#MAKMACine #MAKMAEntrevistas | Mads Brügger (cineasta)
‘El infiltrado’ (‘The Mole’), de Mads Brügger
Con Ulrich Larsen, Jim Latrache-Qvortrup, Alejandro Cao de Benós, Annie Machon y Mads Brügger
123′ (miniserie documental de 2 episodios)
Noruega-Dinamarca-Reino Unido-Suecia, 2020
Estreno en Filmin: 5 de febrero de 2021
Habita en las tinieblas de la geopolítica internacional la naturaleza autárquica de un país regido, aún, por el delirio analógico y nuclear del siglo XX, uniformado con el óxido enajenante de la ideología juche –túrbida adecuación del marxismo-leninismo–. Una nación estanco, que bebe la sal intoxicante de las aguas del mar Amarillo, acaudillado por la insania suprema y mórbida de Kim-Jong-un y la jefatura espectral de Kim Il-sun.
Un purulento galpón/Estado socialista autosuficiente, Corea del Norte, tan obscuro como fascinante por su constitución inextricable, que ha orientado las inquietudes del cineasta danés Mads Brügger durante varios lustros y que el director rubrica con morfología de acontecimiento en la miniserie documental ‘El inflitrado‘ (‘The Mole’), que Filmin estrena en exclusiva el 5 de febrero.
Un proyecto incubado durante una década al calor de la investigación de Brügger en torno al raquis de la Asociación de Amistad con Corea del Norte (KFA) en Dinamarca –cuya presidencia universal recae en las vesánicas y pantagruélicas manos del ya ínclito Alejandro Cao de Benós–.
Pesquisas incipientes que, gracias a la perseverante infiltración de un joven y anodino pensionista danés, Ulrich Larsen –y la ulterior y decisiva involuración de Mr. James (un falso empresario de acaudala epidermis, encarnado por Jim Latrache-Qvortrup)–, transmuta, inopinadamente, en una elefantíasica operación de espionaje sobre el tráfico de armas internacional implementado por el país norcoreano, sorteando la sanciones postuladas por la ONU a través de soterrados vínculos con Uganda y Siria (y la intermediación española del ampuloso Cao de Benós).
Cámaras y micrófonos ocultos, exorbitantes sótanos en la periferia de Pionyang, hojas de cálculo de proyectiles de largo alcance, embarcaciones de opulento recreo en la Barceloneta, depauperadas ínsulas ugandesas y tipos que beben refrescos de cola de los minibares de hotel –acaso como amanecidos de una disparatada comedia de Austin Powers al que no le falta, siquiera, su Dr. Maligno–.
Una enajenante y verídica combinación de elementos (que doblegarían a la más absurda pretensión ficticia de un guionista confinado en un videoclub de los años ochenta) con la que domesticar el asombro en compañía de su director, Mads Brügger, en la siguiente entrevista para MAKMA.
“No será ventajoso para el ejército actuar sin conocer la situación del enemigo, y conocer la situación del enemigo no es posible sin el espionaje”, advertía el filósofo y militar chino Sun Tzu en ‘El arte de la guerra’. ¿Albergabas semejantes expectativas cuando comenzaste a perfilar ‘The Mole’ como proyecto documental?
Siendo un niño de la Guerra Fría, estoy muy fascinado con el espionaje y he leído a todos los maestros del espionaje como género literario: John le Carré, Graham Green, Eric Ambler, etc. Así que la idea de dirigir a tu propio agente encubierto dentro de un grupo de amigos de Corea del Norte fue, en sí mismo, una fuente de alegría y emoción para mí.
Pero, francamente, no tenía idea de que Ulrich Larsen se convertiría en un espía en la vida real, un espía que descubre una vasta red criminal que une a Corea del Norte y España. De hecho, esperaba que perdiera la paciencia y encontrara algo más que hacer.
Si bien “un espía que se parece a la imagen que todos tienen de él es un fracaso”, matizaba el escritor estadounidense Og Mandino, Ulrich Larsen evoluciona, sin embargo, proyectando una máscara de sí mismo muy semejante a quien habita, realmente, debajo de ella. ¿Ha sido esta similitud, a la postre, la clave fundamental para que no fuera desvelada su auténtica identidad?
Creo que sí. Ulrich Larsen interpreta el papel a la perfección. No es un showboat, no hace un gran espectáculo sobre sí mismo. Es simplemente un tipo de chico agradable y corriente, en quien la mayoría de la gente confiaría al pie de la letra. Y tiene resistencia. Él, simplemente, sigue adelante durante todo el proceso.
Introducir a un personaje como Jim Latrache-Qvortrup (AKA Mr. James) reporta al devenir del filme un nuevo y complejo horizonte que trasciende las delirantes cuitas de las asociaciones de amigos de Corea del Norte (que ya sería un documental en sí mismo), para mudar en una compleja y peligrosa trama armentística internacional. ¿En algún momento os llegásteis a plantear suspender el proyecto a causa de la dimensión que estaba cobrando ‘The Mole’?
Sí lo hice, varias veces de hecho. Al final, estaba pensando en la estrategia de salida todo el tiempo. La primera vez que consideré realmente desactivar la película y abandonarla fue cuando Alejandro Cao de Benós saca su detector y comienza a barrer la habitación en busca de micrófonos ocultos. El topo solo sobrevive porque permanece frío como el hielo. Era una llamada de atención muy cercana y me hizo entender que tenía que reconsiderar totalmente todo lo que sabía sobre Alejandro y cómo tratar con él.
A partir de aquí, la película cobró vida propia y seguimos adelante, hasta que llegó el punto en el que parecía un poco trivial ver imágenes grabadas en secreto sobre traficantes de armas norcoreanos. En ese momento supe que habíamos llegado al final de nuestro viaje.
¿Te sorprendió la facilidad con la que tus infiltrados lograban involucrarse en una operación semejante, únicamente a base de una superficial y progresiva relación de confianza con los sucesivos representantes del Gobierno norcoreano y ugandés?
Lo que me sorprende es que en ningún momento se nos acercó ninguna agencia de inteligencia occidental que hubiera descubierto nuestra operación. Esto significa que fuimos realmente buenos para mantener nuestra operación fuera del radar, o que la comunidad internacional no está vigilando a Pyongyang tan de cerca como creemos.
Deberías preguntarte a ti mismo: ¿cómo es posible que un grupo de aficionados llegue tan lejos como nosotros? Eso, en sí mismo, es asombroso.
Otro punto de importancia es que esta película contiene los beneficios que se obtienen tras muchos años de construcción, gradual y muy lenta, de la confianza entre Ulrich Larsen y los norcoreanos. Tal vez, en la película parezca que todo se resuelve o evoluciona de un modo rápida y superficial, pero en realidad fue muy lento, paso a paso.
En esencia, todas las cosas buenas les llegan a quienes esperan.
¿Habéis recibido amenazas o padecido algún turbio episodio personal desde la revelación final de vuestras identidades y el comienzo de la difusión y promoción comercial del documental?
Sin amenazas hasta ahora. «7-9-13»: estos son los números que dicen los daneses para protegerse de las cosas malas que suceden…
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