‘Temporada de avispas’, de Elisa Ferrer
Premio Tusquets 2019
La niña que posa bajo la sombrilla un día de verano no podía imaginar que muchos años después ese instante de felicidad iba a plasmarse en la portada de su primera novela. Y no una novela cualquiera, sino galardonada con el prestigioso Premio Tusquets. O al vez sí tuviera alguna premonición al respecto, porque Elisa Ferrer (L’Alcudia de Crespins, 1983) parecía destinada a las letras. Creció entre libros y personas amantes de la lectura, un tío suyo es poeta, y escribe cuentos desde la infancia.
Tras estudiar Comunicación Audiovisual en Valencia, trabajó como guionista en Madrid sin dejar por ello de cultivar su vocación literaria. El punto de inflexión en su trayectoria fue un Máster de Escritura Creativa que se imparte en español en la Universidad de Iowa, en medio de un mar de maizales, con maestros de la talla de Horacio Castellanos Moya o Ana Merino. Fruto de los dos años invertidos en una «experiencia transformadora», como ella la describe, es su novela ‘Temporada de Avispas’. «La mayor lección que aprendí en el máster es que la obra debe hablar por sí misma».
La protagonista de ‘Temporada de avispas’, escrita con un lenguaje a la vez depurado y coloquial, es Nuria, una mujer obsesionada por los recuerdos de un padre ausente que entra en crisis cuando pierde su trabajo de ilustradora en una revista. Desde niña tiene fobia a las avispas, que dibuja compulsivamente, y relaciones complicadas con su madre y su hermano. Una llamada le anuncia que su padre está ingresado en un hospital y se adentra en un recorrido redentor por su pasado.
A Ferrer no le preocupa haber puesto el listón quizá demasiado alto con su primera novela, un temor que no se planteó hasta que fue surgiendo en las entrevistas que le han hecho a raíz del premio. Sin embargo, reconoce que «siempre da un poco de vértigo empezar con lo siguiente”. “Cuando terminas un libro al que le has dedicado tanto tiempo y esfuerzo, haya o no premio”, dice, “es difícil desprenderse de los personajes e historias con los que has vivido, y abrir un documento en blanco para empezar algo de cero. Mi profesor de Iowa, el gran escritor Horacio Castellanos Moya, me recomendó, cuando yo me encontraba acabando la novela, que era importante tener en mente la siguiente historia, no regocijarse en ese vacío que queda cuando has puesto el punto final. Le hice caso y desde hace meses tengo en mente nuevos personajes y situaciones. Cuando termine de digerir todo lo que ha ocurrido con ‘Temporada de avispas’, supongo que ya tendré la tranquilidad mental para ponerme a escribir algo nuevo”.
La transición del lenguaje audiovisual al literario no ha significado para ella una ruptura, ni siquiera una evolución. “O, al menos, yo no lo he sentido así”, matiza. “Escribo cuentos desde que aprendí a escribir. A los catorce años quería ser directora de cine, pero pronto supe que lo de liderar equipos de trabajo no era lo mío, que yo era más de imaginar la historia, y me especialicé en guion. Así que he trabajado en paralelo con ambos lenguajes, el cinematográfico y el literario, durante muchos años. Es verdad que estuve un tiempo sin escribir literatura, pero, al final, siempre volvía a mis cuentos. Lo que sí siento es que los años de formación en guion cinematográfico han sido muy importantes para definir mi estilo literario”.
Que una imagen de su infancia ilustre la cubierta no significa que estemos ante una novela autobiográfica o autoficción. Lo que sí es muy real para ella es la fobia a las avispas que inspira el título. «Decidí tomar mi miedo irracional a las avispas como algo a lo que también se enfrentaba mi protagonista”, comenta. “Aunque en su caso, Nuria es alérgica y de ahí nace el terror. La picadura de la avispa en la novela es una metáfora de lo que significa hacerse mayor, del golpe que supone el momento en que Nuria descubre que su madre no es la superheroína que ella creía, sino una persona de carne y hueso, con sus defectos y sus virtudes. Obviamente, el peligro que le acecha no es la picadura de una avispa, aunque ella se entretenga en dibujarlas, sino un pasado que va a hacerse presente de un modo que ella nunca habría imaginado”.
Con el trasfondo de una gran ciudad, Madrid, y las incertidumbres de nuestro tiempo, la novela ahonda en la complejidad de las relaciones humanas y sobre todo familiares. «La familia nos hace mostrar lo mejor y peor de nosotros mismos», afirma Ferrer. «Con nuestra familia es cuando nos relajamos, cuando podemos ser nosotros mismos… Y es entonces cuando mostramos nuestra mejor cara, pero claro, también la peor. En el caso de Nuria esto se hace todavía más palpable, la idealización absoluta que en la infancia tenía de su padre provoca que, de algún modo inconsciente, culpe de esa ausencia a su madre y a su hermano, y su actitud con ellos, en especial con su madre, no es la más amable”.
Bel Carrasco
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