Caganer

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La figura del caganer en el imaginario popular

En todos los portales de Belén no puede faltar el Niño Jesús, la Virgen María y San José. Estas tres figuras son suficientes para representar la escena del nacimiento de Jesús. No obstante, hay una que, cuando aparece en este escenario en miniatura, es capaz de acaparar todo el protagonismo: el caganer, un personaje que, más allá de su función humorística, esconde tras de sí numerosos mensajes simbólicos.

Pese a ser una conocido en todo el territorio español, Cataluña es el lugar donde tuvo lugar el nacimiento del caganer. Esta figura, tan característica del imaginario navideño –igualmente popular, en su origen, en la Comunidad Valenciana e Islas Baleares– es de tal relevancia que incluso ha sido el origen de la creación de la asociación Amics del Caganer, encargada de llevar a cabo tareas de divulgación relativas al personaje.

Fruto de estas investigaciones, podemos descubrir, también, cómo el origen de la figura del caganer trasciende los pesebres. Y es que, ya desde el siglo XVI, ocupaba los azulejos de oficios típicos de la cultura catalana. Este momento coincide con los albores del Barroco, cuyo porvenir artístico, en palabras de la Asociación de Amigos del Caganer, “se caracterizaba por el extremado realismo que abocó, sobre todo, a las narices muertas y a las escenas costumbrismo”, todas muy relacionadas con la descripción de la vida del pueblo.

La introducción del caganer en el pesebre pudo haber ocurrido entre finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, un periodo en el que las escenas de la vida cotidiana comenzaron a inspirar el arte. De esta manera, algo que a priori podía parecer escatológico, logró encontrar un lugar en un espacio caracterizado por su religiosidad y pulcritud.

En este sentido, y a través de una lectura basada en los estudios culturales, podemos encontrar numerosos mensajes escondidos detrás de la risa popular que provoca el caganer. Esta figura presentada en cuclillas se caracteriza por su vestimenta campesina, que incluye una barretina roja, una camisa blanca y unos pantalones negros arremangados que le permiten llevar a cabo esa función tan humana y primitiva que provoca en el espectador la risa.

Si tenemos en cuenta las aportaciones de Mijaíl Bajtín sobre la celebración de la corporalidad grotesca y la risa como herramienta de liberación transitoria, podemos encontrar en la figura del caganer una esencia subversiva. La representación de la realidad en su estado más crudo y mundano convierte a este hombrecito en un aparato de descomposición de la realidad clásica.

Con todo esto y según las teorías bajtinianas, la figura del caganer invita a establecer una visión más humana y menos idealizada de la realidad, transformando el pesebre en un espacio de reflexión y cuestionamiento de la estética de lo pulido.

Por otro lado, es interesante resaltar cómo algo que, en un primer momento, funcionaba como una figura subcultural, provocativa e irreverente, ha logrado convertirse en un fenómeno masivo como consecuencia de una estrategia de consumo. Esta industrialización de la cotidianeidad representa para la cultura un ejemplo de cómo un elemento subcultural puede ser absorbido por las lógicas capitalistas.

Así, podemos encontrar páginas webs que se dedican exclusivamente a la venta del caganer. También existen catálogos en los que la figura abandona su forma original y adopta otras morfologías que incluyen desde personajes políticos hasta cantantes y celebridades televisivas, lo que demuestra que el tratamiento de esta figurita del pesebre ha trascendido su origen para adaptarse a los códigos de consumo.

El caganer es, de este modo, símbolo de liberación y tradición, y la génesis de su éxito se encuentra en la hilaridad que provoca. Sin embargo, los estudios culturales nos permiten desgranar aquellos mensajes codificados que se encuentran detrás de un espacio tan común en estas fechas como es el portal de Belén.