmena, replica la apariencia de su marido ausente, Anfitrión, para tomar carnalmente a la que habría de ser madre ulterior de Hércules e Ificles.
Una delirante trama de usurpaciones e imposturas teogónicas que Plauto ya hubo edulcorado para el gracejo de sus coetáneos y herramientas metodológicas que le permiten a El Brujo, acompañado en escena por el músico Javier Alejano, apropiarse de la más refrescante actualidad, recorriendo las recentísimas cuitas de la politiquería nacional (como la muy castiza y vergonzante implosión del Partido Popular) o las derivas de la mercadotecnia futbolística (y quién sabe si, durante esta última semana, también haya trufado la diégesis con alguna referencia bélica…).
A la postre, más de dos estocásticas y lúcidas horas de contingencia para desentrañar, entre cáusticas y distraídas penumbras de la razón, la naturaleza antropocéntrica con la que hemos edificado el prosaico lenguaje que subyace a los mitos y la fe -corazón de los relatos con los que responder a todas las interrogantes a las que no hemos sido capaces de dar una respuesta sustantiva-.
Porque, efectivamente, si “no podemos vivir sin dejar de esperar un milagro”, no parece desnortada idea aplacar la inquietud retornando a ciertas enseñanzas mediterráneas y grecolatinas, aún cuando no encontremos tras ellas certeza alguna.
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