El diseño en la arquitectura. El templo, la casa, la ciudad | Carlos Salazar
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022
Hubo un tiempo donde todo estaba por hacer. Lo que hasta entonces estaba asumido como una rutina imperecedera, se vio totalmente alterado por un acontecimiento que pedía grandes cambios y que al fin se convertiría en un revulsivo que lo cambiaría todo. La revolución industrial iniciada en el siglo XIX transformaría la visión del mundo. La mano hábil daba paso a la máquina y esta sucumbió ante su poder de transformación.
Hasta ese momento todo había transcurrido en calma. La arquitectura siempre había estado situada en el epicentro de todos los fenómenos artísticos o de creación. Su protagonismo se reflejaba en papeles muy variados, bien con propuestas, como elemento catalizador o como marco de desarrollo. Desde la antigüedad hasta el siglo XIX la arquitectura había sido el soporte de todas las actividades artísticas.
Es por esto que es difícil de entender la historia del arte sin tener en cuenta la historia de la arquitectura como expresión de cada época. Tal y como sugiere el título de este escrito, ese relato en el tiempo se puede armar con una serie de capítulos en los que, en cada uno de ellos, podríamos situar una referencia tipológica distinta. Siendo muy sintéticos se podría decir que todo comenzó en el tiempo de los templos y luego se desarrolló principalmente en torno a las catedrales y los palacios.
La gran transformación de esa dinámica se inicia a finales del siglo XIX. La casa burguesa ya es un hecho consolidado en Inglaterra. El arquitecto alemán y diplomático en Londres Germann Muthesius compiló toda esa arquitectura en su libro ‘Das Englische Haus’ (‘La casa inglesa’), que sirvió de referencia al movimiento Arts and Crafts cambiando de arriba abajo el panorama doméstico burgués de toda Europa. El valor de la domesticidad, el confort y la decoración pasan a formar parte de la cultura de una determinada clase social que la población menos pudiente toma como referencia.
Ya en el siglo XX todo el esfuerzo creativo colectivo se concentra definitivamente en torno a la casa. Es por esto que la arquitectura no deja de jugar un papel relevante en los cambios que se avecinan. Los valores de la casa burguesa se trasladan a las viviendas de la reciente clase media y obrera. Esta operación de trasvase de valores se producirá con una nueva estética, propiciada por la consolidación de una sociedad industrial que puede ofrecer productos en serie para todo el ámbito de población.
El punto de inflexión definitivo, que da paso a esa transformación, se lo debemos a la escuela de arquitectura y diseño conocida como La Bauhaus (Staatliche Bauhaus), que marcó la forma en la que entendemos hoy en día el diseño y la educación artística.
Tres directores fueron responsables de su programación pedagógica en los diferentes periodos en la horquilla de tiempo que va desde 1919 hasta 1933, cuando los nazis obligaron a cerrar la institución. Walter Gropius, Hannes Meyer y Ludwig Mies van der Rohe fueron los prestigiosos arquitectos que estuvieron a cargo de la Bauhaus y supieron entender el espíritu de la época al reunir un grupo humano de artistas de vanguardia, para tratar de dar solución formal a las nuevas exigencias de esa sociedad.
Este esfuerzo abrió un periodo apasionante dedicado al diseño en su más amplio espectro, donde todas las disciplinas artísticas iban de la mano. Se necesitaban con urgencia nuevas respuestas para un ámbito mucho más extenso, dominado por la fascinación de las máquinas como el avión o el automóvil. La pasión unida a la investigación de las necesidades de la población propició la posibilidad de acceder una vivienda digna, no solo en sus aspectos funcionales, sino también formales. La difusión de la nueva estética llevada a los hogares comunes también aumentó la sensibilización hacia esta cultura, al ser más accesible y favorecida por la producción en serie a bajo coste.
En este periodo ya podemos ver claramente la presencia de la mujer como activista del diseño y otras disciplinas artísticas. En lo que concierne a la consolidación de la casa moderna una aportación fundamental fue ‘La cocina Frankfurt’. La arquitecta austriaca Margarete Schütte-Lihotzky ideó en 1926 lo que se considera la precursora de las cocinas modernas. Esta fue una gran innovación para la arquitectura doméstica popular que ya no se contaba con el servicio doméstico de una casa burguesa. Su diseño permitía el trabajo eficiente de una sola persona y con la ventaja de ser construida a bajo coste.
Una vez consolidada la domesticidad en el espacio privado, como refugio cómodo y seguro, el siguiente escenario en el que la arquitectura ha puesto su atención es en el espacio público de la ciudad. El objetivo ahora sería dotarlo de esa cualidad de lugar doméstico y para ello se hace necesario un gran esfuerzo de diseño con el objeto de conseguir espacios urbanos seguros, confortables y sanos.
En el año 1961 la periodista y activista Jane Jacobs, con su libro ‘Muerte y vida de las grandes ciudades’ nos alertó de los males de la ciudad racionalista desarrollada como modelo especulativo, que priorizaba las grandes infraestructuras para el tráfico rodado.
Afortunadamente, el proceso de rehumanización se está desarrollando hoy en día en el ámbito global. Un proceso que empieza en los años 50 de manera intencionada con la peatonalización de las calles de Copenhague y la restricción de los coches. Hoy sigue vigente ese modelo ya muy ensayado y que es garantía de resultados positivos.
Tanto es así, que a esa transformación basada en la peatonalización y restricción del coche se la ha llamado ‘Copenhaguización’. Aquí destacaríamos la gran influencia del arquitecto danés Jan Gehl con sus numerosas publicaciones y proyectos para las ciudades de Copenhague, Londres, Melbourne, Sídney, Riga, Amman, Nueva York y Moscú.
En el futuro la arquitectura seguirá siendo un potente instrumento para la mejora, tanto de nuestro entorno más íntimo como del compartido o público. La formación humanista del arquitecto le posibilita una visión global de la realidad a la hora de intervenir en ella. Pero ahora no está solo, la complejidad de estos tiempos hace que la responsabilidad y el compromiso por hacer las cosas bien sea necesariamente compartida, trabajando codo con codo con otros agentes, formando equipos multidisciplinares.
¿Cuál es el próximo objetivo? La arquitectura ha asumido ahora el reto de definir la relación e integración de la naturaleza en la ciudad, y la conexión entre ambas en los límites urbanos. Necesitamos pensar en una estrategia que nos dote de unos espacios naturales domésticos con todos los atributos que la palabra encierra. El paisaje tiene la palabra.
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #05 | Diseño (junio de 2022).
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