CAMPER VAN BEETHOVEN,  El camino real, 2014

A falta de pan buenas son tortas, o mejor sería decir buenas son galletas. Sí, porque la gran masa de la torta lleva consigo demasiada harina friéndose o cociéndose a fuego lento mientras que las galletas son pequeñas porciones con diversas formas, un poco lo que ofrece CAMPER VAN BEETHOVEN en su más reciente aventura titulada “El camino real”, once pequeñas partes que forman un itinerario dulce, grato y agradable. Ah, y si digo a falta de pan es porque algunos llevamos ya cinco años esperando un nuevo trabajo de los excepcionales Cracker, la banda que lidera también David Lowery junto a Johnny Hickman desde 1992. Concretamente la espera se remonta desde el “Sunrise in the land of milk and honey” del 2009. En fin, lo dicho, a falta de Cracker bueno es tener a los Camper.

Portada de "El camino real"
Portada de «El camino real»

En “El camino real” nuevamente el título parece un guiño al público latino, chicano o hispano pero sobre todo da la sensación de que los Camper han recuperado el mejor sonido alternativo californiano que tanto los identificaba. Lo que tengo claro es que mejora y mucho “La costa perdida”, el disco que editaron en el 2013 y que al menos a mí me decepcionó bastante en líneas generales. Ya puestos a ser críticos también superan en mi humilde juicio al “New roman times” del 2004. Eso sí, mención aparte de los últimos tiempos para aquel atractivo homenaje “Tusk” dedicado a los Fleetwood Mac en el 2002 con el que volvían a retomar este proyecto después de trece años.

Evidentemente este nuevo trabajo no tiene a su favor el factor sorpresa de sus exquisiteces ochenteras, a destacar muy principalmente esa obra maestra absoluta titulada “Our beloved revolutionary sweetheart” pero se trata de un álbum que nos devuelve a la realidad, una realidad por la que esta publicación se halla por encima de la media actual y suena mucho más moderno y original de lo que algunos medios especializados tildan a otros tantos.

“El camino real” está marcado principalmente por un meritorio cóctel campestre de pop, country, blues, música folclórica y norteña, se podría decir que más terrenal, más tangible, más sencillo que los inmediatamente anteriores.

El grupo en una imagen histórica, cortesía Camper Van Bethoven
El grupo en una imagen histórica, cortesía Camper Van Beethoven

El consuelo o desahogo con un powerpop marca de la casa ante la melancolía intrínseca del violín acompañante se expresa en “The ultimate solution”, “It was like that, when we got here”, “Classy damesand able gents”, (mi preferidísima), y “Dockweiler beach” (igual parezco un chiflado pero por la forma de cantar Mr.Lowery y en algún detalle más me recuerda a Ian McCulloch con los mejores Echo and The Bunnymen).

Es a partir de “Sugartown” cuando continúan los alientos ante la morriña y la nostalgia pero de una forma más sosegada. En esta segunda parte del trayecto real las melodías son más labradas, ello se corrobora en un medio tiempo como “I live in L.A.”, en una balada in crescendo como “Out like a lion” o en la elegante distinción instrumental de “Goldbase”.

Como colofón un toque country delicioso que podría evocar a The Band y que estaría formado por “Darken your door” y “Grashopper”. Con ellas finaliza un camino real, no por regio ni soberano ni imperial sino porque es un camino verdadero, autentico y eficaz, una vuelta al buen camino.

Juanjo Mestre

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